En la cena familiar de fin de año conversábamos sobre series en Netflix. Mi hermano hizo la salvedad, y estuve muy de acuerdo con él, en que si la trama va excesivamente complicada, de esas que hay que retroceder constantemente para entenderlas, que uno no puede despegar la vista de la pantalla porque pierde el hilo, la suelta.
Yo cerré diciendo que de que me entiendan estoy yo. Y básicamente, la expresión definió mi intención para este 2019.
No soy de resoluciones. A mí me gusta que la vida fluya y que dicte, casi siempre, el curso de las cosas. Pero en ocasiones, a la vida hay que escribirle un guión, ponerle soundtrack, montar imágenes y pegarle un cierre.
El 2018 fue para mí el año de la independencia. Aprendí a ser más libre que nunca. Un año de muchos cambios, de grandes experiencias, estabilidad, mucho crecimiento, aprendizaje y desafíos que me demostraron a mí misma, más que a nadie, que uno está hecho de buen material. El año pasado enterré muchos miedos y a mucha gente.
Para esta fecha hace un año, me proponía pasar tiempo con mis hijos, construir recuerdos y momentos que duren para toda la vida. Les cuento que lo logré y que ahora quiero que se multipliquen.
Al año que recién comienza yo le tengo mucha fe. Y si me falla la fe, para la vida tengo disciplina, empeño, cariño, amor, trabajo y voluntad.
En el 2018 pretendo enterrar mis complicaciones y las dificultades que uno mismo se empeña en buscar y que muchas veces tienen hasta nombre y apellido.
Quiero cosas con valor, con esencia, de esas que uno sabe que son especiales y no se dan todos los días. Porque si, porque por qué no?
Quiero gente buena cerca de mi. Porque creo con certeza que esa buena onda se contagia. Quiero más trabajo, más enseñanzas, más consejos de gente sabia, más gente inteligente a mi alrededor. Quiero más familia, más amigos, más del día a día con mis hijos.
Pero no quiero solo pedir. Prometo dar más de mi en abundancia y en orden. Bien, como manda el librito. Sin esperar y sin interés.
Con el permiso de la vida, este será mi año sabático de las complicaciones innecesarias.
Por lo demás, las cosas malas, la gente mala vibra, la negatividad, las quejas, las criticas, el chisme, la indignación desmedida, las relaciones disfuncionales, los amores que huelen a fracaso y todo lo que me complique, por mí que ruede durísimo.