Nueva York.-La nueva política migratoria del presidente Donald Trump, que separa padres e hijos indocumentados en la frontera, tiene funestos antecedentes históricos.
Mantiene una gran pregunta sin respuesta, y causa escalofríos.
Me aterroriza pensar que el Gobierno Federal, como una banda de traficantes humanos, metió a más de 2,000 niños en un limbo jurídico y los movilizó libremente por el país.
Ni cuenta nos dimos.
¿Qué más puede estar pasando ahora y lo ignoramos?
Falta por responder, ¿Dónde están las niñas?, porque todos los videos y fotos son de niños enjaulados, no se ve ni una niña.
Se vieron algunas en un video filmado pasado la media noche sacándolas de un refugio de Harlem.
Cualquier cosa puede pasarles y la triste verdad, por más que griten y hagan ruido algunos “liberales” estadounidenses, es que nadie pagará ninguna consecuencia.
Esta sociedad tolera los crímenes y abusos contra sus propios hijos y no hace nada. Imagínense la cantidad de niños masacrados en las escuelas y nada hacen para cambiar esa realidad. Entonces, menos les interesará el destino de estos niños indocumentados, que previamente fueron demonizados.
Trump los devaluó como criminales, violadores sexuales, traficantes de drogas, entonces, ¿A quién le importa el destino de esos devaluados y sus hijos?
Devaluar la humanidad del indocumentado le asegura el trato que le dieron a los africanos esclavizados, los aborígenes norteamericanos, los judíos y los izquierdistas sudamericanos.
Miembros de familias esclavizadas fueron vendidas en diferentes mercados terminando en diferentes destinos sin volverse a ver jamás. También les pasó a los nativos de Norteamérica y a los judíos.
Los militares sudamericanos asesinaban izquierdistas, luego regalaban a los hijos de los ejecutados, a parejas de militares sin hijos.
Trump deja su impronta en los anales de la infamia, la degradación, la devaluación y la depravación humana.