La llegada, tanto esperada, de las primeras dosis de vacunas a nuestro país y la puesta en marcha del plan nacional de vacunación nos motivan a algunas reflexiones.

Dejando para otro u otros artículos temas no menos importantes, como el plan de vacunación, la actitud de la población hacia la vacuna, y la relación de las mutaciones del virus con las vacunas, en éste volveremos a tomar el tema de la repartición de las vacunas de parte de las empresas productoras entre los distintos países.

Hablaremos sobre todo de números: su fría realidad comprueba cuánto tenía razón el presidente Abinader, lamentando, hace unos días, la falta de solidaridad de los países ricos.

Esos números, que presentaremos en una Tabla al final, son fríos, pero no mudos y nos permitirán varias consideraciones que complementan las reflexiones que hicimos hace unos días.

Al momento de redactar esta nota, 17 de febrero, la Johns Hopkins registraba 183.628.318 vacunaciones en su actualización de las 7.50 a.m. (AST), que, obviamente sin considerar todavía las primeras vacunaciones de República Dominicana (373 según esa base de datos en la mañana del 18), presentaba los datos de 81 países (algunos como Gibraltar o la Isla de Man no son países, pero aparecen en forma individual).

Esto significa que más de la mitad de los países del mundo todavía no han visto la vacuna, que en otros ha llegado en cantidades exorbitantes, suficientes para vacunar una fracción importante de su población y en algunos casos inclusive varias veces.

Tampoco la repartición entre los 81 países es equitativa. Los primeros diez países han tenido la posibilidad de suministrar el 82.4 % de las casi 200 millones de dosis, el segundo grupo de diez países el 11.2%. Esto ha dejado a los demás 61, un mísero 6.4%.

En esta repartición la participación de los países de América Latina se limita a pocos datos y la de África peor. Esto nos permite analizar con bastante detalle qué pasa en América Latina y nos obliga a limitar la discusión de África a escuetos comentarios, lo cual, como quedará claro a quien tenga la paciencia de leer esta nota hasta el final, de ninguna manera pasa por alto la gravedad de lo que pueda ocurrir en ese continente.

En el caso de América Latina se ha realizado el 5.4% de las vacunaciones, dato a primera vista aceptable. Después de todo, la población de América Latina es el 5.6 % de la mundial. Pero la comparación con el dato de los continentes o subcontinentes que comparten con América Latina el ser los más afectados por la pandemia nos cuenta otra historia. La población de Estados Unidos y Canadá es el 4.8% de la mundial, es decir el 10 % menor de la latinoamericana y en esos dos países se ha suministrado casi el 31% de las vacunaciones, es decir 6 veces más que en América Latina. En la Unión Europea (obviamente sin contar el Reino Unido donde se ha suministrado poco menos del 9% de las vacunas) las vacunaciones han sido más del 12% del total, siendo, también en este caso, la población de la Unión Europea comparable con la de América Latina.

Las desigualdades en América Latina son un capítulo aparte. Ese 5.4% resulta, en grandísima medida, de lo que han hecho solamente tres países: Brasil, que con su 3.1 % del total contribuye al 82.4% del primer grupo, del cual ocupa el sexto lugar, Chile, que está en el grupo de los segundos diez (lugar 14) y tiene un 1.3%, y México, en el lugar 21, con el 0.5 % de las vacunaciones totales. Esto deja a los otros países un residuo del 0.5%.

Es banal decir que esto demuestra que es imposible caliificar lo ocurrido como equitativo, adjetivo usado a menudo por los líderes de los países avazados, última vez en el G20 de Abu Dhabi.

Esperamos equivocarnos, pero las perspectivas a mediano plazo no parecen mejores. Por un lado, la producción de vacunas no ha ido de la manera fluida esperada. Instructiva al respecto es la declaración, hace una semana, de la presidenta de la Unión Europea, según la cual “ hemos sido demasiado optimistas con la capacidad de producción y quizás estábamos demasiado seguros de que lo que habíamos encargado y pagado se nos iba a entregar a tiempo” porque “globalmente hemos subestimado las dificultades que lleva consigo la producción en masa”.

En Europa se ha propuesto destinar 10000 millones de euro al aumento de la producción de vacunas. ¿Se podría hacer algo parecido en América Latina? El programa conjunto entre Argentina y México, que prevé que Argentina provea a México los insumos para que en México se finalice el proceso de producción, debería entrar pronto en la etapa de producción. La meta es 250 millones de dosis, lo cual debería permitir apoyar las campañas de vacunación de muchos países de América Latina. Pero, ¿cuándo se cumplirá con estas metas? Hace una semana, el antígeno recibido para ser envasado en México era suficiente solamente para 12 millones de dosis.

