En la década de los años 30 del siglo pasado existían todavía en la zona norte de Santo Domingo montes y campos que formaban parte de grandes fincas. Estaban, por un lado, los llamados “Potreritos de Benturita” que pertenecían al abogado Buenaventura Peña y colindaban con una parte del barrio San Carlos. Por el otro, se encontraban las tierras de Juan Bautista Vicini Perdomo, donde estaban ubicadas las villas de su esposa Consuelo de Marchena de Vicini, conocida como Consuelo Vicini.
Con la inauguración en 1936 de la avenida Máximo Gómez, que terminaba en lo que es hoy la calle Pedro Livio Cedeño, estas tierras se hicieron de más fácil acceso y, por tanto, más cercanas a la ciudad. Fueron los tiempos del inicio de la industrialización del norte de Santo Domingo -bautizada para la época como Ciudad Trujillo- con la instalación de La Manicera. Comenzó entonces a surgir la idea de construir barrios para obreros en esta parte de la capital.
Los Potreros de Benturita y los terrenos de Vicini Perdomo se convirtieron, a partir de 1940, en los barrios de Villa Juana y Villa Consuelo, asumiendo los nombres de Juana, esposa de Bentura, y de Consuelo de Vicini. La urbanización de Villas Agrícolas arrancaría poco después.
La ciudad creció enormemente durante la Era de Trujillo. Según el censo de 1920, realizado por el gobierno de ocupación, Santo Domingo tenía 26,812 habitantes. El censo de 1935 situó la población de la ciudad en 71,091 personas. Para 1950 el número llega a 181 mil, alcanzado la cifra de 370 mil en el censo de 1960.
El dictador, megalómano inveterado, trabajó con arquitectos e ingenieros de renombre para modernizarla. No obstante, sus propósitos fueron desbordados. Preocupado por celebrar con gran fasto los 25 años del inicio de su régimen, el tirano dispuso la realización de la Feria de la Paz y Confraternidad del Mundo Libre, lo que implicó la ejecución de grandes obras públicas que conllevaron gastos considerables.
Para poder construir todas las edificaciones de “La Feria” en el tiempo establecido se requirió mucha mano de obra. Se trabajó noche y día en tres turnos de ocho horas. Se trajeron personas de todo el país que luego no regresarían a sus lugares de origen. Se puede decir que la situación se salió de control y condujo a la formación de grandes barrios que desbordaron el trazo de las avenidas y calles diseñadas, llenando paulatinamente lo que eran las afueras de la ciudad y la rivera del río Ozama.
Cuentan unos moradores de la calle Félix Evaristo Morales de Villas Agrícolas que llegaron de un campo de San Cristóbal en esos años y se instalaron en una casita de madera alquilada en la calle 34. Como había muchos terrenos baldíos en los alrededores, en vez de pagar alquiler cogieron pedazos de tierra y construyeron pequeñas casas de madera con sus patios respectivos de buen tamaño. Así pudieron sembrar sus conucos de maíz, plátanos, guandules y frutas para complementar la economía familiar. La vida se desarrollaba todavía casi como en el campo. El trazo de las calles no era planeado y la gente pasaba de una calle a la otra cruzando por los patios de las casas. A diferencia de hoy, se trataba en general de familias mononucleares que se instalaban y construían sus ranchos, eran pobres pero no vivían amontonados como en la actualidad.
Uno de los resultados de este crecimiento un tanto desordenado es que hoy en día un lado de esta calle tiene títulos, la otra no. Entre los rumores que circulan en el barrio, uno de ellos señala que el actual alcalde de la ciudad, debido a su relación cercana con la familia Vicini, se propone desalojar a buena parte de los residentes de la calle. Cuando construyeron el Metro en la Máximo Gómez también circularon rumores de que iban a desalojar a las familias sin títulos. La gente además de vivir mal, de vivir en la pobreza y en la inseguridad, vive con la zozobra de perder su techo el día menos pensado.