El mundo cambió y la escuela sigue como si nada ha pasado.
Se anuncia que para el mes de septiembre iniciaremos un nuevo año escolar, teniendo como colofón, que el año anterior fue exitoso, pues se cumplieron los propósitos esperados. Si como han planteado a manera de pregunta algunos analistas de que el éxito alcanzado se debió al pago millonario a los dueños de medios de comunicación radial y televisivo, además de la adquisición también millonaria de computadoras, tabletas y demás enseres electrónicos, definitivamente sí, fue un gran éxito. Y no hay dudas de los grandes esfuerzos desarrollados por el Ministerio de Educación, solo que no tenemos información para saber si tal inversión y tales esfuerzos han contribuido con mayores y mejores logros de aprendizaje por parte de los estudiantes.
Por supuesto, que se sepa, no hay una medición de qué aprendieron los estudiantes. Las pruebas nacionales fueron suspendidas, y eso era de esperarse, y si hubo algún criterio tuvo que ser el desarrollado por los maestros en los diferentes niveles, grados y asignaturas.
Sabiendo el impacto que la pandemia y el confinamiento han tenido en el proceso educativo, tanto en el nivel cuantitativo de cumplimiento, como cualitativo de generación de aprendizajes, y en pleno conocimiento de los resultados de las evaluaciones nacionales e internacionales antes de la pandemia y el confinamiento, no creo que podamos esperar que dichos logros de aprendizajes fueran iguales a los ya alcanzados anteriormente. Las evaluaciones diagnósticas de tercero y sexto de primaria, como la realizada en el tercero de media nos dejaron no solo con grandes preocupaciones, sino, además, con la certeza de que los objetivos educativos no se estaban alcanzando.
La siguiente tabla muestra los resultados porcentuales nacionales por niveles de desempeño de los estudiantes de tercero de primaria en la evaluación diagnóstica del 2017: Los resultados indican claramente que solo un 12% y un 27% respectivamente alcanzan el nivel satisfactorio en Lengua Española y Matemática.
Para el caso de la evaluación diagnóstica de sexto de primaria que se llevó a cabo en el año 2018 y en la cual participaron 158,797 estudiantes del grado, los resultados en las áreas evaluadas siguieron la misma tendencia que la de tercero: los logros de aprendizajes de los estudiantes de sexto grado de primaria en las áreas evaluadas también son bajos, pues los porcentajes más bajos son precisamente la de aquellos estudiantes que caen en el nivel satisfactorio para las áreas evaluadas. Sus resultados aparecen en la tabla que sigue.
La evaluación diagnóstica de tercero de secundaria se llevó a cabo en el año 2019, los resultados siguen la misma tendencia. Estos resultados se muestran en la tabla que sigue a continuación:
Como se puede observar, con ligeras variaciones los resultados son los mismos, poniendo de relieve que estamos aún muy lejos de alcanzar los propósitos esperados. Y la conclusión es clara y precisa, la mayoría de nuestros estudiantes evaluados no alcanza el nivel de desarrollo esperado en las áreas evaluadas.
¿Es posible esperar cambios significativos de estos logros atravesando la situación de pandemia y confinamiento? ¿Mejoraron los maestros los procesos de enseñanza en la pandemia y el confinamiento? ¿Es que definitivamente el uso de las tecnologías en la enseñanza en el aula cambió radicalmente los resultados de aprendizaje? La respuesta es obvia, sabemos que no. No hay que ser un experto en educación para saber que el impacto de la pandemia y el confinamiento por el coronavirus ha sido negativo en los procesos de enseñanza y de aprendizaje. Y no solo en el país, sino en todas partes del mundo. Se estima, según expertos y organismos internacionales, que los resultados de los logros de aprendizaje bajaran un promedio entre 20 y 25 por ciento; lo que por supuesto, son estimaciones a partir de las realidades pre-pandemia.
Los pronósticos no son halagadores. Los efectos del confinamiento por la pandemia no solo están impactando en los logros de aprendizajes, sino también en los factores claves que explican dichos logros, como son: tiempo real de exposición a procesos de aprendizaje, uso efectivo de los materiales didácticos, altas expectativas por parte del maestro a sus estudiantes, evaluación continua y retroalimentación efectiva por parte del maestro, clima positivo del aula, motivación, interés, condiciones propicias en el hogar, y un largo etcétera.
Por otra parte, hemos planteado que la situación generada por la pandemia se podía constituir en propicia para repensar escuela, y no solo por la situación generada por el coronavirus, sino porque el supuesto fundamental de la escuela ha cambiado radicalmente desde hace ya varios años: el conocimiento hoy es público, no está solo en los libros de textos y mucho menos en la cabeza o la memoria de los maestros. La escuela no puede seguir siendo pensada para que personas portadoras de conocimientos, los maestros, lo enseñen a quienes no tienen los mismos. Y reconociendo, además, que lo fundamental no es la trasmisión de conocimientos, sino el uso que hacemos de ellos; cómo interpretarlos, como emplearlos en el análisis y solución de las situaciones que la vida cotidiana nos demanda. Ya hay múltiples “facilidades” a través de la web que haciendo uso, algunas de ellas, de la inteligencia artificial, generan situaciones de aprendizaje altamente efectivas en los estudiantes, sobre todo si se trata de asignaturas como la matemática y las ciencias naturales.
