Para Víctor Hugo, el gran francés, la única cosa más fuerte que todos los ejércitos (y agrego yo, que todos los políticos) era una idea cuyo tiempo ha llegado.

Hoy muchos hablan del Antropoceno, era o período geológico actual donde los humanos cambian el planeta. En medios de comunicación, como en la formalidad de escuelas y universidades (y en sus libros de texto) aparece esta palabra nueva, aunque el término no esté científicamente validado.

Fue Paul Crutzen, químico holandés ganador del Nobel en 1996 por sus trabajos sobre la capa de ozono, quien – dice la historia oral- irrumpió en un seminario en el año 2000 con el grito de ¡estamos en el Antropoceno! Y de ahí en adelante se ha convertido en asunto común la expresión antes citada. Algunos han propuesto que el Antropoceno se inicia a mediados del siglo XX, con las explosiones atómicas, otros dicen que en el siglo XVIII con la Revolución Industrial y aún otros con los inicios de la agricultura, aunque para los que deciden los nombres científicos de eras y períodos geológicos, ¡la palabra es más política que científica!

Esta introducción, necesaria, viene al caso al celebrar el 24 de septiembre del presente año 2019, el 250 aniversario del nacimiento de uno de los naturalistas más conspicuo e importante de la historia de la ciencia.

El 24 de septiembre de 1769 nacía en Prusia – hoy Alemania- Alexander von Humboldt, de una familia aristocrática y rica. El menor de dos hermanos y quien con su vida y sus trabajos – sin descubrir ninguna ley científica ni ningún continente nuevo- nos cambió para siempre la visión de nuestro rol en el planeta y nos mostró la realidad de lo que hoy llamamos naturaleza.

Humboldt fue reconocido en su época como un alto representante de lo que se denominaba Filosofía Natural. Las ciencias apenas comenzaban su proceso de diferenciarse y desarrollarse y él, graduado como ingeniero de minas y empleado en minería por su gobierno, observaba y estudiaba la naturaleza y su relación con los humanos. Fue quizás, y tal vez sin quizás, el último renacentista, pues dominaba matemáticas, zoología, botánica, geología, antropología, filosofía, la política y las humanidades de su tiempo.

Andrea Wulf, escritora residente en Londres presentó en el 2015 “La Invención de la Naturaleza: el nuevo mundo de Alexander von Humboldt”, libro publicado en Inglaterra y 22 países más. En este texto Wulf presenta en sus 552 páginas lo que aparenta ser la mejor biografía de Humboldt, de sus ideas y de su época. Su libro fue sin duda una preparación para este año de Humboldt y septiembre de Humboldt que ahora conmemoramos y mucho de lo presentado en este ensayo proviene de ese trabajo.

Aunque leemos que las palabras ecologismo y ambientalismo se utilizan por muchos como sinónimos, a mí no me lo parece. Creo que tienen sus notables diferencias, pero en este artículo no viene al caso y consideraremos a Humboldt como el Padre del Ecologismo moderno.

Humboldt fue un gran explorador, además de sus estudios y andanzas por toda Europa, llegó al continente americano, con permiso de los reyes españoles, en 1799, llegando a Venezuela, marchando a Cuba y luego de nuevo a la hoy Colombia, atravesando a caballo, canoa y a pie Colombia, Ecuador y Perú y desde Lima embarcó a Méjico, luego de nuevo a Cuba y de ahí a los Estados Unidos, para entonces volver a Europa, vía Francia. Mas tarde recorrió Rusia y Siberia hasta los montes Altai y el mar Caspio. Su sueño de ir a la India no lo pudo realizar.

Entre sus viajes vivió entre Berlín y París. En los años de su nacimiento Alemania era el país con más universidades y bibliotecas del mundo, sin embargo, prefirió vivir en París e interactuar con el mundo científico, filosófico y artístico de esa ciudad, donde su influencia era siempre creciente, con visitas a Londres.

