El bienestar psicológico y la felicidad andan juntos, cuidémoslos.

Al intentar organizar mi mente respecto al tema del coronavirus y la cuestión de las vacunas con el fin de comprender todo cuanto se dice y se hace al respecto y, de esa manera, desarrollar las actitudes más convenientes para mi bienestar y salud, me he estado haciendo algunas preguntas, además de indagar acerca de sus posibles respuestas, que quiero compartir con ustedes y, de esa manera, contribuir con el mantenimiento de su bienestar.

  1. ¿Quién es el llamado coronavirus y su funcionamiento o desarrollo? Los llamados coronavirus son una extensa y antigua familia de virus, siendo el SARS-CoV-2, su última manifestación. Su nombre le viene por la particular forma de su superficie que presenta puntas en forma de corona. La Organización Mundial de la Salud señala que esta familia de virus puede causar enfermedades tanto en animales como seres humanos. Generalmente a nuestra especie los coronavirus causan infecciones de tipo respiratorias, que pueden manifestarse como un resfriado común a enfermedades más graves como son el síndrome respiratorio de Oriente Medio, conocido como MERS y el síndrome respiratorio agudo y grave, conocido como SARS. Aunque en su mayoría los coronavirus no son peligrosos manifestándose de manera general como un refriado común, el nuevo virus coronavirus que enfrentamos, el SARS-CoV-2, tiene características que lo hacen más virulento. Para mayor información visite Qué son los coronavirus, cuántos hay y qué efectos tienen sobre los humanos – BBC News Mundo; también… Virus SARS-CoV-2 ¿Qué se sabe al momento? (medigraphic.com)
  1. ¿Por qué y para qué la vacuna? Todas las vacunas tienen la función de preparar al sistema inmunológico para reconocer y combatir a determinados tipos de virus que causan alguna enfermedad. Es decir, ponen en marcha las defensas naturales del organismo y, de ese modo, reducen el riesgo de contraerlas, según señala la OMS en su página Vacunas e inmunización: ¿qué es la vacunación? (who.int). De esa manera, si contraemos el virus se supone que nuestro sistema inmunológico deberá estar preparado para defendernos de sus efectos o consecuencias.
  1. ¿Cuántos tipos de vacunas hay? La OMS señala que actualmente hay por lo menos nueve marcas de vacunas (sin incluir las cinco desarrolladas por Cuba: Abdala, Soberana 01, 02, Plus y Mambisa, sin lograr entender por qué…), que se están empleando contra el COVID-19 y que pueden agruparse en cuatro tipos:
  2. Las del tipo Ácido Ribonucleico Mensajero (ARNm). Este tipo de vacunas procura que las células de nuestro organismo produzcan las proteínas viral S o de superficie del virus SARS-CoV-2, pero sin tener el virus en cuestión. Al copiar dichas proteínas el mismo sistema inmunológico al mismo tiempo que destruye la proteína conserva el recuerdo de cómo combatir el virus. El ARN es el único material genético de cierto virus, como es el caso. ¡Qué ingenioso es nuestro organismo! Las vacunas desarrolladas por Pfizer-BioNTech y Moderna, funcionan de esa manera.
  3. Vector viral no replicante. Estas vacunas están hechas de una versión modificada de un adenovirus, un virus diferente y menos nocivo al que causa la enfermedad COVID-19. Este virus sirve como envoltura para transportar material del virus SARS-CoV-2, y es el vector viral que al entrar a nuestro organismo hace que nuestras células produzcan la proteína viral s del virus. Cuando el organismo detecta la presencia de dicha proteína inicia su organización para el combate del virus SARS-CoV-2. Las vacunas de AstraZeneca, Sputnik V, Cansino y Jonhson & Jonhson funcionan con esta estrategia.
  4. De virus inactivos. Estas vacunas nos inoculan el virus SARS-CoV-2 pero inactivados, es decir, sin la capacidad de producir la enfermedad, pero ayuda a que el sistema inmunológico aprenda y se prepare para combatir el virus en caso de contraerlo. Las vacunas Sinovac y Sinopharm funcionan de esa manera.
  5. A base de proteínas. Que se dice puede presentar algunas ventajas respecto a las del tipo ARNm. Los investigadores de la Universidad de Liverpool y del laboratorio de MRC de la biología molecular en Cambridge, que estas ventajas tienen que ver con la facilidad y costro de producción, robustez del material y potencia de protección. Las vacunas cubanas funcionan bajo este principio.

Aunque con porcentajes de eficacia diferentes, todas estas vacunas ayudan a que, en el caso de contraer el virus incluso y salvo situaciones especiales de cada persona, podamos salir con bien de dicho contagio.

  1. ¿Cómo interactúan las vacunas conocidas?

Según Katherine O´Brien, directora del Departamento de Inmunización, Vacunas y Productos Biológicos de la Organización Mundial de la Salud, “basándonos en los principios básicos de cómo funcionan las vacunas, creemos que los esquemas mixtos de vacunas pueden funcionar”. Aunque ella “cree” que los esquemas mixtos “pueden” funcionar, no aporta ninguna evidencia científica al respecto. Me extraña en una persona de su autoridad. Y es que en estos momentos científicos de la Universidad de Oxford en el Reino Unido están probando combinaciones fabricadas por AstraZeneca, Moderna, Novavax y Pfizer-BioNTech, que como señalamos anteriormente son del tipo vector viral no replicante. Con otras vacunas se están haciendo los mismos ensayos en la India y otras partes del mundo.

