A raíz de un aumento de casos de sarampión en 2019, la OMS consideró el movimiento antivacunas como una de las mayores amenazas para la salud mundial señalándolo como responsable del repunte de esta enfermedad.

A medida que el mundo va avanzando en su largo camino en la vacunación en contra de la Covid 19, se manifiestan en cada país vacilantes y dudosos, antivacunas y complotistas que rehúsen la vacunación.

Con más de 3 milliones de muertos de Covid-19, la esperanza hoy reside en las vacunas. Más del 70% de una poblacion debería ser vacunada para lograr la inmunidad colectiva. Para que este objetivo se logre es prerrequisito que la mayoría acepte de buen grado vacunarse.

En la medida que la gran mayoría no está aún vacunada este es un tema que no tiene toda la relevancia que seguramente adquirirá en caso de que los rechazos pongan en juego la inmunidad colectiva.

El problema surgiría cuando los estados dispongan de todas las dosis necesarias y que todos los que lo deseen hayan sido vacunados.

Entre los argumentos de los anti vacunas se mezclan, según los países, varios puntos de vista como el recelo frente al Big Farma y a otras instituciones, preocupaciones sobre la naturaleza de las vacunas mismas, así como reticencias éticas y religiosas.

Me sorprendí sobremanera en días pasados con el rechazo a la vacunación por motivos religiosos de dos jóvenes profesionales expuestos al contagio por su contacto con niños.

A los movidos por su pertenencia a una iglesia se agregan los grupos de personas que, por los sombríos motivos de un supuesto complot internacional, prefieren tomar el riesgo de enfermarse.

A los anteriores se suman los tecnofóbicos, que rinden culto a la naturaleza, usan solo medicinas alternativas y reclaman el derecho a la libertad de controlar su cuerpo y el de sus hijos e hijas.

Para reaccionar frente a estas formas de pensar y de actuar se debe, por un lado, entender las incertidumbres y los recelos provocados por la pandemia, a los cuales se agregaron el impacto que provocó la carrera farmaceutica y los tiempos de fabricación acelerados de las vacunas. Por el otro lado, debemos confiar que con el tiempo se podrá influir sobre estas corrientes que no son siempre monolíticas.

Los fundamentalistas de distintas religiones rechazan de manera tajante la vacunación; entre ellos, los evangélicos pentecostales, una tendencia conservadora que se guía por el antiguo testamento y que está cada vez más presente en América Latina y en la República Dominicana.

Hay en todas las religiones franjas integristas. Así, comunidades judias y musulmanas ortodoxas se han preocupado por la posible presencia de gelatina de cerdo en los productos utilizados para estabilizar las vacunas. Las fake news que circulan sobre estos temas logran convencer a los más crédulos y complicar en varios países la aplicación de la vacuna.

La Iglesia católica llamó en un primer momento a elegir determinadas vacunas sobre otras, en base a su posición en contra del aborto, asumiendo que en el desarrollo de algunas vacunas contra la Covid-19 se utilizaron las llamadas líneas celulares cuyo origen podrían ser fetos producto de abortos.

Sin embargo, el Vaticano asumió luego rápidamente la posición de que, cuando no se disponga de vacunas "éticamente irreprochables", es "moralmente aceptable utilizar las vacunas contra la Covid-19 que han utilizado líneas celulares de fetos abortados en su proceso de investigación y producción".

El pensamiento antivacuna no es unificado y reúne diferentes posturas, como la de los complotistas, que tampoco tienen mucha coherencia entre sí, que pueden ser a la vez integristas religiosos o no, que acusan a China de haber fabricado el virus en sus laboratorios, creen que todo ha sido organizado y previsto de antemano por personas mal intencionadas con mucho poder, por políticos, científicos y hombres de negocios como Bill Gates, y que muchas veces rechazan al mismo tiempo el cambio climático y las vacunas.

Por otro lado, los partidarios de las medicinas alternativas ponen en duda la efectividad de las vacunas y se evitan todo riesgo, pero se aprovecharán de la inmunidad colectiva por el hecho de que los demás habrán asumido el riesgo de vacunarse que ellos rechazan.

Lo cierto es que si bien se puede desconfiar de la efectividad de las vacunas no es menos cierto que esto es lo que hay ahora y que esta actitud de rechazo tendrá consecuencias obvias sobre la salud, y también sobre la economía, haciendo que la pelea contra la pandemia dure más y la recuperación sea más larga y más costosa.

A través de una carta dirigida a los participantes de la XXVII Cumbre Iberoamericana, el Papa Francisco reitera que la inmunización extensiva contra el Covid-19 debería ser considerada un “bien común universal”, y pide más solidaridad entre los países para garantizar una distribución equitativa de las vacunas, "no basada en criterios puramente económicos, sino teniendo en cuenta las necesidades de todos, especialmente los más vulnerables".

Cuando alguien decide no vacunarse afecta no solo a su salud, sino también a la de su comunidad, impactando negativamente la inmunidad de rebaño: cuantas más personas estén inmunizadas contra una enfermedad, más difícil es que esta se propague.