Una descripción de las más pungentes e intensas en sus escritos, es la de cómo, para estudiar y enviar ejemplares a museos europeos, realiza la captura de anguilas eléctricas en un afluente del Orinoco, en Venezuela. En parte Humboldt estudió y experimentó mucho con el fenómeno eléctrico y animales, ranas, y los efectos de la electricidad en los músculos y por otro lado el que se estudiaran estos animales y sus fuentes de electricidad era importante para la ciencia. Preguntó a los habitantes de una aldea como atrapaban las anguilas y estos le expresaron que introducían caballos salvajes en lagunas secas y lodosas y las anguilas salían del lodo a atacar a los caballos. Al hacerlo, de hecho, varios caballos murieron, pero las anguilas debilitadas por liberar varias veces choques eléctricos podían ser atrapadas, con cuidado y con pértigas y varas.

Y digo cómo ocurren las cosas, pues este mes de septiembre acaba de publicarse un artículo de científicos brasileños y otros países, donde demuestran que la anguila eléctrica no es una única especie como se creía, sino tres, y el trabajo presenta sus distintos ADN y su distribución en la cuenca del Amazonas-Orinoco. La mayor de ellas descarga 860 voltios en un solo corrientazo. Y claro está, la nombraron Electrophorus voltai, en memoria de Alessandro Volta, el inventor de la primera batería eléctrica de corriente continua. A propósito, la anguila eléctrica no es una anguila verdadera, son especies pertenecientes a los llamados peces cuchillo y cada 10 minutos sacan sus cabezas del agua o del lodo para llenar de oxígeno sus branquias. Este estudio parece, aunque no lo expresa, un homenaje a Alexander Humboldt en su cumpleaños.

Humboldt fue una persona de grandes amistades y estudios. Su amistad con Goethe, el gran poeta alemán, fue duradera y profunda. Goethe llegó a decir que “en ocho días leyendo libros, uno no podía aprender tanto como una hora con Humboldt”.

Con Goethe como compañía estudiaban a Kant, en especial su filosofía de las ciencias naturales y sus escritos sobre geografía física y las razas humanas fueron siempre importantes para Humboldt.

Al igual que Kant defendía la idea de que éramos una sola especie con distintas razas, contra lo que planteaban muchos de que existían distintas especies de humanos. Esa idea, le hizo contrario a la esclavitud y al colonialismo y no pocas veces dijo y escribió que Europa estaba repitiendo en América los errores que había cometido en su pasado.

Cuando muchos proclamaban la idea de que la naturaleza “estaba al servicio del hombre” y que “existía para el disfrute del hombre” y así su uso era indiscriminado, Humboldt fue el primero en explicar las funciones fundamentales de la floresta para el ecosistema y el clima: producir humedad, proteger el suelo y refrescar por su efecto de enfriamiento. La principal idea de Humboldt es que toda la naturaleza estaba interconectada con la humanidad incluida. Mostró como prácticas agrícolas variaban el clima y hasta lo cambiaban para siempre.

Otra vez, algo curioso. En este septiembre del 2019, se publica que un grupo de 160 antropólogos de todo el mundo considera que el clima de nuestro planeta comenzó a cambiar hace 10,000 años, con el inicio de la agricultura en distintas regiones. Un tiempo muy corto para la geología de la Tierra, pero ya parece que suficiente para que los humanos tomen nota y actúen en consecuencia. Tal parece que fue otro homenaje a Humboldt.

Su influencia fue enorme, Darwin durante su viaje alrededor del mundo tenía sus libros de cabecera, Bolívar lo proclamó el verdadero descubridor de América, Alexander Hamilton, Perkin Marsh autor de Hombre y Naturaleza, Mary Shelley para escribir su Frankenstein, el capitán Nemo de 20,000 leguas de Julio Verne se ufanaba de tener todos los libros de Humboldt y así políticos, científicos, naturalistas, filósofos y artistas. Se dijo que después de Napoleón era el personaje más reconocido de Europa en los inicios del siglo XIX.

Muchas fueron sus obras, entre las más leídas se encuentran “Cosmos”, iniciado en 1834, el mismo año que el término “científico” se usaba por vez primera, por William Whewell en el Quarterly Review . Sus “Visiones de la Naturaleza” y su “Narrativa Personal” de su viaje por América fueron leídas por millones de personas.

Sus escritos eran apasionados y muy personales y usaba por igual medidas y experimentos como las sensaciones que le despertaba su interacción con la naturaleza y hasta la poetizaba. Planteaba que si no se amaba la naturaleza no se llegaría nunca a comprenderla; y por esto fue considerado como el último representante del llamado Romanticismo Alemán, Luego de su muerte en 1859, con la ciencia y los científicos más y más dedicados a sus parcelas del conocimiento, sus ideas dejaron de interesar, aunque no a todos.

