1.- Al momento de  recibir el título de doctor en derecho, el 25 de febrero de 1967, en la UASD,  tenía la posibilidad de aceptar  una beca de la que me hice acreedor por mis calificaciones, para hacer una especialidad en París, Francia, y luego regresar a trabajar como catedrático en mi universidad. También podía haberme quedado ejerciendo en la ciudad capital. Pero no, mi decisión fue volver a Santiago, mi ciudad natal, desde donde participé,  en unión de otros colegas, en la fundación de la Asociación de Abogados de Santiago, de la cual fui tesorero, secretario y  en dos ocasiones su Presidente. De igual manera, desde Santiago, activando como gremialista, accioné como expositor y organizador de los tres primeros congresos de abogados efectuados en la ciudad capital, Santiago y Bonao. 

2.- En mi Santiago querido, formé mi familia. De mis hijos, dos han ejercido la abogacía en la ciudad corazón y, ahora, próximamente, mi nieto de mayor edad  Yury Javier, va a ser investido en la PUCMM, como licenciado en derecho.

3.- He expuesto  lo anterior para significar que mi vida ha estado ligada a la profesión que he dedicado mi existencia en la actividad privada, en el foro, en la vida pública y siempre, específicamente, en la ciudad donde nací, me he desarrollado y quiero morir: Santiago de los Caballeros.

4.- Me he sentido impulsado a publicar este trabajo haciéndole esta introducción, porque en los últimos días he estado anímicamente impactado al tener conocimiento de que en Santiago, profesionales del derecho han participado en operaciones dolosas que espantan por los mecanismos puestos en ejecución, los cuales revelan que la capacidad y disposición intelectual, combinadas con los textos  legales, han servido para burlar el sistema judicial del país y despojar de propiedades inmobiliarias a sus legítimos propietarios.

5.-Este artículo cumpliría su objetivo si logra motivar a lo decente y honrado que hay en la Seccional del Colegio de Abogados de Santiago;  a lo que  sirve en la  Asociación de Abogados, y a las organizaciones  empresariales, de comerciantes y cívicas de Santiago, para que luego de investigar y conocer las ilegalidades practicadas por profesionales del derecho de esta ciudad, en complicidad con los de otras metrópolis, fijen su posición al respecto.

6.- En este momento de ofensa al  ejercicio honesto y decoroso  de los profesionales del derecho en Santiago, hago público la conferencia que dicté en el mes de febrero de 2014,  a instancia de la Seccional del Colegio de Abogados de Santiago, con el título: La ética en el ejercicio de la profesión de abogado. 

I.- La sociedad dominicana y el comportamiento de sus integrantes hoy 

7.- La organización económica, política, educacional, policial, militar y familiar está hoy afectada por esa una  crisis de fondo que llega a todas las familias, sin importar origen social y económico. 

8.- La conducta de la dominicana y el dominicano de hoy es la expresión de la sociedad dominicana enferma, la cual está pagando el costo social de una crisis de fondo, no coyuntural.  

9.- En el comportamiento de una persona se destaca la influencia de los padres, la escuela y los profesores; las instituciones del Estado, en fin, todo un conglomerado social que, aunque se define en forma aislada, representa una parte de un todo de lo que será la forma de proceder de un hombre o una mujer en sociedad. 

10.- Pura y simplemente, la sociedad dominicana está enferma; y su cura no está en medidas artificiales; hay que ir a la esencia del problema; el cambio no puede ser de fachada. La transformación ha de ser profunda, porque solamente así puede surgir un ser humano nuevo, con una conducta nueva, con una ética diferente a la actual; con el comportamiento de ciudadanas y ciudadanos que crean en las virtudes que adornan a los seres humanos por su actitud en el seno de la sociedad. 

11.- Si nos apartamos de las instituciones que integran el Estado dominicano, y lanzamos una mirada hacia la actividad comercial, al mundo de los negocios, al sector empresarial, también ahí observamos crisis.  No se puede decir, en honor a la verdad, que el comerciante, el industrial y el banquero de hoy es el mismo de ayer; la crisis ha arropado a toda la sociedad.  No hay nada por excluir: ni a las instituciones del Estado, ni al sector privado, ni a los vinculados con el comercio, ni a los que están relacionados con las profesiones liberales. 