Estamos en medio de una encrucijada.

La situación es compleja y difícil al mismo tiempo. Por un lado, la presión del sector privado hacia la "normalización", es un hecho real y "casi" necesario. La paralización económica de un país puede devenir en situaciones sociales más complicadas aún; por otro lado, las autoridades gubernamentales han tenido que afrontar la situación como todo el mundo a nivel internacional, prácticamente desde la ignorancia frente a las características y comportamiento del nuevo virus SARS-CoV-2 y eso nos puede llevar a dar "palos a ciegas", aun así fuera motivado por la necesidad imperiosa de “normalizar la vida social y económica del país”; tercero, qué difícil está siendo separar los grandes intereses económicos en torno a la pandemia que están generando miles de millones de dólares a la industria farmacéutica y  otras afines, y las decisiones sobre la base del conocimiento científico del comportamiento del virus y el desarrollo de la pandemia. Realmente que la situación se hace más compleja y de difícil manejo.

Acabo de leer el documento de la Sociedad Dominicana de Infectología que agrupa a los especialistas de esa especialidad médica, en el cual apoya la posibilidad de una tercera vacuna como refuerzo, pero señalando que como grupo especializado no había sido consultado al respecto. Daba por un hecho que dicha Sociedad era parte de la Comisión Nacional, ¿extraño no? Sin embargo, desde otros ámbitos y entidades profesionales se ha venido planteando la necesidad de postergar tal decisión. El principal argumento tiene que ver con la necesidad de contar con evidencias científicas.

Cada vez más el tema de la necesidad de la evidencia científica para tomar decisiones en materia de políticas públicas se ha constituido en algo de gran interés. Los costos-beneficios de hacer lo contrario está a la mano. Muchas decisiones, en el terreno de los hechos, no han podido mostrar eficacia alguna al ser implementadas dichas políticas. En el sector educativo sobran los ejemplos, como también de otros sectores gubernamentales. De que se ejecutan los presupuestos, en muchísimos casos, no hay dudas, pero de que se hayan alcanzado los propósitos para los cuales se definieron dichas políticas, eso es “harina de otro costal”.

Al momento que escribo estas reflexiones me pregunto ¿y cuál es la prisa? ¿por qué no esperar los resultados de los estudios que se están realizando sobre el efecto de la combinación de vacunas? Al principio de la pandemia era de esperarse que primara en las decisiones el ensayo y error, pero “a esta altura del juego” ¿debe continuarse con este mismo tipo de actitud? Las dudas se han ido poniendo de manifiesto y no sería para nada un desatino, reconsiderar tal decisión, por lo menos, aplazarla hasta que se cuente con mayores y mejores informaciones científicas que la avalen. Mientras tanto, seguir con la campaña educativa a la población, como también las medidas coercitivas para evitar peores situaciones que las ya vividas.

Por otro lado, la mar de desinformación a través de los medios y las redes abruman y están generando apatía, insensibilidad y hasta falta de compasión, al mismo tiempo que genera otras muchas actitudes que llevan a asumir comportamientos de alto riesgo de infección y propagación del virus, como es el caso del famoso "teteo", que por supuesto, mantiene un alto consumo de bebidas alcohólicas en un amplio segmento de la población. Lo que no significa, necesariamente, una estrategia apoyada por la industria del alcohol y afines.

Las decisiones además de estar basadas en evidencias científicas, también deberían partir de un mejor sentido común. Hay que tomar en consideración los “efectos psico-sociales “ que medidas como esta, pueden tener en la población, que como dicen algunos: “está medio-jarta de tanto encierro” y empieza a aflorar en ellas esas ideas un tanto peregrina… “de algo hay que morirse”, propia de esa psicología popular dominicana de la cual escribió Fernando Sainz en su libro “Un estudio sobre Psicología y Educación Dominicanas”, y que muy bien resume Fernando Sánchez Martínez en su libro “Psicología del Pueblo Dominicano”, y que reza: “El dominicano es mucho más complejo que su apariencia. Su pensar es filosófico teorético; sostenedor de doctrinas y opiniones. Pero si se trata de actuar es preferiblemente positivista y pragmatista. Salta de la metafísica al pragmatismo con soltura que le permite no posar en el largo camino intermedio que es la ciencia”. Cuestiones como esta no deben quedar fuera al momento de tomar decisiones que implican limitaciones en las poblaciones.

Mientras tanto, ¿cuáles opciones nos quedan?

  1. Extremar los cuidados de protección personal- familiar. A eso no hay mucho que agregar.
  2. Desarrollar actitudes y comportamientos que contrarresten las situaciones de riesgos sociales y personales. Hay que ocupar el tiempo en actividades favorecedoras de la "salud física y mental", cada uno tiene que visualizar qué, cómo, con quién y dónde. Las fórmulas no sirven de mucho para eso.
  3. Buscar mecanismos que nos permitan, pese a todas las limitaciones, encontrarle sentido y significado a la vida, a nuestra vida, teniendo como criterio el bienestar suyo y de los demás.
  4. Mantener muy en alto una actitud de "esperanza", perderla en estos momentos no es aconsejable.
  5. Fortalecer los grupos de referencia, ellos juegan una función importante de mantenimiento de la cordura. Se puede y se debe desarrollar actividades por los medios y circunstancias posibles que proporcionen información y reflexión, pero también diversión y relajamiento.

El bienestar psicológico y la felicidad andan juntos, cuidémoslos.