Nuestras dudas no se limitan a la producción. Otro gran problema es el acaparamiento de las vacunas por parte de los países ricos. Y no nos referimos a su capacidad de ofrecer a las farmacéuticas productora precios mayores, en una lógica de mercado, sino a su compra, ni fueran compradores compulsivos, de cantidades de dosis innecesarias en relación con su población. Esto puede tener explicaciones en problemas de política interna, o en incertidumbres acerca de los tiempos de entrega, pero llama la atención que se sigan firmando nuevos contratos, copando en medida creciente la producción prevista para este año. Y mientras las metas de vacunación total en esos países son en unos meses, la OPS prevé que solamente en diciembre se logrará llegar a poder vacunar 7.1 millones de dominicanos.

Hace unos días, el presidente Abinader recordó haber solicitado de una empresa productora, Moderna, que, en vista de sus previsiones acerca de los tiempos de entrega, se llegara a un acuerdo para la producción local de la vacuna. Es algo que, como escribimos hace unos días, sería posible, con una inversión razonable que el Presidente ha confirmado que el Gobierno está dispuesto a hacer. Sin embargo, hubo una negativa, o un fin de non recevoir, a la solicitud de venta del derecho de producción.

Naturalmente, la imposibilidad de llegar a un acuerdo con Moderna no significa que se deba abandonar esta idea de un gran esfuerzo nacional para producir la vacuna, eventualmente en colaboración con otros países latinoamericanos, también si es posible que los resultados no se vean en lo inmediato.

Se está poniendo una vez más el dilema entre salud y economía, tema, en los momentos peores del brote, de los debates sobre la oportunidad de confinamientos y medidas de mitigación, dado su impacto en la economía de un país. Pero, en este caso la cancha de juego es mayor:

¿Es más importante la salud a nivel mundial o el interés de las grandes empresas farmacéuticas?

Es innegable que, sin su esfuerzo extraordinario (aunque sostenido a menudo por financiaciones públicas), hubiera sido impensable tener una vacuna en menos de un año. Pero si no se hace un esfuerzo para permitir que llegue a todos los países, el precio que pagará la economía mundial es incomparablemente caro, y hay riesgo de que la pandemia siga azotando el mundo, gracias a sus mutaciones. Estas consideraciones deberían determinar decisiones políticas en los países sede de esas farmacéuticas, y posiciones fuertes de la OMS y de las Organizaciones intergubernamentales competentes geográficamente.

Ya no se vuelve a oír hablar de la posibilidad de precios diferentes para los diferentes países, o, mejor dicho, si esto ocurrirá, será subordinado a haber satisfecho la demanda de quien puede pagar más, como ocurrió en el caso de Israel o de los Emiratos Árabes Unidos, que han podido así vacunar el 78% y el 53% de su población. Pero sería infantil tomar estos casos como blanco de polémicas, considerando que ambos países fueron parte activa en el proceso de pruebas y que de todos modos el impacto de estos casos en el mercado mundial es marginal o mejor dicho nulo, tratándose de países de pocos millones de habitantes.

La propuesta que hubiera podido resolver muchos de los problemas de los países que no pueden permitirse participar a una subasta cuyos precios iniciales ya son caros para ellos, es la liberalización de las patentes de las vacunas para el COVID-19. Esta propuesta fue presentada en diciembre por India y Sur África que solicitaron que la Organización Mundial del Comercio suspendiera los derechos de propiedad intelectual, para tecnologías, medicamentos o vacunas contra el COVID-19, al menos hasta cuando se alcance la inmunidad colectiva.

La propuesta, vista con favor por la OMS y por organizaciones como Médicos Sin Fronteras, puso en evidencia una diferencia raramente tan marcada entre los países del Norte y los del Sur. Una gráfica que tomamos de un excelente artículo de Alejandra Agudo en El País1, da una imagen visual clarísima de esa diferencia. Se refiere a la posición de los países acerca de esa propuesta. La acumulación de los puntos rojos, de los países en contra es impresionante.

Los 99 países a favor son mayoría en la Organización Mundial del Comercio (OMC), pero esto no les permitió, en la reunión del 17-18 de diciembre del Consejo General de la OMC, obtener más que un pulido reconocimiento en el informe sobre el tema publicado unos días después2. ” Los compromisos anticipados de mercado (AMC) … negociados por gobiernos nacionales han sido criticados por cuestiones éticas y razones de efectividad médica, por sesgar la distribución de vacunas sobre la base de la capacidad de pago, en lugar de razones médicas. También se ha argumentado que … los gobiernos que suscriban un AMC para una posible vacuna que no demuestra evidencia de seguridad y eficacia corren el riesgo de no tener inmediato y suficiente acceso suficiente a otras vacunas exitosas. Estas preocupaciones se han reflejado en declaraciones de algunos miembros de la OMC.

Los datos de las primeras entregas muestran de manera incontrovertible que las empresas productoras han privilegiado en las entregas a algunos compradores. Si esto ha sido objeto de quejas inclusive de la Unión Europea, es fácil entender cuánto tienen derecho de recriminar los países de América Latina y África. Es comprensible que problemas de abastecimiento de los insumos necesarios puedan haber causado atrasos en la producción, pero esto no puede justificar la inmensa diferencia entre las dosis entregadas a los países ricos y a los países menos ricos (si y cuando han sido entregadas).