12.- Con la idea anterior no quiero significar que todo está perdido. Dentro del orden social vigente se pueden crear mecanismos, instrumentos, espacios de lucha democrática, que hagan comprender a la generación actual que ella  tiene el compromiso de hacer cambiar de rumbo al país; que esto no puede seguir como hasta ahora; que a ella le corresponde dar los pasos para, sobre la base de esta sociedad en decadencia, ya enferma,  comenzar a dar pasos en firme que sirvan como punto de referencia hacia nuevos  horizontes de honradez, decencia, honestidad, desprendimiento, solidaridad y sentido de  compromiso cívico. 

II.- La profesión de abogado 

13.- Conociendo el medio social nuestro  comprendemos   el tortuoso camino  que ha tenido que  recorrer un  licenciado o doctor en derecho hasta llegar al ejercicio de su oficio, luego de transcurrido un largo tiempo  para   conocer  la fuente de su actividad  la cual descansa en las costumbres,  la doctrina  y la jurisprudencia.   

14.- A los graduados en la escuela y la facultad de derecho solo el tiempo los califica como abogados, letrados, jurisconsultos, juristas, jueces, árbitros o fiscales.  Pero no importa lo que han sido o son; lo que sí hay que tomar en cuenta es si han mantenido en su ejercicio profesional, aún en los momentos más difíciles de sus vidas, los principios sobre los cuales debe descansar su actividad, y han hecho suyo el adagio: “Quien comienza en juventud a bien obrar, señal es de no errar en senectud”. 

15.- El hombre o la mujer del derecho rebaja su obra o la eleva, con su actitud en la vida profesional, pública  y  privada.  La forma asumida ante un hecho va a ser juzgada no por una persona  actuando en función de juez o árbitro, sino por el pueblo, por la sociedad donde realice sus actividades, que es juez de las actividades humanas; principalmente en este ambiente, en este medio donde convergen tantos fenómenos sociales, políticos y económicos. 

16.- Los licenciados y doctores en derecho en la universidad aprenden los principios generales del derecho; les enseñan lo que son las instituciones,  las personas, las hipotecas, los privilegios en general; los principales contratos, los procedimientos, etc.  Pero en el ejercicio de la profesión encuentran todo un laboratorio en el cual deberán analizar fríamente cómo actuar y proceder. 

17.- El ejercicio de la profesión de abogado es un sacerdocio, y para cumplirlo cabalmente se requieren condiciones que muchas veces no dependen de las aptitudes personales del individuo. El medio influye de una manera determinante en la conducta del abogado.  

18.- La situación concreta de nuestro país, la base económica y social alrededor de la cual se levanta la estructura legal, muchas veces asfixia a algunos abogados y abogadas.  Pero aquellos que proceden de un hogar de sólidas costumbres vencen todas las adversidades, entierran las malas tentaciones, y por encima de sus necesidades más perentorias ponen los principios de la moral, la honestidad, la ética y la responsabilidad, no solamente como abogados y abogadas, sino también como hombres y mujeres de bien. 

19.- Lo fundamental es que cada profesional del derecho haga un aporte al país como hijo  de este pueblo; cómo servirle al país como profesionales?  Ejerciendo su profesión con altura, dentro de los principios de la ética y la honestidad, todo acompañado con espíritu de sacrificio y con mucha sensibilidad. 

20.- Las relaciones del individuo con la sociedad, la combinación del interés personal y el social ha sido siempre el problema principal de la moral.  Estas relaciones, que tienen su origen en determinadas relaciones jurídicas, económicas y que en cierto sentido son un aspecto de ellas, dejan su impronta en todo el accionar del ser humano, en las formas de su trato con las demás personas.  

 21.- Cada época histórica tiene su moral imperante; corresponde a cada  persona sin compromiso con el pasado, y no comprometida  con lo negativo del presente, levantar los principios sobre los cuales descansa la moral de los profesionales; la moral de un profesional sin egoísmo, sin prejuicios, sin apetencias personales desmedidas, en fin, un profesional digno de una sociedad  nueva que descanse en valores. 

22.- El o la profesional del derecho interesada por alcanzar la decencia debe  buscar la moral no en base a normas, sino en la existencia social de los seres humanos; comprender en virtud de qué ceden el puesto a otros principios una norma  de comportamiento; descubrir por qué es inevitable el triunfo de los principios y las normas de una moral nueva; para una sociedad nueva, para un profesional  nuevo del derecho. 

