En estos días el Gobierno del Lic. Abinader está de cumpleaños y se ha hecho común realizar evaluaciones de su desempeño. Yo, para ser sincero, no sabría cómo hacer eso. La razón es que no sabría qué estoy evaluando, si el primer año de un gobierno o de un contexto. En desempeño económico y social, la mayor parte de las cosas habrían ocurrido cualquiera que fuera el Gobierno.

Hay dos aspectos en que sí se puede hablar de una diferencia grande que constituyen un éxito rotundo. Hay algunas otras en que la tendencia me luce preocupante; pero comencemos con las del desempeño económico.

Primero, la llegada y difusión de la pandemia obligó a cerrar sectores productivos, decretar toque de queda y confinar la población. La economía entró en crisis, cayó el PIB y aumentó el desempleo y la pobreza. Como el confinamiento fue mundial, se quebraron las cadenas de producción, distribución y transporte, muchas cosas comenzaron a escasear y todo se volvió más caro.

Obligar a la gente a quedarse en casa, sin morirse de hambre, implicaba ayudarla a mantenerse, y a las empresas a mantener su nómina. Eso implicaba muchos más gastos públicos, en momentos en que los ingresos caían. Por tanto, más déficit fiscal y más deuda. No endeudarse en esas circunstancias habría sido una irresponsabilidad, como cualquier padre si viera que su familia se enferma, algunos miembros pierden su empleo y todo se le pone más caro.

En sentido contrario, una vez que la sociedad se fue adaptando a la idea de que el COVID no era algo pasajero y había que convivir con él, las cosas se fueron normalizando y la economía se está recuperando. Como siempre ocurre, cuanto más estrepitosa es la caída, más fuerte es la recuperación. Eso ocurre aquí y en Pekín.

Hasta aquí, culpas del COVID y no de Abinader. Las buenas y las malas. Ni la caída inicial, ni la fuerte recuperación, ni la declinación del empleo, ni la magnitud del endeudamiento en este primer año son objetivamente comparables con las del primer año de ningún otro gobierno. El que lo compara sin considerar el contexto, o es muy ignorante o no actúa de buena fe. Se puede discutir sobre los matices, pero no más.

El año escolar, ¿fue un éxito o un fracaso? Ambas cosas a la vez. Si evaluamos por el aprendizaje, fue un rotundo fracaso. Pero la República Dominicana acumula 60 años de fracasos escolares, y la pandemia vino a ponerle la tapa al pomo. Si evaluamos en base a cuál era la alternativa, que era nada, fue un rotundo éxito. Dos críticas: se gastó demasiado dinero, y las escuelas siguieron cerradas demasiado tiempo.

En dos aspectos este gobierno aprueba con calificaciones excelentes: la independencia del Ministerio Público y el manejo de la pandemia. Lo primero ha posibilitado que el país diera pasos de gigantes en la lucha contra la corrupción, la impunidad y el saneamiento institucional. Lo segundo, particularmente el exitoso programa de vacunación, ha permitido bajar la prevalencia del virus y hacer más rápida la recuperación económica. Además de excelente política de salud, ha sido la mejor política en favor del turismo. El mayor favor al país se lo han hecho nuestros compatriotas en el exterior.

Algunos signos preocupantes: la sobrevaluación de sus éxitos y de sus posibilidades. Lo primero hace que se haya desatado una prematura campaña de publicidad propagando supuestos logros que no se tienen y que no se tendrán. Igualito que el PLD. Lo segundo hace que el presidente se haya dedicado a prometer cosas que no va a poder cumplir y a inaugurar obras ajenas.

El gobierno decidió darle largas al tema fiscal. A mi juicio, va a ser difícil que se pueda gestionar un Pacto Fiscal como el país necesita, pero alguna reforma tendrá que hacer. Aumentar o establecer impuestos genera impopularidad, pero más impopular puede resultar no hacerlo. Por ejemplo, repartir apagones a sectores que se habían acostumbrado a estar con luz, es impopular. Reducir programas sociales es impopular; no invertir en obras que la gente necesita, no hacer la reforma policial por no poder pagar los salarios que se requieren, dejar obras apenas iniciadas o no hacer ninguna, todo eso es impopular. Y lo más impopular de todo sería perder la estabilidad económica por insostenibilidad de la deuda.