Condenados, aislados, bloqueados, hasta perseguidos en algunos lugares, los antivacunas, que son millones, parecen gente de una sociedad distinta, de una galaxia extraña exhibiendo un comportamiento que, a los ya vacunados, les cuesta demasiado asimilar.

Los antivacunas expresan un hecho crucial de nuestro tiempo: la desconfianza de la gente ante todo lo que provenga de los gobiernos, las autoridades y sobre todo las grandes corporaciones y/o fortunas individuales.

Los gobiernos han engañado y estafado a la gente sin pudor; las autoridades han profanado y masacrado las investiduras que debieron dignificar, las corporaciones nos estafan en medio de perversidades inauditas y un grupo de tipos que nunca en su vida produjo un pote de mermelada exhibe fortunas inimaginables sin sonrojo.

Bill Gates, Marck Zuckerberg, Elon Musk, Jeff Bezos o cualquier otro supermillonario de hoy, no es solamente mas rico que cualquiera de los multimillonarios que le precedieron, sino que se enriquecieron mucho mas rápido, carecen de escrúpulos y de piedad y lo hicieron sin ponerle la mano a un tornillo, fabricar nada ni cultivar una mata de lechuga.  Ellos son la expresión mas acabada de la desigualdad y la injusticia y, con razón, se les atribuyen aviesas intenciones y perversidades. ¿Cómo puede nadie, en ninguna parte del mundo, confiar en estas personas, instituciones o corporaciones?

Los antivacunas, claro está, representan un componente enteramente racional pero están a su vez rodeados y acaso repletos de otras distorsiones. Unos que niegan la pandemia, otros que rechazan cualquier tipo de confinamiento y no faltan los que juran que cada dosis de vacuna contiene un chip microscópico para seguimiento.

Todo lo anterior nos lleva  a una realización teórica insólita: La lucha de los antivacunas, increíblemente, puede verse como una deformada lucha de clases pero los antivacunas no persiguen derrocar ningún régimen sino y solamente inutilizar las acciones decididas por aquellos que limitan su estilo de vida y restringen su libertad personal. Fuera del daño -por así decir- personal los antivacunas consumen sin mayores problemas la oferta de productos y servicios que suplen aquellos sindicados como inventores y manipuladores del Covid-19.

Ya no quemamos a nadie en la hoguera, no hay cepos ni cámaras de torturas para desmembrar victimas, pero esta conducta social tiene un parecido brutal con otros periodos de la antigüedad. En todo caso, sin embargo, pensemos: ¿donde puede ir una sociedad y una civilización donde todas las instancias dirigenciales que ya habían perdido el rumbo de la historia han quedado también despojadas de credibilidad y  legitimidad?