El agua es un elemento esencial para los seres vivos que habitan el planeta. Es un líquido con un valor incalculable. Por ello, el uso de este elemento tan vital es constante y permanente. Pero a pesar de su importancia, en el Sistema Educativo de nuestro país no se han definido procesos formativos explícitos y sistemáticos para informar y formar los actores, de tal modo, que estimen y utilicen este líquido con racionalidad y educación. De igual manera, en el ámbito familiar, falta una formación más consistente para que las niñas y los niños manejen el agua de forma adecuada.
La crisis que genera el agua en República Dominicana está permeada por diversas problemáticas: el cambio climático y el calentamiento global; la distribución desigual del agua; la extracción indiscriminada de materiales de las orillas de los ríos; las tendencias veladas a la privatización del agua; la deforestación sistemática de nuestros bosques; la actuación inconsistente de las autoridades del país y la carencia de una cultura que fomente y sostenga un trabajo coordinado a nivel sectorial e intersectorial para el manejo del agua. Otro problema con peso específico es la carencia de agua en centros educativos y en hogares dominicanos, situación que dificulta la salud, la educación, la alimentación y la estabilidad de las familias.
Las dificultades que genera la concepción y gestión del agua a nivel mundial, provocan constantes llamados y conferencias de organismos internacionales como la ONU para una gestión ética, efectiva y con equidad, del agua. Todos estos hechos influyen significativamente para que el agua tenga hoy, un protagonismo singular en el mundo y en el ámbito nacional. Es necesario el establecimiento de regulaciones por parte de los Estados, que contribuyan a la superación de los problemas señalados en párrafos anteriores y que ayuden a resolver los conflictos generados por la mala gestión del agua. Estas regulaciones, evitan el inicio de las guerras por el agua.
Parecería que el Gobierno dominicano empieza a despertar y a reconocer que la coordinación intersectorial en materia de agua no tiene espera. Por ello, deseamos que el decreto que crea la Mesa de Coordinación del Recurso Agua con alcance intersectorial para la aprobación de una estrategia de manejo de agua, – como informa el Periódico Hoy del 17 de septiembre de 2016 en la Sección País, 4A-, se ejecute con efectividad y conciencia crítica. Consideramos que el agua supone un reto a la formación de la conciencia crítica de las autoridades y de los ciudadanos.
La formación de la conciencia crítica es un proceso necesario para comprender y asumir un comportamiento responsable y equitativo en la gestión y conservación de la calidad del agua. Se trata de una comprensión holística del problema; de una asunción ética de la situación para que ningún ciudadano, ningún funcionario, anteponga el beneficio particular o el interés político, al bienestar de la salud y de la vida digna a que tiene derecho la población.
La Mesa de Coordinación del Recurso Agua, que plantea el decreto presidencial, deberá aprovechar las aportaciones que ofrecen las pedagogías críticas, para que organice su trabajo y su estrategia, desde el compromiso con el derecho que tienen las personas al agua ; con la justicia que requiere la distribución del agua y especialmente, con la transparencia que debe manejarse el proceso para que los ciudadanos estemos informados; podamos aportar iniciativas y nos convirtamos en un amplio Comité de Veeduría que dé seguimiento a un bien común como es el agua.
Gestionar el agua desde las claves de la conciencia crítica, contribuye a la puesta en acción de la razón, del pensamiento crítico y de una actuación a favor de los sectores más vulnerables. Además, si la Mesa desarrolla su trabajo con las claves de la conciencia crítica, podrá establecer una articulación equilibrada entre, los aspectos técnicos de la estrategia que defina, los aspectos políticos, los aspectos ecológicos, culturales y económicos. Trabajar en esta dirección es un desafío para muchos funcionarios acostumbrados a conciliar nada más, lo técnico y lo económico. Si se salen de este formato, estaríamos hablando de lo que en el lenguaje popular se califica como un milagro. Pero no dudamos de que puedan hacerlo y de que la precaria realidad del agua, los inducirá a la realización de un trabajo corresponsable, alejado de todo acto vinculado a la corrupción.
El agua, por ser un recurso imprescindible, nos reta a una formación sistemática de la conciencia crítica. Formación, que nos permitirá una comprensión más profunda de las situaciones que se generan en torno al problema del agua. Este escenario requiere ciudadanos conscientes, informados y con capacidad de decisión, para apoyar, y movilizar todas las fuerzas posibles, a favor de agua para todas y todos; para defender en la vida cotidiana, el uso reflexivo y austero del agua, de manera que alcance para todos.