Me encuentro entre muchos ciudadanos que en esos momentos de crisis que vive nuestra sociedad, están muy preocupados por el acontecer y devenir de los sucesos que vemos cada día. Por eso me llama la atención la publicación del buen amigo Matías Bosch, del miércoles 3 de julio pasado, en la que elabora un importante y necesario cuestionamiento sobre la respuesta que debe dar la sociedad a la situación de abuso que estamos padeciendo, a si debemos o no desafiar el poder que nos aplasta. ¨La sociedad dominicana sigue frente a su dilema histórico: acatar o despertar¨, sentencia Matías.

Enumerando algunos ejemplos, y pudiéramos extraer algunos otros de diferentes etapas, podemos ver que en nuestro devenir histórico el desafío, en términos estadísticos, no alcanza, con mucho, una efectividad que arroje los frutos deseados. Lo mismo ocurre en el campo de lo socioevolutivo, si analizamos el desafío como acción dentro del proceso histórico de nuestras relaciones socioeconómicas entre las bases y la superestructura, tanto económicas como culturales, pues no resulta un mecanismo que haga posible pasar a la sociedad a una etapa superior de su desarrollo.

El desafío es posible, sí, pero no ha arrojado los frutos, los avances sociales que buscaron. Y puede que el enfoque no sea en si la opción se encuentra entre acatar el abuso de poder o despertar. Sino en el cuestionamiento de si la sociedad no habrá desarrollado históricamente valores culturales y simbólicos que permitan esta forma de relaciones sociales y económicas que hacen posible los abusos y su aceptación como algo natural, como una dinámica real, como algo que es porque así debe ser.

Cuántas comunidades rurales se han levantado en protesta por la cantidad de niñas y adolescentes casadas o abusadas en relaciones de pareja disfuncionales? Cuántas comunidades apoyan la solicitud  de la despenalización del aborto en las tres causales? Se ha desarrollado en Dominicana un movimiento social fuerte como el NO + AFP chileno motivado por la situación de enriquecimiento abusivo con los dineros de las pensiones de las empresas prestadoras de estos servicios? No existe una respuesta social frente a estos desafíos. El último intento valioso, el de Marcha Verde, se apagó para permitir el enganche en las maquinarias electoreras de sus más prominentes promotores, en una clara manifestación de que existe un contenido sociocultural fuertemente establecido para que las cosas sean así y no de cualquier otra forma, para que los idealistas que pretendan desafiar el orden establecido, sean introducidos en la maquinaria político electorera de cada 4 años, o sean acallados a sangre y fuego, como lo fueron Manolo Tavárez, los Palmeros y Amín Abel, como lo fue el movimiento constitucionalista del glorioso abril de 1965.

No me atrevería a tener la osadía de presentar o sugerir una alternativa para el presente. Me parece que tal vez pudiéramos examinarnos, tratar de conocernos y entendernos, averiguar qué nos pasa, cómo somos y por qué somos así, que no nos gusta despertar. Es obvio que algo ocurre culturalmente, para que aceptemos la realidad y consideremos que la dinámica es depender de un padrino, o acudir a lo establecido en el orden que conforma el Estado para que en cuatro años surja un intercambio que permita el relevo que mantenga la estructura que impide que algo cambie. Muchas veces hago señalamientos a nuestra cultura servil, pero eso tiene una razón, o muchas razones, y debemos conocerlas para saber qué hacer, para saber si tendremos alternativas, para saber si queremos darnos la oportunidad de tenerlas.