Quizás no tengamos todavía los embutidos perfectos (tanto por ciento de proteínas, cero por ciento de venenos lentos y cero por ciento de mierda). Es posible que todavía tengamos que seguir echándole un ojo al gato y otro a una industria cárnica inescrupulosa, pero con tanto poder político que hasta dicta las normas de calidad oficiales que más le convienen. Pero lo cierto es que Altagracita Paulino, con la honda de David, por lo menos aturdió valientemente a Goliat, que ahora tendrá que andar pianito para recuperar la confianza permanente de este pueblo.