Las unidades de la lengua son distintas a las de las hablas. Esa es la razón por la que nadie habla una lengua porque, además, lo que corresponde a cada hablante son precisamente hablas. Cada emisor tiene su gramática en su habla, distinta a la gramática idealizada de la lengua. Por eso, resulta contraproducente afirmar que determinados grupos sociales hablan bien o mal. Las preguntas centrales deben estar dirigidas a quiénes hablan, dónde, cuándo, para quiénes y, la cuestión más trascendente –tal vez– por qué hablan de tal o cual manera y cuáles efectos producen en sus oyentes.

Lo que se advierte es la existencia de normas contextuales creadas por los hablantes. Las tales, entonces, resultan del conjunto de rasgos fonéticos, morfológicos, sintácticos y léxico-semánticos que se repiten como prototipo, por ejemplo, en el idiolecto de uno y otros hablantes (sociolecto) y que a la vez sientan marcadas diferencias con otras comunidades de hablantes (variación dialectal) debido a factores externos al sistema lingüístico, entre los que destacan el espacio y el tiempo.

Las hablas escolares y académicas se aproximan al ideal que representa la lengua, pero no son la lengua como tal, sino realizaciones de ella, como lo son los demás hablares. La escuela enseña a escribir y a leer. Se esfuerza por enseñar los significantes del sociolecto estándar. Pero los estudiantes aprenden tácitamente los significantes de su primera cultura, la de su familia y la de su vecindario. Por eso, el Estado haría una gran contribución al desarrollo de las hablas hispánicas, proporcionando conocimientos y modelos de pensamiento con los que los estudiantes aprenderían a contextualizar sus realizaciones lingüísticas.

Las hablas constituyen, entonces, un interesante ejercicio de traducción de un sociolecto a otro. Pensemos, por ejemplo, en las siguientes hablas escritas como reacción a una noticia publicada en un periódico dominicano. Se trata del titular del periódico digital Almomento.net, de fecha dos (2) de noviembre de 2019, el cual lee: “Siguen los préstamos: ahora uno por 75 millones de dólares con el OFID”.

Los más de cuarenta (40) comentarios publicados, hasta el momento de consultarlo, coinciden en utilizar una concordancia regular, aunque sin apego a la norma escrita escolar. Veamos un caso: “Más de 20 mil millones de dólares en 7 años: Más que todos los presidentes juntos. LO QUE NUNCA SE HA HECHO” (Manuel de la Cruz). Por supuesto, este uso total de las mayúsculas en uno de los enunciados, en su estructura profunda, expresa una prosodia y una entonación.

Esa expresión alude a la vez a un eslogan de campaña política del actual presidente de la Rep. Dom. Se constituye, pues, en un acto de habla con el que el autor logra su intención de expresar desacuerdo con la acción informada en el artículo. Cualquier profesor y estudiante pudiera emplear esta muestra para propiciar un ejercicio de traducción, del contexto virtual al contexto escolar. En tal caso, sería necesario consultar la norma de uso de la escritura académica de la RAE.

Otra muestra es la  siguiente: Si hombre…denle pa alla a eso. Que mas da? Ese es el dinero de los pendejos” (Tranquilo Quieto). Este comentario resulta mucho más abundante en significantes ajenos a contextos escolares. Por ello, constituye una conveniente oportunidad para traducir de una gramática idiolectal a una sociolectal escolar. Primero, emplea el adverbio condicional “si”, en lugar del adverbio afirmativo “sí”. El apócope de la preposición (“para”: pa), seguido del adverbio puntualizador de lugar “allá”, escrito sin tilde (“alla”). Más adelante, emite una pregunta que no responde a la norma de la escritura hispánica (“que mas da?”) puesto que carece de tres signos diacríticos propios de la redacción escolar.

Finalmente, en el último enunciado, emplea un vocabulario muy propio del español dominicano: “pendejo”.  Con todo, esta perlocución logra su intención, consistente en la expresión de un desacuerdo con la acción que informa el artículo. El hecho de que lo logre es muestra de que se trata de un habla escrita que reúne todas las propiedades comunicativas. La traducción al sociolecto escolar podría ser la siguiente: “Si, hombre. Denle para allá ¿Qué más da? Ese es el dinero de los excluidos”, pero si el autor lo hubiera escrito como aquí lo traducimos, sospechamos que los efectos perlocucionarios no hubiesen captado nuestra atención.

En tiempos en que se habla de una República Digital, se requiere que el Estado proporcione sinceramente las herramientas necesarias para que los profesores y estudiantes desarrollen las competencias comunicativas necesarias para cohabitar en “el cibermundo, más allá de las redes sociales”, tal como afirma el profesor, Andrés Merejo (PhD) en su obra: “La dominicanidad transida, de lo virtual a lo real”.

Aprender a contextualizar las hablas de nuestro dialecto dominicano es una tarea ardua que constituye un “a posterioris”, en tanto son temas que no siempre llegan a comprenderse, mucho menos a aceptarse como realidades lingüísticas, en los ámbitos académicos del presente; como si se tratase de una escuela que vive ajena a su contexto, precisamente, en la era del ciberespacio.