La exuberancia verbal no siempre se convierte en deliberada parodia o tiende, luego de su despliegue, al extremo laconismo. Puede también mantenerse en estado puro: sin renunciar a sus poderes, sin dejar tampoco de percibir sus límites. Expansión del lenguaje y refracción de la conciencia crítica pueden coincidir sin neutralizarse.

La obra de Alexis Gómez-Rosa (Santo Domingo, República Dominicana, 1950- 2020), es el desarrollo simultáneo de este doble movimiento. Es ello lo que le comunica un sentido problemático. Es cierto que la intensidad de esa obra podría hacer pensar en una tendencia hacia el ascetismo, y, al despilfarro. Pero habría que admitir que esa exuberancia manierista es sobre todo obsesiva: no una voluntad barroca, mucho menos el gusto por lo que se llama hermetismo, sino una busca de intensidad y, hay que decirlo, de una intensidad disoluta.

De modo que la extensión de esta obra no excluye ni el poder verbal ni el poder imaginario en que aquél se funda. Alexis Gómez-Rosa, habría que situarlo entre los mejores poetas dominicanos de la Generación de Postguerra de los años setenta y del presente siglo.

Voces malditas o inocentes, víctimas o cómplices, todas ellas van formando el enjambre sonoro, gozoso, oscuro y luminoso, de muchos de los poemas de Gómez-Rosa. Poemas que son un conjuro y a la par una obsesión: si Gómez-Rosa, las “escucha” no es para convertirse en esa identidad un tanto pretenciosa que ahora llaman “testigo”, sino por pura fascinación y hasta verdadera identificación.

Voces anónimas. Voces también de personajes conocidos que hablan de sus oficios. Ni prestigiosos ni anodinos, esos oficios se sitúan, sin embargo, en una cierta marginalidad: introducen la opacidad en lo impredecible.

Héroes

y payasos de una misma

escena: puedo adquirir,

por igual, enanos trompetistas

y ángeles bisexuales…

ramoneando noches

en carne viva… (Opio territorio, pág. 46)

En otros poemas que continúan la misma línea narrativa, la persona poética de Alexis Gómez-Rosa se transforma sucesivamente en un actor, vagabundo o buhonero. El viaje y la errancia, la aventura, la angustia y el dolor. Pero no se piense que con ello entramos en un mundo de símbolos, mucho menos de alegorías:creo que la poesía de Alexis Gómez-Rosa huye por igual de ambas tendencias. Otra cosa es decir que con ello se nos inicia en un trato ambivalente con lo real; sólo que ambivalencia no quiere ser acá equivalente de vaguedad, misterio, suspenso, alusiones secretas o cifradas. Por el contrario, Gómez-Rosa, practica una técnica de la yuxtaposición de planos nítidos y precisos, lo que es distinto a sustituir una cosa por otra.

En efecto, en el poema titulado “La nada totalitaria,” de Cabeza de alquiler del año 1990, pág. 34, el poeta se desprende de su yo, en una ardua tarea por vencer el tedio y la angustia temporal:

No hay nadie.

Los hombres vienen

a declarar su partida

con la indulgencia

zodiacal

de un signo.

¿Quién me llama?

Aquí todo es una secuela

de la nada.

¿Ha muerto el tiempo?

Ya no soy

… un estado de palabras.