Nada basta a Mutis para asumir el desastre; lo cual quiere decir que, así como a Maqroll el Gaviero no le conviene la destrucción en la pureza de ruina, tampoco puede marcar sus límites la idea de totalidad: todas las cosas afectadas o destruidas, los dioses y los hombres aventureros devuelta a la ausencia, la nada en lugar de todo, es demasiado y demasiado poco.

El fracaso del personaje de Mutis no es Mayúsculo, tal vez hace vana la muerte; no se supone, aunque lo supla, al intervalo de morir. A veces el morir nos da (su razón probablemente) el sentimiento de que, si muriésemos, escaparíamos del desastre, y no de entregarnos a él –por eso la ilusión del fracaso de Maqroll el Gaviero lo libera del mismo.

Maqroll el Gaviero es un aventurero, un marino repleto de extrañas filosofías, un ambiguo contrabandista con un extraño sentido de honor, siempre enfrentado a riesgos y aventuras sin fin, mezclado en negocios más bien dudosos pero en los que su integridad moral, más atento a los hombres y a las mujeres que a las leyes y reglamentos, le lleva repetidos fracasos en puertos oscuros, sinuosos burdeles, al borde del delito pero siempre repleto de una extraña pureza, a través de la derrota y la fuga (Rafael Conte). Maqroll el Gaviero es un personaje moribundo siempre a punto de empezar:

Y así seguía indefinidamente mientras el ruido de las aguas

ahogaba su voz y la tarde refrescaba sus carnes laceradas

por los oficios más variados y oscuros.

Poder verbal e imaginario: poder, en primer término, de metamorfosis. Y metamorfosis, en primer término, a su vez, de la persona. En efecto, el yo poético de Mutis es una continua traslación: máscara, metáfora, invenciones. Casi ninguno de sus textos es la expresión de un yo elocutivo personal o meramente biográfico: elocutivo, ese yo es el de un observador distante y a la vez implicado en lo que ve, o de un “personaje”. De manera significativa, como es perceptible en un texto, la naturaleza del yo íntimo es la no existencia (ese que no fuiste, ese que se murió/detanto ser tú mismo lo que eres), y, más revelador aún, es en esa ya imposible encarnación del yo donde éste pudo encontrar la clave de (su) breve dicha sobre la tierra.

La obra de Mutis revela el mapa de las fuerzas deteriorantes que trabaja en el ser humano, en la naturaleza y en la sociedad. El deterioro es una fuerza resultante de la usura del tiempo que va trabajando sin medida ni término a hombres y a mujeres, desgastando no sólo su cuerpo sino sus más preciosas esencias emocionales y espirituales. Es la fuerza que va comiendo, digámoslo así, a todo ser viviente.

En Mutis esta es la conciencia que se privilegia y allí reside el decir de su poética y el principio de enunciación de su narrativa. El dolor funciona en la obra como una categoría aglutinante que adquiere un poderoso relieve de desgaste. Lo más obvio es el desgaste físico del ser humano que además forma parte central de todos sus textos. Iniciando con un hecho tan visible como la enfermedad, la progresión va en aumento pasando por la miseria, el olvido, la angustia y la soledad (todas ellas experiencias indicadoras de fracaso y de desorden), hasta llegar al hecho que le da y simultáneamente le quita toda significación a la vida: la muerte.

Cualquiera que sea la perspectiva que entonces se adopte esa identidad se ha perdido (el yo deseado) o permanece pero sólo precariamente (el yo biográfico). Este hecho, sin embargo, no deja de ser estimulante; le permite a Mutis la fabulación de otro yo, de otras vidas y fantasmas.

Cuando relato mis trashumancias, dice Mutis, mis caídas, mis delirios… y mis secretas orgías, lo hago únicamente para detener, ya casi en el aire, dos o tres gritos bestiales, desgarrados gruñidos de cavernas con los que podría más eficazmente decir lo que en verdad siento y lo que soy.

Esto se debe a la dialéctica del desgarramiento del yo, en la cual uno de los factores no deja de ser su propio contrario. No puede darse una definición directa (no dialéctica), ninguna forma de desesperación; es preciso que siempre una forma refleje a su contraria. Sin dialéctica se puede describir el estado del desesperado en la desesperación, como hace Mutis, dejando que Maqroll el Gaviero hable por sí mismo. Pero la desesperación no se define en Maqroll el Gaviero, sino por su contrario; y para que ella tenga un valor artístico, la expresión de desesperación es una situación deseada del valor contrario de los personajes de Mutis. Por lo tanto, en la vida ficticia de Maqroll el Gaviero, que ya se cree infinita o que quiere serlo, cada instante mismo es desesperación y angustia.