Fue miembro de más de 14 sociedades científicas y ninguna persona ha tenido ni tiene su nombre dedicado a tantas cosas como Humboldt, especies botánicas y zoológicas, valles, montes, parques nacionales, escuelas, calles y ciudades, corrientes marinas, universidades, institutos de investigación y hasta un lugar en la Luna.

¿Y por qué hoy es casi un desconocido? Ni siquiera está en los libros de textos en las escuelas de muchos países, ni en el nuestro; y en la Historia de la Biología que me enseñaron en la Universidad nunca escuche hablar de él, ni en el curso de Biogeografía tampoco.

En su centenario, 1869, en la ciudad de Cleveland, en Estados Unidos desfilaron miles de personas en su honor (entre muchos otros homenajes en otras ciudades), pero en 1914, cuando los Estados Unidos entró en la 1ra. Gran Guerra contra Alemania, precisamente en Cleveland la gente sacó todos los libros de autores alemanes de las bibliotecas y los quemaron. Luego la 2da. Guerra Mundial y el fascismo alejó aún más a los ídolos alemanes del pasado y muchos países siguieron la moda.

Y es que aunque la ciencia se cree que es autónoma e independiente, la historia y la política la amoldan a su antojo y también a sus resultados e instituciones, sin que ni los propios científicos, a veces, se den cuenta.

Y tenemos ejemplos actualísimos.

La grande España, acaba de encontrar en un mercado de pulgas los libros de la biblioteca de su más ilustre sabio, Don Santiago Ramón y Cajal, ni más ni menos que el Padre de las Neurociencias, su primer premio Nobel en el 1906. Sus apuntes, sus dibujos y hasta su maletín. ¡Vergüenza ajena nos da la España estudiosa y sabia! Comprensible que la dictadura de Francisco Franco con sus monjes e iglesias no le pusiera mucho caso a la herencia de Don Santiago, que se dice había dicho que no creía en el alma hasta no encontrarla con su bisturí; pero que ese reino franquista que heredó a la dictadura y esos “demócratas” que lo cambiaron todo para que todo siguiera igual hicieran lo mismo, no se perdona. Ahora ni saben esos políticos que hacer con los restos del cruel tirano Franco, una sugerencia: ¡que los vendan en las pulgas!

Pero esas cosas pasan, aunque no duran para siempre.

Organizando el borrador de este artículo el jueves 12 de septiembre, me llega por correo electrónico la revista Science de la siguiente semana, y con un editorial y varios artículos celebrando a Alexander Humboldt, Yo no cabía de felicidad. El editorial que lo celebra señala que la idea de Humboldt de asociar las montañas del mundo por isotermas representó un concepto científico nuevo y revelador y aún vigente. Y que las evidencias desde la climatología a la biología, las ciencias sociales y las humanidades están mostrando lo correcto que estaba Humboldt al proclamar que todo estaba interconectado.

Hoy día, en el ecologismo, muchos de sus representantes sin saber ni conocer a Humboldt, repiten sus ideas y sus enfoques, algunos son militantes y otros pocos extremistas, claro somos humanos, y eso siempre pasa.

Hace poco en una escuela primaria de un campo cercano a Santo Domingo, pedí permiso y entre a un 5to. Curso, con niños de 10-12 años y, en combinación con la profesora, repartimos hojas en blanco y les dijimos que dibujaran a un científico, sin más explicaciones, que dibujaran lo que ellos pensaban que significaba esa palabra. El 90% dibujó árboles, uno dibujó una figura humana regando semillas al lado de un árbol y otro escribió que un científico era una persona dedicada a sembrar árboles, dibujando muchos árboles. Parece que Humboldt sigue vivo y seguirá vivo por mucho tiempo. Nos dio una visión del mundo y aunque a veces no lo parezca, hay luz al final del túnel. Una gran H lumínica nos alumbra.

Tendremos que comprender, estudiar y amar y defender nuestra tierra, nuestras islas y nuestros mares y continentes, nuestro mundo; no tenemos otro y no tenemos de otra.

¡Feliz cumpleaños, Alexander von Humboldt!