“Yo creí de buena fe que lo que más aquejaba a la sociedad de mi país era la sed de justicia, y desde mi advenimiento al Poder procuré ir apagando esa sed eminentemente moral y regeneradora. Pero otra sed aún más terrible la devora: la sed de oro” (Ulises Francisco Espaillat, presidente de la República, 1876).

En nuestro artículo de la pasada semana compartíamos algunas reflexiones ético-políticas a propósito de haberse celebrado en el país, el pasado 29 de abril, el Día Nacional de la Ética Ciudadana, una celebración que se viene conmemorando desde el año 2005 desde que, como fruto de la propuesta de un conjunto de organizaciones e instituciones educativas, se instauró la celebración anual de El Día Nacional de la Ética Ciudadana, mediante el decreto 252-05 del Poder Ejecutivo, coincidiendo con el día que comenzó el ejercicio del poder del que ha sido considerado como el gobernante más honesto de la historia de la República, Ulises Francisco Espaillat (29 de abril de 1876).

En la entrega de esta semana nos referiremos a algunos temas relacionados  con la situación ambiental, a su  preservación y al cuidado de los recursos naturales -y en particular de Loma Miranda- por parte de las instituciones, comunidades y personas conscientes y con capacidad de lucha.

No es un secreto para nadie que estamos ante una gran crisis ambiental que sobrepasa los límites de un país, de una región, de un continente y que se ha convertido en un problema planetario. En nuestra tierra estamos viviendo en estos momentos una temporada de una fuerte sequía, dicen los entendidos que como fruto de El Niño, un fenómeno climático relacionado con el calentamiento del Pacífico oriental ecuatorial, que tiene su influencia en América Latina, en el Caribe y en América del Norte.

En estos momentos de una fuerte sequía en el país, que trae como consecuencia  la falta de agua para tomar, para la agricultura, para la limpieza y para mover la hidroeléctricas son particularmente graves los incendios forestales que se han desarrollado en varias zonas del país y mucho más grave aún, cuando hay evidencias de que algunos de estos incendios han sido provocados, con la intención expresa de grupos poderosos de hacer dinero con la madera de los bosques que protegen las cuencas altas de nuestros ríos, como en el caso de Valle Nuevo, Los Haitises y Loma Miranda, entre otros.

Lo sucedido recientemente en el área de Loma Miranda es particularmente revelador; al mismo tiempo preocupante y esperanzador. Preocupante porque la minera Falcondo sigue considerando la zona como algo de su propiedad y tiene la esperanza de poder seguir cortando los árboles, comprando y sobornando voluntades en el Congreso y en el Ejecutivo para extraer los minerales que están allí. Y esperanzador porque hay un grupo de gente, de organizaciones e instituciones que están vigilantes, firmes  y dispuestos a preservar y defender ese pulmón natural.

No hace mucho tiempo los defensores de Loma Miranda denunciaron que Falcondo estaba cortando árboles de esta montaña y sacándolos en camiones, sin que las autoridades de Medio Ambiente se dieran por enteradas. Ante la pregunta de un periodista al Ministro de Ambiente de si estaba enterado de este corte indiscriminado de árboles, Bautista Rojas Gómez se limitó a decir, cínicamente, que sí estaba enterado, pero que a la minera no se le había dado permiso para seguir cortando y comercializando los árboles.

El diario digital Acento publicó cómo en Loma Miranda, se encontraron envases conteniendo gasolina presumiblemente utilizada para incendiar el bosque; lo cual es un indicio de que, al menos en este caso, hubo manos criminales, probablemente relacionadas con los intereses de la minera canadiense. Sin embargo a pesar de esta denuncia, las autoridades de Medio Ambiente, tampoco se han dado por enteradas. Y el problema es que cuando se priorizan los intereses de los grupos económicos y partidarios, tanto nacionales como internacionales, a las necesidades de las mayorías populares, se intenta  justificar un real atentado contra la vida de todos los seres vivos que viven sobre esta isla.

A partir de lo expresado en éste y en nuestro anterior artículo podemos concluir que la celebración del Día Nacional de la Ética Ciudadana nos presenta un gran reto: recuperar el sentido de la ética y la verdadera política ciudadana, en los hechos y en las palabras y a todos los niveles: desde la comunidad, el barrio, la familia, las organizaciones sociales, los grupos partidarios, los grupos religiosos, las instituciones educativas… Todas y todos tenemos el desafío de fortalecer nuestra conciencia ético-política, nuestras prácticas éticas y ciudadanas, priorizando el cuidado del entorno social y natural y los principios y valores que puedan sustentar  la construcción de una sociedad justa, participativa, e incluyente.