Una mente perturbada desata una avalancha de ideas torcidas. Cuando las puertas se cierran y las soluciones se ausentan, entonces los pensamientos se rinden a una determinación obsesiva, esa que empujó al arquitecto David Rodríguez García a quitarse la vida en un baño de la OISOE.
Su cobardía fue heroica porque destrabó los sumideros de la podredumbre. La parca nota suicida, escrita con los puños del encono, fue una sentencia moral soberana e inapelable para los imputados de su decisión fatal. Solo la muerte le dio valor a una vida anónima en una sociedad de inconciencias y apatías. Otro mártir de la corrupción sin castigo.
Si la sangre del “arquitectito” —como se suele apocar a los desarropados con títulos— no hubiese corrido por el suelo de ese antro, nada habría pasado. Su indeseada muerte le puso precio a la vida de los corruptos que lo timaron y destapó la fetidez de sus inmundicias.
Ahora se abre el gran show, animado con los petardos y las bravuconadas morales del gobierno para anunciar decisiones draconianas en contra de los “rasos” de una mafia tan vieja como poderosa: la temible OISOE. Claro, habrá un festival despampanante de medidas de coerción, ruedas de prensa, anuncios fanfarrones, enérgicas condenas y quizás la proclama de un plan para, con asistencia técnica internacional, hacer más eficiente el sistema de pagos y los controles de las cubicaciones de las obras. ¡Ahora sí, coño, después del suicidio!
¿Acaso no era un secreto a voces los escándalos del extitular de la OISOE, Miguel Pimentel Kareh, genio en sobrevaluaciones? Las peripecias de este truhán eran conocidas por Danilo Medina mucho antes de ser nombrado al frente de la mafia y aun así lo dejó a sus anchas los tres años de su gobierno hasta que sus desmanes no pudieron abrigarse. No dudo que en esta semana se inicie la instrucción de un proceso en su contra para dar un golpe de efecto. ¡Ahora sí, coño, después del suicidio!
¿Y es que no ha bastado la historia de corrupción prohijada por las obras ejecutadas a través de una dependencia “apócrifa” receptora de recursos para construir cuando lo que debe hacer es supervisar? Justamente por la ausencia de una OISOE técnica, controladora y no ejecutora, está pasando lo que a través de ella se permite: su autonegación institucional.
Un gobierno comprometido con la ética pública asume políticas preventivas trascendentes, no solo reactivas o casuísticas, como las que se toman cuando lo escándalos resultan inocultables. No dudo de que, como promesa de campaña de su cansada reelección, Danilo Medina “jure” implementar una reingeniería de la Administración Pública para hacerla más racional, transparente y eficiente. ¡Ahora sí, coño, después del suicidio!
El caso emblemático de la lucha en contra de la impunidad de este gobierno ha tenido como principal imputado precisamente a un extitular de la misma OISOE. Ese expediente, que agoniza en los titubeos de una Justicia quebradiza, debió bastar para que el gobierno conociera las fallas y perversiones de esta oficina gubernamental. Pero no hizo ni ha hecho nada, porque, más que una entidad, esta entelequia es la “cuenta de la izquierda” mantenida por todos los gobiernos corruptos para enriquecer al círculo de sus asaltantes. Danilo, que pretendió redimir el clamor ciudadano por la impunidad, con una persecución judicial expiatoria en contra de un pasado jefe de la OISOE tiene ahora el reto de procesar a su propio Félix Bautista: Miguel Pimentel Kareh y a su mafia.
Danilo Medina no es víctima; es responsable, por omisión conciente y voluntaria, de todos los escándalos de esa oficina. Este presidente, muy dado al perjurio, se comprometió a actuar con el simple rumor público. Sucede que fueron muchas las advertencias desatendidas sobre los desatinos de Miguel Pimentel Kareh, sobre todo en torno al tema de la sobrevaluación del hospital Darío Contreras. El gobierno está compelido a actuar y lo hará no por conciencia ni por compromiso sino por una imperativa razón política: la reelección. ¡Mierda, qué destino!: lo único que conmueve la inamovilidad de nuestras realidades es esa maldición.
El fin de semana pasado dio un respiro a los estrategas del gobierno para ordenar las cosas y desactivar los efectos de este nuevo atentado a la imagen del presidente. El gobierno lo tratará de revertir a su favor y lo utilizará como muestra de la determinación del presidente Medina en contra de la corrupción: ¡basura! Si esa voluntad existiera, el actual director Francisco Pagán, de forma responsable, hubiese denunciado la mafia y los actos de mala gestión de Miguel Pimentel Kareh; pero no, todo iba a seguir igual, más aun en un momento electoral en el que el gobierno precisa de recursos para empujar una reelección que deberá capitalizar muchas voluntades a buen precio.
Danilo Medina es un demagogo opaco. Dirá que mientras en otros gobiernos no se abrían expedientes en contra de sus propios funcionarios, él lo hizo con este y otros casos. Solo le creerán los que piensan analmente. Este escándalo se destapó por el suicidio de un hombre atormentado, disminuido y acosado; ese es el verdadero Procurador General de la República. Solo la muerte puede provocar respuestas en una sociedad secuestrada por rufianes. Si ese va a ser el sofisma de defensa moral del gobierno, le recuerdo al presidente la gestión en los Comedores Económicos de Monchy Rodríguez, su mimado pupilo para la Alcaldía de Santiago, por quien lucha con todas las fuerzas para imponerlo y las irregularidades denunciadas del pasado titular del INAPA, Alberto Holguín, por solo citar dos ejemplos. Tiempos de apuro, señor presidente, cuide su dermatitis.