La dicotomía saussureana significante/significado constituye un aporte teórico a partir del cual se explican las formas expresivas del pensamiento. Pero una mirada al panorama libresco mueve a sospechar que tal dicotomía no es comprendida, en su justa dimensión, por noveles aprendices de los programas especializados de lingüística y literatura hispánica del presente.

El significante existe en función de como mínimo un significado. Un significado puede ser expresado a través de multiplicidad de significante, de un habla a otra. Ilustremos esta afirmación con la palabra “perro” (p/e/´r/o) tomada de hablas cotidianas de estudiantes universitarios dominicanos. Hemos colocado sus respectivas traducciones al contexto escolar:

  • Mi hijo come como un “perro”/ Mi hijo come sin delicadeza.
  • Ese tipo es un “perro”/Esa persona es mal educada…
  • Lo hizo el “perro” de mi hermano/Lo hizo el mal educado de mi hermano.
  • Buen “perro”/antihigiénico o indelicado (insulto directo).
  • Si me vas a morder, no me ladre (“perro”, implícito).
  • Estoy “vuelto un perro” por tu amor/ Estoy dispuesto a lamerte porque te amo.

En estos seis casos, y en otros, el significante “perro” representa significados distintos, de acuerdo al contexto de uso. Esto sucede porque esta dicotomía que describe Saussure como indisociable, similar a una hoja de papel, en la que el anverso y el reverso concurren en reciprocidad, tiene lugar sólo en el sistema lingüístico, no así en las hablas. Pero magistralmente estas apreciaciones casi siempre pasan inadvertidas entre lingüistas y filósofos del lenguaje del presente. No extraña el que algunos confundan frecuentemente los sujetos de un texto con pronombres, como si la relación significado/significante fuera biunívoca.

Este mismo principio es aplicable a formas significantes complejas. El ejemplo que nos llega es “texto”, entendido como entramado semiótico o lingüístico –o semiolingüístico– que contiene en su estructura profunda un enunciado que subsume su contenido global, también llamado macroestructura en la lingüística del texto de Van Dijk. El texto que leemos, el que escuchamos o el que percibimos por cualquier otro sentido, no es otra cosa que un representamen que contiene un significado (enunciado) entramado en sus profundidades semántico-pragmáticas.

De esta realidad se desprende la distinción entre texto/discurso que en otras publicaciones impresas hemos propuesto, no con la intención de que el lector novel se quede enredado en ella, sino con fines metodológicos y didácticos, sobre todo, al momento de instrumentalizar y ejecutar un determinado proyecto de investigación en ciencias del lenguaje.

En los hablares el signo es textual, puesto que cada texto contiene un significado, explícita o implícitamente. Por supuesto, para penetrar los subterfugios discursivos enmarañados en los textos es necesario que quien lea, sepa realmente leer; un lector que evidencie alto nivel de destrezas del pensamiento (análisis/síntesis; inducción/deducción; distinción/generalización…). De lo contrario, seguirán pululando por todas partes paráfrasis tergiversadas sobre los libros de Saussure, de Peirce, de Chomsky, de van Dijk, etc. que oscurecen el conocimiento científico con especulaciones desprovistas de rigor, valga la redundancia.

En un país en el que cualquier comentario de un texto suele tomarse por análisis del discurso, sin marco teórico y sin metodología, el Estado dominicano –en lo que respecta a educación– debería, inexcusablemente, girar de nuevo hacia el conocimiento científico como eje del desarrollo de todo tipo de competencias, más allá del pedagogismo ideológico y recalcitrante.

En el próximo artículo veremos cómo la oposición diacronía/sincronía representa arquetipos representamen de la diversidad significante del presente.