Hay despedidas y hay despedidas, en los momentos en que la salida del presidente de los Estados Unidos trae escenas de bailes en las calles por el alivio, que él mismo inicia numerosos procesos judiciales y que, probablemente como consecuencia de haber despedido a la persona clave en el sector de seguridad de la información, el mundo tuvo problemas de esa índole de alcance global, la partida física de Alejandro E. Grullón E. trae enormes sentimientos de respeto, admiración e identificación por parte del pueblo dominicano.
Quizás todo radique en que don Alejandro fue un ciudadano extraordinario. El escritor venezolano Carlos Rangel en su libro “Del buen salvaje al buen revolucionario” diagnosticó que en América Latina había un exceso de inquilinos, independientemente de las clases sociales. Inquilinos, según Rangel, son aquellas personas que no se sienten compromisarias de los bienes que utilizan y menos aún, de un proyecto de nación. Alejandro Enrique Grullón Espaillat, fallecido el pasado martes 15, fue lo contrario de un inquilino. Fue un hombre genuinamente identificado con la preservación de los bienes y la construcción del bienestar colectivo.
Muchos despiden al banquero y, realmente, él fue el primero en usar capital privado dominicano para fomentar las riquezas de otros. Y lo hizo con creces. Al momento de su salida de la presidencia del Grupo Popular, en abril de 2014, la entidad presentaba activos que rondaban los trescientos mil millones de pesos. En esta tarea lo ayudaron muchas personas, es cierto. Por razones de espacio solo me referiré a Pedro Antonio Rodríguez, Gregorio Hernández, Engracia Franjul de Abate y Manuel E. Jiménez F.
Pero más que banquero, él un promotor de riquezas, la encarnación de lo que hoy se llama “vivero de negocios” o “start up generator”. Se anticipó al capitalismo inclusivo impulsado por el papa Francisco en este mes de diciembre y concebía los préstamos como instrumentos de crecimiento. Frank Rainieri, fundador del Grupo Punta Cana, reseñó que cuando don Alejandro le otorgó su primer préstamo, en el año 1968, la expresión que usó fue: “Creemos que tú eres un joven de empuje, ten tus tres mil pesos”.
Se apoyaba en el trabajo organizado y en equipo. Para muestra basta con citar que impulsó la creación de Asociación de Bancos, de la Fundación Dominicana de Desarrollo y de la Fundación de la Cueva de las Maravillas, entre otras numerosas entidades.
Creía en la institucionalidad, concibió la necesidad de la creación de la Fundación Institucionalidad y Justicia y él mismo exigía ese tipo de comportamiento para sí mismo y para los demás. El relato de cómo se obtuvo la aprobación del funcionamiento del Banco Popular toma varias páginas en el libro “Pioneros de la banca”, de Frank Moya Pons. También, en su primer discurso al suceder a su hermano Arturo Grullón a la cabeza del Plan Sierra, narró su emoción esperando la publicación del decreto que oficializaría esa situación. En la década de 1970, cuando los negocios bancarios tenían menos regulaciones que ahora, al enterarse de que un funcionario había otorgado un préstamo de muchos millones a alguien que hasta ese momento había sido solo un cliente potencial, antes de felicitarlo por la diligencia, le reclamó que ese monto debía presentarse en consejo de administración y lo invitó a defender su posición en ese estamento.
Fue un hombre respetuoso de las mayorías. Además de que el Banco Popular fue el primero en abrir cuentas para sectores de bajos ingresos, vendió acciones a personas de diversos sectores geográficos y orígenes sociales y también fue el primero en ocuparse de la salud integral de todos los empleados de las empresas que dirigió. Luego, cada vez que estuvo aquejado de salud, al recuperarse, se encargaba de que se hicieran donaciones a instituciones de salud pública.
A todo esto se le añade que fue un familiar entrañable, que impulsaba el reconocimiento a los demás. Al momento del fallecimiento de Amantina Espaillat, leyó un titular que rezaba “Muere la madre de Alejandro Grullón” y su comentario fue que el mismo era inexacto y debía haber reseñado “la madre de Alejandro y Arturo Grullón. A los periodistas se les puede aceptar que no pongan a Máximo, que está muerto, pero eso así no está bien”.
Por eso, para su despedida terrenal, el poema “En paz”, de Amado Nervo me parece especialmente pertinente.
Artifex vitae artifex sui
Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, Vida,
porque nunca me diste ni esperanza fallida,
ni trabajos injustos, ni pena inmerecida;
Porque veo al final de mi rudo camino
que yo fui el arquitecto de mi propio destino;
que si extraje la mieles o la hiel de las cosas,
fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas:
cuando planté rosales coseché siempre rosas.
…Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno:
¡mas tú no me dijiste que mayo fuese eterno!
Hallé sin duda largas las noches de mis penas;
mas no me prometiste tan sólo noches buenas;
y en cambio tuve algunas santamente serenas…
Amé, fui amado, el sol acarició mi faz.
¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!