Se ha hecho un enorme esfuerzo y una mayor inversión de recursos económicos a través de la radio y la televisión, pero esa práctica sigue reproduciendo el esquema anterior: alguien que sabe y transmite conocimientos, y alguien que requiere saber y, por tanto, debe repetir lo que se le enseñe, para posteriormente saber si aprendió o no.
Los niños, como los jóvenes adolescentes y personas adultas, son seres activos, que buscan, que piensan, que procesan, que hacen, que se vinculan y relacionan en la búsqueda, en el pensamiento y procesamiento, como en la acción misma. La escuela debe constituirse en un espacio de enfrentamiento y generación de conocimientos y acciones colectivos frente a la realidad en su complejidad total: social y natural. He presenciado de manera directa en algunas escuelas de países visitados, cómo los niños y niñas de esas escuelas a través de la web, le enseñan a otros estudiantes de otro país, características propias de su entorno y viceversa.
En cada etapa de la vida los seres humanos contamos con características peculiares que, de aprovecharse con los recursos que hoy se disponen y con la intencionalidad que implica el acto educativo escolar, podríamos alcanzar mucho mejores cosas.
En la vida infantil la ternura se constituye en un aspecto distintivo. La ternura es la base fundamental del desarrollo en esa etapa de la vida. Su sensibilidad frente a la calidez de las relaciones, el cariño y el amor en el trato, la expresión de los sentimientos en toda forma de comunicación, construyen valores y actitudes para la vida futura. De igual manera en los años posteriores, cuando el dominio de la comunicación verbal se instala, abre múltiples oportunidades para otras nuevas maneras de entender y de expresar las emociones y las ideas. La plasticidad cerebral se ensancha y genera otras nuevas posibilidades. En la etapa de la adolescencia en que en los seres humanos se inician nuevos procesos en su sentir, en su pensar y en su ver la realidad, florecen nuevas posibilidades para generar procesos cognitivos más complejos. Hoy incluso, algunos investigadores del desarrollo humano, como lo es Howard Gardner, nos hablan de las “teorías implícitas” existentes en los niños desde el mismo momento del nacimiento. O qué decir del concepto de inteligencia múltiples y sus amplias aplicaciones en el entorno educativo, la cual supone, por supuesto, dejar el viejo esquema de la “uniformidad” en los procesos de enseñanza.
Estos procesos señalados anteriormente no están supuestos en la estructura escolar. La continuidad y complejidad de estos, no se estructuran en niveles y grados, pues estos suponen una realidad “discreta” y no “continua”. Niveles y grados es una cuestión administrativa más no pedagógica.
Ya resulta imposible e inconsecuente seguir con el mismo relato: que hay unos seres analfabetos que deben ser “llevados” al mundo actual, y para ello, hay unos sujetos que saben lo que otros deben aprender. Que los primeros tienen el deber de enseñar, mientras que los otros, deben aprender. Ya desde los años 90 la internet ha cambiado el mundo en todos sus rincones y ámbitos de la vida, quizás más que cualquier otro factor. Ya existen en la web, sitios que te ofrecen cursos de todo tipo basados en la inteligencia artificial, la cual hace posible conducirte en el proceso de adquisición de conocimientos sin necesidad ni la presencia de ninguna persona, que se requerirían para otras cuestiones posiblemente de mayor envergadura en los procesos educativos.
Al final de cuentas, todo luce que la escuela seguirá igual, reproduciendo el viejo relato, el viejo esquema de uno que sabe y enseña, y otro, que no sabe y que debe aprender lo que el primero dice que hay que saber. Como dice el sociólogo de la educación argentino Emilio Fanfani: “en la escuela de hoy, unos hacen como que enseñan, mientras otros hacen como que aprenden”.
Desde inicio de los noventa con la aparición de la internet y el enorme desarrollo de la infotecnología como la biotecnología, el mundo que conocíamos se ha ido transformando de una manera vertiginosa, sin que tengamos plena conciencia de las consecuencias que tales cambios ya han producido y seguirán produciendo en el orden del conocimiento en todos los órdenes de la vida, de nosotros mismos y de nuestro entorno. Los niños que se están iniciando la educación escolar, cuando sean adultos, estarán frente a un mundo totalmente distinto al de hoy. ¿De qué les servirán tantos años de escolaridad que no los está preparando para esa nueva realidad no muy distante?
El mundo cambió y la escuela sigue como si nada ha pasado.