Abril es un mes de importancia vital para mí, y quiero aprovechar la ocasión para agradecer y reconocer el camino de acompañamiento en el que me veo envuelta, y desde ese marco dedicaré varias reflexiones, y en esta semana hacemos una parada para ver algunos elementos importantes de lo que he llamado el arte de acompañar.
Y en este sentido, propongo vivir este mes desde la gratitud como una clave de acompañamiento.
Agradecer por todas las personas que en su misión de vida unen a su profesión el arte de acompañar a las personas, y en esa hermosa tarea de crecer y restaurar su conducta, cada día van dejando una huella de sanación al tocar estas vidas. Sabiendo que esto siempre será un acto de amor que va más allá de la propia profesión.
De acompañantes, consejeros y locos todos tenemos un poco, como en algún momento diría el refranero, y es que la vida, a cada uno nos premia con capacidades que nos permiten en un momento determinado, ofrecer una palabra de aliento a alguien para algo, un consejo o una acción que puede salvarle la vida en un tiempo dado a una persona.
Sin embargo, el arte de acompañar al que me refiero, es, al proceso de seguir de forma sistemática una experiencia que va generando sanación a alguien que lo requiere, y es que hoy más que nunca, se hace necesario, pues urge restaurar la vida, resignificar la historia, dándole un sentido nuevo a la biografía personal.
La vida es bella, pero eso no quita que los seres humanos vivamos bloqueos, barreras, crisis, temores, dolores y otras carencias y dolencias que en un momento determinado si no se saben encauzar pueden provocar grandes desbarajustes en la persona que lo porta.
Por eso, es apremiante en este tiempo hacer revisiones, mirar hacia adentro, tomar conciencia, y desde ahí ver cuando necesito ayuda y cuando puedo avanzar solo o sola. Pues cuando esas situaciones que torturan y entristecen no son bien encausadas se crean otras situaciones emocionales y físicas que pueden ser riesgosas.
Acompañar es un arte, de la misma forma que dejarse acompañar también es un arte, y ambos seres, acompañante y acompañado hacen un proceso maravilloso de sanación. Pues somos un todo, y si tú sanas, yo sano y viceversa, desde esta mirada sistémica. Por eso, es un compromiso amoroso para mí, poder tocar la vida desde ejercicio de proponer cambios para quienes acompaño y vivirlos en mi propia historia como una forma de sanación continua.
En qué situaciones es preciso dejarse acompañar? Sobre todo, en aquellas cosas que enturbian el alma, que quitan la alegría y matan la esperanza. Cuando hay actos de desamor, situaciones fuertes de dolor que generan mucha tristeza y rabia, cuando hay profundas heridas y la vida como que no encuentra la dirección que lleva a la plenitud y al avance de la misma. También, cuando se están viviendo grandes procesos de cambio en el ciclo de vida, cuando se necesita tomar grandes decisiones y no se ve la luz. En fin, no solo en momentos de dolor, también en momentos en que se necesita potenciar el proyecto de vida o cuando precisamos aclarar la misión y propósito de misma.
Dejarse acompañar invita a tener una disposición para vaciar la mochila donde se carga la historia personal, y muchas veces las situaciones que por generaciones hemos heredado de otros, teniendo la fuerza para pasar de la posición de víctima a la posición de valiente restaurador de la propia historia.
Acompañar, es un hermoso acto de amor y ver como las personas van avanzando en gracia y luz, como su alma vuelve a su cuerpo metafóricamente hablando y como el proyecto de vida recobra de nuevo sentido, es algo que genera mucha alegría y realización a ambas personas, a quien acompaña y al acompañado.
Agradezco en sentido personal a todas las almas con las que vamos haciendo caminos juntos, tejiendo historia y resignificando vida. Con este caminar, también mi vida ha sido sanada, ampliada y restaurada.
Gracias por sanar, gracias por existir y gracias por la apertura a un mejor vivir.