Hoy en día el hábitat en Villas Agrícolas es muy variado. Con el paso de los años la mayoría de  las casas de madera fueron reemplazadas por casas de cemento que se extendieron sobre los patios creando callejones con recorridos muy peculiares, ya que fulano o zutano se adueñó de espacios privados o públicos que no le pertenecían. Esos callejones tienen varias salidas, como el callejón de los Chismosos o el de los Obreros, y sus configuraciones no permiten el paso de carros.

Las casas de las partes “adelante” de las calles principales son muy a menudo “casas  de herencia”.  Eso significa que los primeros dueños, padres o abuelos, murieron y que la casita ha quedado siendo propiedad común de varios hermanos o primos que comparten el espacio con sus respectivas familias. Las que eran casas unifamiliares se han convertido en multifamiliares donde cada una de las habitaciones es compartida por una pareja y sus hijos y las partes comunes lo son por el conjunto de familias que conviven en el lugar. La vida de los habitantes se complica aún más cuando hay que hacer largos turnos para el uso del baño en horas pico para ir al trabajo o a la escuela. 

A menudo se elevan segundas plantas para que las nuevas familias que se van constituyendo se puedan mudar, o para alquilarlas. En la actualidad, en muchas calles del barrio han construido terceras plantas de manera a veces temeraria y sin ningún tipo de autorización. También han surgido algunos inmuebles que se alquilan por piezas o por pequeños apartamentos.

En la esquina de la calle San Juan de la Maguana con la avenida Máximo Gómez, el gobierno construyó hace más de 20 años multifamiliares: “Los Multi”, como los llaman.  Son un mundo en sí mismo, con sobre densidad poblacional en los apartamentos donde se arriman varias familias, con guarderías  privadas y escuelitas en los pisos y todo tipo de negocios legales e ilegales.

Los precios de las casas y apartamentos son prácticamente inasequibles para las familias promedio de la comunidad: una casa de dos habitaciones paga hasta 7,000 pesos mensuales de alquiler, y en lo que era el patio de la casa el mismo dueño alquila al mismo tiempo 5, 6, o 7 habitaciones.

Los apartamentos no son para todo el mundo; en la calle 23 esquina 25, en uno de los espacios más tranquilos del sector, los apartamentos conocidos como El Condominio se alquilan de 10 a 12 mil pesos. Dicen que solo quienes viven de las remesas de familiares, o damas que tienen algún enamorado o amigo, los pueden pagar.

Los patios han desaparecido. Muchos dueños han construido cuarterías en los que eran los patios de sus casas, aumentando aún más la densidad poblacional. Independientemente del tamaño de las casas, apartamentos o habitaciones, las transacciones se realizan siempre a través de un abogado del barrio que hace el contrato y se encarga de echar la gente y sus trastes a la calle en caso de incumplimiento en el pago. Por falta de espacio y en procura de la mayor rentabilidad posible, donde queda un hueco se construyen habitaciones para alquiler sin ningún tipo de servicios.

Una cuartería es un pasillo al aire libre que tiene de un lado, o a ambos lados, piezas con techo de zinc o con platos, generalmente sin servicio de agua. Los dos lados del corredor no pertenecen forzosamente a los mismos dueños, ya que la parte izquierda puede corresponder al patio de una casa y la parte derecha al patio de otra. Algunos inquilinos tienen dos piezas reunidas. Los dos lados comparten la misma toma de agua, baño e inodoro en el pasillo central y se consiguen por 3,000 a 3,500 pesos por habitación. Los precios de los humildes alojamientos varían si la cuartería tiene plato o techo de zinc, o si el agua y la luz están incluidas.

Hay muchas modalidades de cuarterías, algunas de las cuales son verdaderas cuevas. Visité una donde el pasillo para llegar atrás es tan  estrecho que una madre tuvo que botar el cochecito que servía de transporte común a sus tres niños de 1, 2 y 3 años porque no pasaba en el corredor. Hay otras donde una familia está separada de otra solo por un  cartón piedra, sin seguridad alguna porque con un golpe violento los vecinos de al lado terminan en la casa del otro. Sin importar la carencia de comodidades, cada parte de estas habitaciones divididas vale hasta 1,600 pesos mensuales. Las marquesinas de las casas también han sido acondicionadas para alquilarlas, las cierran y les ponen puertas. En medio de la sobrepoblación del sector, las familias no miran ni la seguridad, ni la comodidad, sólo aspiran a cubrirse del sol y protegerse de la lluvia.

Los servicios no han seguido el crecimiento poblacional de la zona. Hay varias escuelas públicas: la Escuela Básica Emilio Rodríguez Demorizi y la escuela Fe y Alegría, del lado norte; el Palacio Escolar España y el Club 12 Juegos,  así como el liceo Manuel Tavárez Justo y el INAIPI, del lado sur de la Nicolás de Ovando. Sin embargo, la demanda supera por mucho la oferta, habiéndose agudizado la situación con la implementación de la tanda única. Algunas escuelas privadas se han abierto para suplir las necesidades educativas.

El barrio no ofrece ningún lugar de sana diversión y la calle es el único lugar de esparcimiento de los niños y los jóvenes. Estos últimos se reúnen en los colmadones y  fuman “hookah”, o “juca”, según se prefiera escribir.  Hay un solo club deportivo establecido, el Club de los Pioneros, que tiene  su cancha. Hay otra cancha en lo que fue la piscina de un hotel, como resultado de la iniciativa de jóvenes de la Liga de Baloncesto Panamá que quieren una mejor suerte para la juventud.

En todo el barrio ha sido construido un solo parque infantil. Este se encuentra en el sector del Mercado; no tiene un sólo árbol y se encuentra, prácticamente, en la misma estación de transferencia de basura. Al igual que la sala de informática, inaugurada con mucho aparataje y que desapareció tiempo después por falta de mantenimiento, era parte de “los aportes” del sindico Roberto Salcedo a la comunidad como compensación por la instalación de la estación de transferencia de desechos sólidos en el pleno corazón de Villas Agrícolas.