Mientras aquí y en muchos otros países esperábamos, grandes cantidades de dosis han sido provistas por Pfizer y Moderna a los países ricos. La consideración de que la investigación fue financiada ampliamente con fondos públicos no es suficiente para aceptar callados los datos de la Tabla siguiente.

En su primera columna aparecen los diez países con el mayor número de vacunas suministradas, en la cuarta los siguiente diez y en la séptima los países de América Latina que, a la fecha del 16 de febrero, habían empezado a vacunar. En las columnas a lado se presentan, para cada país, los porcentajes de todas las vacunaciones y de las completadas con la segunda dosis, calculados haciendo referencia a su población.

País Vac 2 dosis País Vac 2 dosis País Vac 2 dosis
EE.UU. 16.51 4.49 Italia 5.16 2.14 México 0.71 0.07
China 2.82 Francia 4.44 1.06 Costa Rica 1.90 0.84
Reino Unido 23.75 0.80 España 5.61 2.35 Panamá 0.29
India 0.65 Chile 12.43 0.29 Ecuador 0.04
Israel 78.09 31.05 Polonia 5.10 1.74 Perú 0.33
Brasil 2.64 Marruecos 5.16 Bolivia 0.09
E.A.U. 52.56 Indonesia 0.58 0.18 Brasil 2.64 0.13
Turquía 5.49 0.11 Canadá 3.46 Guyana 0.08
Alemania 5.11 1.76 Rumania 6.22 2.50 Chile 12.43 0.29
Rusia 2.67 1.16 Bangladesh 0.83 Argentina 1.35 0.53

Si se pueda considerar estos datos equitativos y reconocer que la pandemia es vista como un problema global que requiere de acciones coordinadas y generales lo dejamos al juicio del lector.

Hemos dejado por última la situación en África. No engañe el dado de Marruecos. Solamente dos países grandes han empezado a vacunar, Argelia (33 vacunaciones) y Egipto (1315), pero sus datos no han sido actualizados, así como los de Mauritius. Las Islas Seychelles, meta turística de los países ricos, han vacunado casi el 20 % de su población.

No hay palabras para comentar la inmensa gravedad de esta situación. Hoy el British Journal of Medicine (BJM) publica un artículo muy riguroso al cual reenviamos por mayores detalles, que estima que en Lusaka, capital de Zambia, entre julio y septiembre, el COVID-19 causó al menos el 15% de las muertes3. Un aspecto muy preocupante es que el 70 % de los fallecidos murieron en casa y nunca habían tomado pruebas. El grupo, que tiene experiencia plurianual en análisis postmortem de casos de enfermedades pulmonares, sugiere que Lusaka no debería ser un caso atípico y que datos análogos se habrían conseguido en otras realidades. Esto impone en primer lugar que la Comunidad internacional apoye urgentemente los países africanos para que puedan ejecutar las pruebas necesarias y sobre todo para que África pueda, lo antes posible, empezar una campaña de vacunación.

Queremos concluir con dos citas a nuestro modo de ver muy pertinentes.

Los autores del estudio recién citado afirman: “La llamada paradoja africana ha sido el foco, en revistas destacadas, de varios editoriales que han propuestos varias teorías explicativas. Éstas incluyen una inmunidad colectiva de reacción cruzada inducida por la exposición a otros coronavirus, la estructura de edades más joven de las poblaciones africanas, la cual permitiría que sus poblaciones toleren mejor el COVID-19, la experiencia adquirida durante la crisis del Ébola que permitió a las agencias de salud pública de África contener el COVID-19 mejor [que en otras regiones], la generación, gracias a ciertas vacunas vivas atenuadas, de robustas respuestas inmunes innatas no específicas, protectoras también contra el COVID-19. Postulamos una explicación más banal de la paradoja de África: datos insuficientes. África es el continente más pobre del mundo. La vigilancia de enfermedades requiere muchos recursos y lleva tiempo actualizarla contra nuevos desafíos que se magnifican en una emergencia sanitaria mundial. Identificar las muertes por covid-19 podría ser un desafío en países con recursos limitados para establecer nuevos sistemas de vigilancia de enfermedades, particularmente en países con tasas de mortalidad de fondo ya elevadas.”

La segunda cita, talvez quien lea esta nota la recuerde, porque la presenté en una nota anterior, es de Salim Abdool Karim, presidente del Comité asesor Surafricano para el coronavirus quien afirmó: ”Para mí, sería inconcebible que un país como los Estados Unidos o el Reino Unido comenzara a vacunar a los jóvenes de bajo riesgo, cuando aquí en África ni siquiera hemos comenzado a vacunar a los trabajadores de la salud y a los ancianos”.

Esto está ocurriendo.

El estudio del BJM nos asegura que “inconcebible” es un understatement.

1-    Alejandra Agudo, Choque entre el norte y el sur por las patentes covid-19, El País, 10 de diciembre, 2020

2-    World Trade Organization, Developing and Delivering COVID-19 Vaccines Around the World, 22 de diciembre 2020

3-    L. Mwananyanda et al., Covid-19 deaths in Africa: prospective systematic postmortem surveillance study, BMJ 2021;372:n334