23.- El pueblo dominicano ha de  exigirle el máximo a sus profesionales, porque si es cierto que el sacrificio de sus padres es meritorio, no es menos cierto que la contribución del pueblo en general es determinante en  su formación, preparación y educación.   Particularmente los profesionales del derecho deben ser el mejor ejemplo y constituir un valor nuevo, sin vicios,  trabas ni  prejuicios sectarios, en fin, un valor puro, un valor inmaculado. 

24.- Las normas morales abarcan la conducta de las personas no solo en el marco de la vida privada, sino en todo el comportamiento del individuo respecto a las demás personas y a la sociedad. 

III.- La ética del abogado 

25.- Es de singular importancia  que  cada abogado o abogada  vea la ética como la  máxima expresión de la moral;  la forma específica de la conciencia social y profesional;  la piedra de toque del progreso moral del hombre  o la mujer que se pone  la toga,  no para hacer de ella el paño con el cual encubre sus actos negativos, sino la bandera negra que cubre el cuerpo de los hombres y las mujeres que luchan en los estrados por defender la verdad aun cuando esa verdad conlleve la puesta de su cuerpo exánime en la tumba. 

26.- Los postulados de la moral y la ética han de ser  parte integrante de las convicciones personales de cada abogado y abogada;  rasgos de su carácter,  las normas que rigen   los actos de su vida; la esencia del comportamiento personal, profesional, público y privado de cada uno  de los principales actores de los tribunales, y llevadas sus actitudes a la práctica   voluntariamente, por costumbre. 

27.- Las  actos corruptos, las maniobras extrañas en el ejercicio de la profesión de abogados y abogadas,  tienen  que ser eliminadas.  El ejemplo de  los profesionales  promiscuos  no puede ser imitado;  muy al contrario, frente a esas censurables conductas, portadoras de los  peores vicios de la sociedad dominicana,   los abogados y abogadas decentes deben mantenerse  vigilantes, levantando  como modelo de ética y moral a aquellos profesionales del derecho que, como el licenciado Francisco Porfirio Veras, don Lilo, y Joaquín Ricardo  Balaguer, Quinquin,   simbolizan y siguen siendo  la conciencia  y el ejemplo del abogado y la abogada  que ejerce su profesión honestamente. 

28.- Aquellos que argumentando el de que “ya toda la clientela está repartida entre un grupo de abogados” y que en lo adelante será muy duro subsistir en nuestro medio, son los mismos que se colocan al margen de la decencia y de la honestidad para pisotear la ética y la moral profesional.  

29.- Esa es la tesis, poco socorrida por feliz casualidad, de los que estimulan al ejercicio del tigueraje deshonesto de la profesión.  A esos pronunciamientos hay que ignorarlos; hay que tomar el ejemplo de los colegas que han resistido todas las tentaciones mezquinas y se mantienen firmes, teniendo como norte el ejercicio honesto y honrado. 

30.- El abogado o  la abogada  tiene que revestirse de un espíritu de sacrificio, y saber que como miembro de la sociedad donde ejerce su profesión debe   servirle no solamente a  aquel que va a su bufete con el “buen caso” que produce altos honorarios, sino también al desamparado de la fortuna, pero que defiende una causa justa. 

IV.- Los profesionales del derecho.  El dinero y la ética 

31.- Los profesionales del derecho no  deben desesperarse  en su ejercicio por obtener amplios recursos económicos; el dinero no da talento, capacidad ni méritos. Algunas veces solo sirve para satisfacer apetencias desmedidas. 

32.- La generalidad de las inconductas de los abogados y abogadas es fruto de su ambición por llegar a tener cosas materiales  utilizando como medio el ejercicio de la profesión, como si fuera tan difícil obtener dinero en un medio como el nuestro donde se ha llegado a aplicar el criterio de que todo se vale.

33.- Hacer dinero es tan fácil que hasta con un susto se logra adquirir esa mercancía, sin tener que permanecer veinte años estudiando. El que trafica con drogas pasa sustos, pero no ha requerido  estudios, sacrificios ni talento para hacer dinero. 

34.- La profesión de abogado no es para hacer riquezas, sino para aportar un servicio a la sociedad donde se ejerce; ella da prestigio y permite una vida digna y decente; aquel abogado o abogada que se desespera y persigue obtener  dinero sin importar los medios, termina mal, renegando de la ética y la moral profesional. 

35.- Conocemos colegas sumamente inteligentes, laboriosos, organizados, y con su ejercicio profesional han hecho una gran fortuna económica, pero poniendo sus buenas cualidades profesionales  para hacer dinero a la carrera, vulnerando la decencia y la ética  profesional. 

