Apúntelo: En 174 años de historia republicana, por primera vez alguien comete un triple “delito político”: 1) Estrallarle sorpresivamente al gran jefe indio la renuncia nada menos que a un cargo ministerial; 2) Lanzar formalmente su campaña por la candidatura presidencial de un partido que arde por dentro como un horno de carbón, sin esperar que el señor mandamás diga si va o no a la reelección, o si pactará con un potencial sucesor (sea morado o de la “oposición”), y 3) Competir con el presidente de su propio partido, quien ya está en campaña. (A partir de ahora, a la temeridad hay que ponerle nombre: Francisco Domínguez Brito).