Se abre el concurso para el reclutamiento y selección de candidatos aptos para el puesto de Presidente de la República. Comencemos temprano aunque el puesto quedará vacante en el 2020.
¿Por qué comenzar desde ahora? Precisamente ahora es cuando procede iniciar la depuración. Es el momento adecuado separar “la paja del trigo”. Ya la Junta Central Electoral ha fijado los plazos legales para la celebración de las primarias, que tendrán lugar el primer domingo del mes de octubre de 2019 y la apertura oficial de la precampaña que es el 7 de julio del 2019. Estos plazos han de ponernos en una situación de “alerta electoral”.
En vista de que no cualquiera puede ser Presidente, debemos “contratar” personas capaces, responsables, serias, de buenas maneras, honestas y confiables y con las cualidades necesarias para ser un verdadero estadista democrático, capaz de gobernar para todos y sólo para los de su partido y sus asociados y protegidos.
Muchos dirán: ¡Y si lo fue Lilís, qué más da! La mediocridad tiene sus defensores. Son muchos los que, en nombre de una democracia falsificada y acomodada a sus intereses particulares y grupales, apuestan a que “todos los ciudadanos”, eso sí, “representados” por ellos, deben tener la oportunidad de ser candidatos a este puesto. Hay otros más perversamente atrevidos que aseguran que en vista de que no hay candidatos debe quedarse el que lo está desempeñando actualmente.
Y no es de extrañar, en la política dominicana existen los verdugos y payasos de la democracia; los iluminados, los “convenientes”, los indispensables, los “reelegibles” y los autonominados. Y también los ineptos optimistas que cubren su insignificancia ética y política con carnavalescas campanas mediáticas y dineros anónimos. Esos se consideran exonerados de las pruebas precalificatorias.
En la exagerada lista de candidatos que circula hasta ahora figuran muchos “políticos lamentables”, alérgicos a los “filtros” y a los “exámenes” porque saben que sus calificaciones son muy bajas. Adoptan la piel de “candidatos falsificados” que apuestan a la suerte para que no descubran su ignorancia sincera. Y esto es altamente peligroso, porque como dijera Martin Luther King: “Nada en el mundo es más peligroso que la ignorancia sincera y la estupidez consciente”.
Si bien es cierto que existen algunos requisitos para desempeñar el puesto, hoy estos pudieran resultar insuficientes. El Artículo 123 de la Constitución de la República contempla que para ser Presidente de la República se requiere: 1) Ser dominicana o dominicano de nacimiento u origen; 2) Haber cumplido treinta años de edad; 3) Estar en pleno ejercicio de los derechos civiles y políticos; 4) No estar en el servicio militar o policial activo por lo menos durante los tres años previos a las elecciones presidenciales.
Pero no basta con ser mayor de edad y ser dominicano por nacimiento. Hace falta presentar un perfil politico y psicológico que garantice la mejor opción y la mejor elección. No se trata de elegir un “presidente fallido”, un cacique o un gobernador de una “media isla”, sino de elegir a un estadista democrático capaz de tomar las decisiones concretas en el plano económico y la consiguiente capacidad de procurar servicios sociales en un mundo globalizado que impone sus propios imperativos geopolíticos.
Si bien es cierto que en el texto constitucional prima una intención laxa que da cabida a la aspiración al puesto de cualquier ciudadano, no es menos cierto que la misma Constitución reclama otras garantías, tales como la capacidad de garantizar los derechos de los ciudadanos, tales como el derecho a la igualdad, la libertad y la seguridad de las personas, cuidar de los bienes públicos, la rendición de cuentas y, fundamentalmente, “cumplir y hacer cumplir la Constitución y las leyes de la República”.
La simple sospecha de que un determinado candidato puede resultar incapaz de “respetar y hacer respetar la Constitución y las Leyes” lo convierte en francamente objetable. Y con más razón, si hay indicios que las han violado y debilitado o que han permitido que otros lo hagan. También son objetables aquellos candidatos que tengan un prontuario de violaciones a la ética que ponen en tela de juicio su honestidad, su probidad, su decencia, su decoro y su respeto por la ciudadanía.
Resulta también importante identificar en los candidatos aquellas cualidades que les permiten alcanzar las metas de un gobierno democrático y aquellas otras que se lo impiden, y en algunos casos que les conducen a ellos y a su gobierno a la ineficiencia, a la ilegitimidad, a la corrupción y otros excesos nefastos. ¡Hay candidatos con vocación de corruptos y de corruptores! Es necesario examinar bien su “biografía politica y económica”, su fortuna y sus vínculos.
Deben ser “personas de palabra”. Capaces de plantearse metas alcanzables, en en el sentido de que sean políticamente factibles y viables en la práctica. Con capacidad organizativa para formar un gobierno con hombres probos y capaces, así como la habilidad de trabajar adecuadamente con otros equipos de todos los sectores. Y exhibir otras cualidades como liderazgo político, claridad en las políticas públicas, capacidad de procesar información, de tomar decisiones, e inteligencia emocional.
Aquellos candidatos y partidos que piensen que es mucho pedir, que se borren de la lista. También el pueblo habrá de borrar a otros muchos aspirantes que realmente no califican para el puesto. Que se depure y se reduzca la lista.
La Presidencia la Republica es un trabajo muy serio. Y no cualquiera puede ser Presidente de la Republica. ¡El pueblo tiene la palabra!