Nación y mercado son dos conceptos que se mezclan y entrecruzan en el discurso moderno. Se hace ideología, y se defienden intereses en nombre del “interés nacional”. El origen de los Estados contemporáneos radica en la formación de un mercado que se circunscribe a unos limites geográficos, al desarrollo de una lengua o cultura, al monopolio de la violencia en manos del Estado, y consigo a la creación de un mercado. Nunca existió, por ejemplo, un mercado o un estado del mundo musulmán. Lo mas cercano fue el imperio otomano, que nunca abarcó todo el mundo musulmán, ni todo el mundo árabe, ni persa o la India musulmana, ni un “mercado musulmán”.

Lo mismo podría decirse del catolicismo, que por mas poder que tuvo el Vaticano y sus estados satelites, nunca fue un “Estado-Nación”. Sin embargo, el antiguo imperio del centro en Asia, hoy China, el aislamiento del archipiélago nipón, o las vastas estepas controladas por Rusia, si que dieron nacimiento a Estados nacionales centralizados. Lo mismo pasó con el Estado francés y su centralización por la acción de gobierno del Cardenal Richelieu en beneficio de la monarquía borbónica, y la monarquía hispánica católica que dio nacimiento a la unión de Castilla y Aragón y que puso las bases de un mercado peninsular, sometido a una cultura basada en el catolicismo, el castellano y la guerra de la reconquista, posteriormente al imperio surgido de la conquista de la hoy Hispanoamérica. Como estos ejemplos podemos poner como ejemplo los casos inversos de culturas homogéneas, sin mercados ni estados,  que retrasaron la creación de un Estado nacional, como la hoy Alemania e Italia que no pudieron formar un Estado unificado  a pesar de su cultura común hasta los años 60 y 70 del siglo XIX.

Por ello, los Estados-nación tuvieron muy temprano una moneda, una fuerzas navales y ejércitos unificados, y cada vez más un mercado interno creciente, y expandido por las conquistas coloniales. El monopolio del comercio colonial, como el monopolio de la Casa de Contratación de Indias en España, el monopolio del comercio colonial de Inglaterra, Francia o los Países Bajos, fue la expresión de ese “mercado nacional” y por tanto del ahorro y las rentas extraídos de las mismas. En el mundo del capitalismo tardío del siglo XX y del siglo XXI, los mercados son internacionales, cada vez los estados nacionales tienen menos soberanía sobre sus “mercados nacionales” y por tanto es incorrecto de hablar de “ahorro nacional” como un fenómeno colectivo que sobrepasa el interés individual. La categoría de “ahorro nacional” solo refleja la acumulación de valores y capitales de sectores sociales contra los intereses de otros. No hay una categoría nacional por encima de las confrontaciones de clase en los “mercados-nacionales”.

En nuestro país hay un debate intenso sobre el sistema de pensiones. Algunos lo presentan como un ahorro nacional mas allá de los intereses de clases sociales. Como sí los intereses de los bancos o los dueños de las AFP, es el mismo interés de los casi dos millones de asalariados obligados, sin alternativa, a “ahorrar” un 10% de su salario en esas instituciones tan distantes para ellos como la burocracia del Kremlin o la ciudad prohibida de Pekin. ¿Tiene sentido que el Presidente de una de las cámaras del Congreso hable de “defender el ahorro nacional” para defender el esquema de estafa de las AFP? Absolutamente no. Hay que separar el ahorro de los trabajadores que se acerca a 800 mil millones de pesos, de una estructuras parasitarias que no da un centavo de valor agregado a ese ahorro colectivo.

Por ello el actual esquema de ahorro pensional basado en lo establecido en la ley 87-01 es necesario cambiarlo de raíz. En su lugar, instituir un sistema público, neutro, solidario, transparente, separado de los gobiernos de turno, basado en la necesidad de dignificar a los mayores de 60 años con pensiones públicas decentes financiadas por esos fondos de los trabajadores en activo. Dejar atrás como han hecho 18 países de los 30 que habían creído en alguna bondad del sistema de capitalización individual, y han vuelto al sistema de solidario de reparto. Solo quedan 12 países que todavía creen en la capitalización individual o que sus sindicatos, movimientos sociales o trabajadores, entendido como todos los asalariados, no han llevado a sus autoridades a regresar o crear un sistema de pensiones solidaria de reparto.

¿Es posible hacerlo? Ahora mas que nunca. No es una ilusión de algunos soñadores. Es la única alternativa para darle un golpe mortal a la pobreza y la pobreza extrema, haciendo del famoso “ahorro nacional” y el que se genere en el futuro, un instrumento para dignificar los envejecientes de la patria. Todos, sin excepción. El único “desahorro nacional” es seguir permitiendo que un grupo de vivos administradores se vayan quedando cada año con  cientos de millones y decenas de miles de millones de pesos como “compensaciones” de una actividad nula, que es totalmente inncesaria. Viendo nuestros envejecientes deambular por las calles en la total indefensión. Parece que ese panorama es menor que la visión de aquellos que ven en la existencia de un sistema perverso como la capitalización individual un “activo” para el “ahorro nacional”. ¿De cual nación es que hablan estos señores? ¿De las convenciones en el extranjero de los consejos de administración de las AFP donde se gastan millones y millones en francachelas, sueldos y dietas millonarias? La revisión de la ley 87-01 debe llevar a los parlamentarios del Senado y de la Cámara de Diputados y al Ejecutivo Nacional, a instituir un sistema de pensiones digno, solidario, y de reparto, y enterrar para siempre, como ahorro obligatorio, el sistema de capitalización individual.