“El hombre es un ser moral porque vive en sociedad. Ella es un producto

social porque se reproduce mediante legados que hace un individuo

o un grupo de individuos a otros, lo es porque el acto

moral siempre tiene efectos sobre otra u otras personas”. (Emilio Durkheim).

No hay nada más desgarrador, desde la dimensión humana, que el acoso sexual y más ignominioso todavía, que la violencia sexual. El acoso es la intimidación, el ataque de naturaleza sexual a una persona para alcanzar fines sexuales. Es una actitud inapropiada, inadecuada y perversa que generalmente se realiza desde alcance jerárquico superior.

El acoso sexual trasciende al Mobbing, cuyo objetivo central es el mismo, sin embargo, éste se realiza más en la dimensión del trabajo. El Mobbing son “unos actos (acciones, palabras, miradas, lenguaje corporal, etc.) que se producen por parte del acosador o acosadores de manera intencionada y con el objetivo de humillar y destrozar psicológicamente a la persona elegida como víctima”.

Mientras el Mobbing se escenifica, se enfoca en el trabajo, que hoy por hoy constituye una lacra social, el acoso sexual es más expansivo. Lo podemos encontrar en el hogar, en la escuela, en la universidad, en la iglesia. Lo que si encontramos como hilo conductor en esa complejidad humana, que se verifica en comportamiento desviado, en delincuencia sexual, son las relaciones de poder y formas de poder en más de un 97% de los casos.

Las relaciones de poder y con ella, la forma de poder que en gran medida se bosqueja con la cultura de la sociedad, con la subcultura y cómo interactúan determinados grupos al interior de los mismos. La cultura en nuestra sociedad refuerza en este tema, las disfunciones de la dinámica del poder. Hay, por así decirlo, un entroncamiento, una simbiosis entre el autoritarismo, la autocracia, como forma de dominación política, que se desliza por todo el tejido social como entramado en la subordinación social cultural.

La mirada de la asunción del poder se derrama en las demás instituciones. Poder sin la cuestión ética, que es la situación, problema u oportunidad en la cual un individuo debe elegir entre varias acciones que se deben evaluar como correctas o equivocadas. Generalmente, el abusador sexual es un enfermo, tiene determinado trastorno de personalidad; no así el acosador sexual o que ejerce el Mobbing. Puede serlo (un enfermo), sin embargo, su conducta desviada está forjada en la cultura del poder y en la ausencia de límites que marquen la ruta de la justicia, dignidad, integridad, hacia el equilibrio bio-psicosocial de la persona. Hacia una vida que exprese y dimane la incolumidad física, psíquica, de su existencia humana.

En la sociedad dominicana el acoso sexual, las violaciones sexuales y el Mobbing son una gran pandemia social. ¡Un monumento erigido al miedo, al silencio, al acomodo, a la falta de compromiso, a la “vergüenza”, a la falta de honor, a la integridad moral, a la complicidad, a la simulación y el olvido! Una mirada inadecuada, desde la visión sociológica, de la cohesión social y la integración social. Es no entender que la cultura ejemplifica la cohesión social y al mismo tiempo, la diversidad, como espacio de conflicto que trae consigo la dinámica del cambio social y del empoderamiento como el curso del salto frente a la perversidad.

Todavía, execrablemente, vemos el acoso en toda su variedad como un entorno íntimo que no debe airearse, visibilizarse ampliamente, cuando es todo lo contrario. La persona que ejerce el acoso, el Mobbing y violencia, si no es denunciado seguirá su camino perverso. ¿Qué ocurre en nuestra sociedad en la Administración Pública, en las empresas, en las organizaciones y en los hogares?

A pesar de que tenemos la Ley de Función Pública 41-08, que en su Artículo 80 relativo a las prohibiciones del Capítulo II, establece “valerse de sus influencias jerárquicas para acosar sexualmente a servidores públicos en el Estado, o valerse del cargo para hacerlo sobre ciudadanos que sean usuarios o beneficiarios de servicios del órgano o entidad a la que pertenezca el servidor público”.

La Constitución en sus artículos 43 (Derecho al libre desarrollo de la personalidad), 44 (Derecho a la intimidad y el honor personal) y el 56 (Protección de las personas menores de edad, sobre todo, el numeral 1). En la Administración Pública, el Mobbing es muy alto y desde ese Ministerio se hace muy poco para la educación, para la prevención a través de un Código Ético. ¡La relajación ética-moral es un verdadero desconcierto!

En el mundo empresarial u organizacional la práctica social no es menos espeluznante que en el sector público. Muy pocas empresas tienen Código de Ética, que es una declaración de políticas, principios o reglas que guían el comportamiento de los empleados y ejecutivos. Alinean a los servidores sobre la forma de relaciones, de interactuación, de los límites y alcances que se pueden producir. El Código es una estrella en el marco de la cultura organizacional, de la Filosofía Organizacional, que coadyuva y fortalece la Misión, Visión y Valores de la misma.

Una empresa socialmente responsable, más allá de la cultura del poder inadecuado de la sociedad, se sobredimensiona y no permite esa lacra social a su interior. Las organizaciones con responsabilidad social corporativa son fulminantes con esta praxis delincuencial, desgarradora y degradante, desde el horizonte individual, familiar, social-institucional, pues produce un hondo vacio sentimental, emocional, psicológico, material. ¡Destruye personas, familia, riqueza!

Las organizaciones con responsabilidad social, que es aquella que, de manera voluntaria incluye sus preocupaciones sociales y medioambientales, ejercen una clara influencia en cómo deben ser las relaciones entre los empleados y ejecutivos y marcan el rumbo con un desarrollo social sostenible, donde el Talento Humano tiene que ser tratado con dignidad. Encontramos organizaciones que son consecuentes con medidas para atacar el Mobbing, empero, desvinculan a los antiguos empleados sin decir la causa a toda la organización, creyendo que con eso “protegen” la imagen de la institución. En ocasiones, ni siquiera al que despiden le explican la causa del desahucio, recreando el problema hacia otro espacio. Así, el acosador sigue su curso como si nada ha pasado.

Las organizaciones socialmente responsables se guían no tan solo por intereses, sino, esencialmente, por valores, obrando con una gestión responsable, pensando en los stakeholders. Mas allá del modelo de cumplimiento, que son aquellas que actúan por presiones externas, las empresas con visión de ciudadanía corporativa llevan en sí mismas, las convicciones o valores que derivan en una personalidad que la hace orgullosa e inspira.

El tabú del incesto que prohíbe taxativamente las relaciones sexuales entre personas de consanguinidad muy cercana, padres e hijos, hermanos, tíos, etc., está creciendo considerablemente en la sociedad dominicana, sobre todo en la Zona Sur. ¡Es un verdadero drama! Es más silenciada entre la familia por múltiples factores: Rompimiento de la familia, el escarnio que ellos creen le produce, la manipulación, el engaño y el potencial de violencia que el abusador, acosador produce sobre la víctima.

Esas relaciones de poder del patriarcado hay que desarrollar su ruptura, con una ideológica y cultura que implique una resocialización hacia el género y sexualidad; adoptando una nueva visión con esa perniciosa práctica social. Los agentes sociales (familia, escuela, iglesias, medios de comunicación) deberán contribuir con una nueva mirada en la internalización de nuevas normas sociales que dejen atrás los estereotipos del pasado.