Recurrir al uso de los paleros, para impedir el libre ejercicio de la protesta contra figuras relevantes del actual grupo en el poder a las que se les atribuyen actos de corrupción, constituye un claro indicio de los límites del blindaje jurídico/político que se han dado esas figuras para cubrirse con el manto de la impunidad. Constituye, además, una potencial fisura en el sistema de hegemonía que desde hace mucho ha construido el PLD en la sociedad dominicana, planteándonos el reto de ensancharla.

El monolitismo de su comité político y de otras instancia de dirección ha sido uno de los elementos claves para el PLD crear su incuestionable hegemonía política/ideológica en esta sociedad. La puja por la nominación presidencial y para otros cargos, junto a la vieja lucha entre facciones, repentinamente, se han visto atravesadas por el tema de la corrupción. Temístocles Montás, en su momento, uno de los tres más importantes dirigentes de ese partido, ha tenido el valor de usar la corrupción y el continuismo leonelista como sus principales temas de su campaña.

Es explícito, cuando dice que la unidad partidaria no debe basarse en el cambalache para garantizar la impunidad de los que él llama corruptos. Con ello toma partido a favor de que el Ministerio Público siga el proceso contra el Secretario General del PLD, en fondo apuntando hacia Leonel Fernández, su adversario principal, sino que en su actitud conmina al partido y al jefe del Ejecutivo a tomar una posición sobre dicho proceso. Ante la ambivalencia de estos, los acusados han recurrido a los paleros para defenderse del escarnio público.

Hasta el momento, la hegemonía del PLD se ha construido sobre la base de la integración de la entonces base pobre del reformismo balaguerista y de otros sectores al sistema asistencial/prebendalista, mediante bonos y dádivas envilecedoras y cooptando a profesionales creadores de opinión. Pero, el tema de la corrupción se universaliza y poco a poco toma tal amplitud en nuestro país que ha obligado a que en algunas actividades del presidente y al secretario general del PLD hayan recurrido  uso de la fuerza bruta de los paleros para tratar de detener las protestas.

Su presidente y su secretario general, de hecho, han introducido un cambio en lo que ha descansado la hegemonía peledeista: la legitimación o aceptación, a través de las prebendas y cooptaciones indignas. Ellos han recurrido al uso de la fuerza bruta para detener la ola contra la corrupción que hasta el momento los señala, poniendo a la facción de Medina en la ineludible posición de pronunciarse sobre ese atávico recurso. Este está obligado a salir de su ambivalencia. Si no lo hace, de hecho estaría aprobando ese método. Si lo hace estaría permitiendo que se ensanche la protesta contra las referidas figuras.

Pero, la superación de la hegemonía peledeísta basada o no en la corrupción, el blindaje jurídico/político o en paleros, no depende de cómo la facción Danilo resuelva su disyuntiva, sino de la acción opositora unitaria contra la corrupción, mediante iniciativas que creen un clima de regeneración política y moral que nos saque de la fragmentación inmovilismo, el conservadurismo  y el pesimismo. En ese sentido el hartazgo contra la corrupción constituye una oportunidad el despliegue de estas iniciativas.

Sin embargo, de por sí, el simple hartazgo no constituye una garantía de sostenibilidad de  un proceso ascendente de cambio, mucho menos de un proyecto  de sociedad. Basarse en ese supuesto ha sido el principal problema de los movimientos espontáneos que por momentos han estallado en Europa, en América e incluso en el mundo árabe. Es necesario desplegar  inéditas y complejas formas de acción política, sin preconceptos ni muchos menos coon prejuicios político/ideológicos.

El envilecimiento de esta sociedad, a través de las canastas navideñas, las cenas de los presidentes en barrios, la diversidad de bonos y subsidios, la mirada hacia el Estado como fuente de riqueza está tan arraigada en sectores productivos y del área de los servicios, como aquellos sectores del transporte que superarla implica una tarea titánica. Esa tarea, reitero aquí, no puede descansar en un único partido, en un caudillo o mesías, sino de un liderazgo colectivo que logre articular intereses y culturas que llevan en sus respectivos ADN la pluralidad de actores que incursionan en los procesos de la  vida política, social y económica del país.

Sólo así superaremos una hegemonía que ahora algunos pretenden consolidar con los paleros.