No podemos afirmar que las cosas sean fáciles en una sociedad como la nuestra. Especialmente si tomamos en cuenta la gran complejidad de los fenómenos sociales y de la sociedad en sí misma. A veces tenemos que hacer malabares para que nos resulten, para que salgan adelante los proyectos y los planes que nos planteamos para resolver las tareas de la vida, especialmente por la competencia desleal, por la falta de respeto a los derechos y al acceso a oportunidades y facilidades, por los intereses encontrados o por el oportunismo que se constituye en traba para cualquier esfuerzo.

En el área empresarial, de negocios o el campo profesional, se es oportunista cuando se tiene o se muestra la habilidad para aprovechar los momentos propicios para realizar determinadas acciones, aprovechando circunstancias que pudieran obedecer a situaciones del azar, o a fallas de otros. Pero la línea entre el aprovechar las oportunidades y ser oportunista es muy delgada. Si bien es cierto es bueno aprovechar las oportunidades que nos brinda la vida para alcanzar nuestros objetivos de mejora o alcance de metas, como cuando coincidió mi propuesta de investigación para la maestría con los objetivos de trabajo del que se constituyó luego en mi asesor de tesis para dicha investigación, no es lo mismo ser un oportunista, término que se usa de manera peyorativa, debido a que tal conducta se asocia con intereses egoístas, poco éticos, que deja de lado toda consideración de valores con tal de llegar u obtener determinadas metas, como el padre que calumnia a la madre de sus hijos en el proceso de separación para justificar no pagar su manutención.

Según se cita, para explicar la diferencia entre el oportunismo y el aprovechar las oportunidades, “el organismo español Fundéu BBVA, asesorado por la Real Academia Española, lo define como la «actitud que consiste en aprovechar al máximo las circunstancias para obtener el mayor beneficio posible, sin tener en cuenta principios ni convicciones.» Por su parte, la oportunidad, del latín opportunitas, hace referencia a lo conveniente de un contexto y a la confluencia de un espacio y un periodo temporal apropiada para obtener un provecho o cumplir un objetivo.  En pocas palabras, para que haya una oportunidad, deben estar alineados los instantes o plazos ideales para lograr algo”. https://www.entrepreneur.com/article/316771

El tema de las oportunidades y el oportunismo se pone ácido en estos tiempos en que nos encontramos de campaña política. Y es un fenómeno muy extendido, sobre todo por la ancestral pobreza y exclusión de nuestros países, que sirve de caldo de cultivo para aprovechar, en este caso, el oportunismo político. Y los ejemplos que últimamente venimos observando en la manida cultura política de nuestros conciudadanos, hace que saltemos de asombro, aun, por la desfachatez de sus manifestaciones.

Y es que nuestras formas de oportunismo político se desarrollan y amamantan en una realidad cultural de atraso que arrastramos desde hace mucho. Hay quienes piensan que desde que “terminó” la dictadura, pero para mí que es un lastre de la conformación cultural de dependencia de unos grupos sobre otros, podríamos ejemplarizarlos con la historia de las Encomiendas, que, aunque se considere que eso ocurrió hace mucho tiempo, pero fue un hecho que marcó al ordenamiento social y la psicología de subordinación y obediencia frente al dueño de la hacienda, que nunca ha dejado de ser “el hombre blanco” en nuestro país.

Vemos así, que esta realidad histórica condiciona el comportamiento político de las organizaciones partidarias, en un ordenamiento que no trata de romperse, sino que se afanan por mantener: el uso del ejercicio de la política como trampolín del oportunismo en el aprovechamiento de cualquier situación, como si no hubiera otra forma de hacer política. Tenemos así entonces,  cómo la pandemia y sus consecuencias a nivel comunitario ha sido caldo de cultivo para el ejercicio del clientelismo, el uso vulgar de las dádivas para utilizar las ineficiencias que el Estado no se ocupa en resolver, manipular las carencias de la población en beneficio oportunista de cualquier político en campaña.

Otra forma en que se manifiesta el oportunismo político es con el transfuguismo. El cambio de una organización partidaria a otra con miras a la consecución de esos objetivos que SOLO A TRAVÉS DEL EJERCICIO DE LA POLÍTICA es posible lograr. Puesto que se debe estar en el lugar donde se llegue de manera más fácil y expedita, con el uso de cualquier medio, por supuesto. Con asombro asistimos a la novedad de que una parte de la generación joven se une al fenómeno del oportunismo político. Personas que no tienen tradición de participación en los menesteres de la sociedad, ni en movimientos sociales que han marcado los últimos 20-30 años de esfuerzos titánicos por una apertura más democrática y de derechos para TODA LA POBLACIÓN. Personas que jamás rindieron homenaje a las luchas por la liberación de la tiranía, sino que más bien la denostaron con la consabida acusación, importada de la alienación imperialista, de “comunista”. Personas cuyo único interés en 20 años ha sido mirar para su propio ombligo, que consideran el capricho una forma de complacencia para sus apetencias egoístas y lo que la sociedad hace o no hace para ofertarle beneficios y cumplirles el principio de ERES PORQUE TIENES. No, bajo estos principios no se construye la democracia, ni la sociedad con derechos, ni en la familia, ni en la empresa, ni con los pagos de impuestos, ni con el acceso al trabajo, ni a la educación o a la salud.

El oportunismo político de la novatada debe ser enfrentado como un problema social adicional, porque nuestra sociedad debe cambiar, debe dar apertura a la juventud que sí se esfuerza por la comunidad de manera legítima, en su vecindario, participando en cosas tan simples como promover la separación de los residuos, que estos jóvenes oportunistas, los niños ñoños, no son capaces de hacer. Debemos avocarnos a modificar esta situación de que se brinde oportunidad a los oportunistas para que sigan alimentándose del status quo, para que sigan reproduciéndolo mientras nosotros salimos perjudicados y vemos nuestras esperanzas de mejor futuro rotas por dar paso a ese oportunismo que hasta envuelve con un discurso bien elaborado, mientras nosotros pensamos que votar puede modificar las cosas. Es nuestro accionar consciente lo que lo logrará. Y debemos tener ojo avisor para que las cosas cambien, como en realidad lo queremos y lo necesitamos.