36.- Los abogados y las abogadas de Santiago tienen  hoy hombres y mujeres de la toga y el birrete que pueden servirles de ejemplo de buen comportamiento a la presente y futuras generaciones; ellos han sido y son ejemplos de superación, progreso y modelo de conducta en el ejercicio de su profesión.

37.- Si ayer Santiago contó en su matrícula de abogados y abogadas   con colegas como Manuel Ramón Cruz Díaz -Moncito-, Miguel Olavarrieta, Pedro Antonio Lora -Toñito-, Marcos A. Cabral,  Ramón García Gómez, y otros; hoy también en nuestro medio hay jóvenes, y no tan jóvenes, paradigmas  de buena conducta profesional. 

38.- Debo destacar, además, que la generalidad de los magistrados y magistradas que componen el Departamento Judicial de Santiago, hoy han continuado honrando con su forma de proceder el mérito  histórico que ha tenido esta ciudad de contar con funcionarios judiciales que, aun en el peor momento de descrédito del Servicio Judicial en el país, cuando el presidente de turno, doctor Joaquín Balaguerllegó a decir “que la justicia era un mercado”, que se vendía, la de Santiago se veía como una flor blanca en un pantano. 

V.- Reflexiones 

a.- Las palabras que contiene este trabajo no han sido escritas, ni han salido de la garganta de un monge, o  fraile del siglo pasado, sino expuestas por un ser humano  nacido aquí, en este medio preñado de  taras sociales presentes desde hace muchos años. 

b.- A  las abogadas y los abogados quiero decirles que formo  parte de la promoción de abogados y abogadas de la UASD, de 1967;  esto les dice que tengo en este oficio  cincuenta y tres años, lo que me ha permitido conocer  la parte fea y bonita  de la profesión, tratar con abogados y abogadas de todos los calibres, horados y ladrones, serios y sinvergüenzas. 

c.- Pero de las abogadas y los abogados tengo la idea formada de que los más son los mejores, los más honestos, los más dignos de ser imitados por la presente y futuras generaciones de juristas, magistrados, y  profesionales del derecho especialistas  en  todas las áreas. 

d.-  He  ejercido el oficio de abogado en forma intensa por  espacio de 53 años. De mi comportamiento como profesional del derecho no puedo hablar; solo pueden hacerlo aquellos  que han ejercido a mi lado, como  el doctor Domingo Gil y el licenciado Juan Reyes Eloy, así como  con  quienes he litigado, y los magistrados ante los cuales he postulado. 

e.- Hoy tengo un ejercicio profesional  pasivo; minúsculo, no por cansancio físico  ni intelectual, sino por la forma atropellante e irrespetuosa  como  ejercen algunos colegas ante los tribunales; para seguir en mi oficio como antes tenía que amoldar mi actitud a la intolerancia, grosería e impertinencia de desaprensivos  profesionales del derecho,  algo que no estoy dispuesto a tolerar. 

f.-  Laborando como abogado he vivido dignamente, y formé mi familia;  no he hecho fortuna económica; mi mayor satisfacción ha sido  que para vivir de mi oficio no he tenido que renunciar a mis convicciones ideológicas y formación doméstica. 

g.- A los  jóvenes profesionales  del derecho  les digo que poco importa su origen o condición social, color, religión o posición ideológica; si ejercen  la profesión con apego a la ética, honestidad, decencia  y responsabilidad, la sociedad  les acepta sin discriminación o desprecio alguno.  

h.-  Ningún abogado o abogada debe sentirse mal por el hecho de que escuche  a diario denuncias de acciones dolosas ejecutadas por colegas; eso es normal en el medio social  bajo el cual vivimos, y que cada día da signos de convertirse en un estercolero. 

i.- Los profesionales del derecho con ejercicio deshonesto no  se dañan en un santiamén, se corrompen  poco a poco  hasta llegar a la podredumbre. 

j.-  El abogado o la abogada no puede ser medio serio; serio intermedio, serio mediano, o serio incompleto; debe ser,  pura y simplemente,  íntegro, honrado, probo;  de una conducta y ética intachable reconocida por sus colegas, los magistrados y la sociedad en general. 

k.- Por último, quiero que mis colegas retengan este mensaje: El éxito de los profesionales del derecho no está en obtener mucho dinero de cualquier forma, sino   llegar al final del ejercicio  con el respeto y la consideración de  lo mejor de la sociedad de la cual forman parte.