En la serie anterior, compuesta por tres artículos, nos referimos a los a prioris del conocimiento lingüístico. Dijimos que los tales son saberes que se han fijado como conocimiento, por lo que ya no necesitan demostración para aceptarlos dentro del estricto campo de la lingüística, principal ciencia del lenguaje, en tanto facultad de simbolización humana que se traduce en los hablares de un idioma como “universo de universos comunicativos”.

En esta serie presentamos tanto a prioris como a posterioris del conocimiento lingüístico. Los a posterioris no aparecen de forma explícita en Saussure, sino en posteriores estudios realizados por discípulos directos e indirectos del maestro ginebrino. Aunque más recientes, algunos de estos preceptos son desconocidos por noveles interesados de esta ciencia, por lo que tal vez una presentación de este tipo resulte ilustrativa.

Tanto a priori como a posteriori en este artículo parten de la distinción entre lengua y habla propuesta por Saussure. La lengua es un sistema abstracto que existe en la memoria histórica de la comunidad que hace uso de ese saber para expresar sus pensamientos a través del habla. Esta última, por lo tanto, es la realización concreta e individual del sistema por un hablante. Lo anterior significa que si la lengua es distinta al habla, existen unidades lingüísticas correspondientes a cada una de estas realidades, las cuales no se relacionan de forma biunívoca.

Conviene empezar nuestra reflexión con la unidad superior de comunicación: el enunciado. El mismo pertenece al habla, en tanto el concepto “oración” corresponde al sistema homogéneo. De ahí que la gramática hispánica defina la oración como aquella unidad de la lengua, cuyos constituyentes inmediatos son sujeto y predicado. Sin embargo, ese concepto es un ideal, puesto que en el uso lingüístico las emisiones no siguen ese patrón uniforme de la lengua.

En ciertos lugares de la República Dominicana la gente dice: “El buen hombre…”, “El tremendo tormento…” “el mal vivir…” (Samaná); mientras para la sintaxis general hispánica debería pronunciarse primero el sustantivo, luego el adjetivo. Estos casos son llamados en lingüística especulativa con el nombre de hipérbaton, es decir, desorden en las estructuras formales que integran la oración.

Todo esto ilustra el hecho de que mientras la oración es una unidad de la lengua, los enunciados corresponden al habla porque en realidad son realizaciones múltiples de una misma oración. Algunos ejemplos hipotéticos son los siguientes: “Posiblemente paguen mañana temprano”; “Posiblemente vayan a pagar mañana temprano”; “Mañana temprano van a pagar”; “Mañana temprano posiblemente paguen”. Todos estos tienen en común ser enunciados, realizaciones distintas de una misma unidad de la lengua, la oración: “¿Cuándo pagará, el Estado?”.

Conviene a los profesores de ciencias del lenguaje adquirir consciencia de la distinción existente entre “oración”, entendida como unidad lingüística lógica del sistema, y “enunciado”, el cual constituye la unidad/núcleo del discurso. De hecho, la misma concepción de enunciado constituye el núcleo-significado a partir del cual es posible explicar la naturaleza de los corpus textuales que fungen como representamen/significante de un mismo discurso. En cambio el concepto oración resulta inexistente en el uso, como inexistente resulta la lengua misma en las hablas.

Comprender esta realidad pudiera facilitar el que los docentes de esta ciencia asuman una actitud flexible ante los diversos modos de pensar, de decir y de escribir, sin degradar su rol de crear condiciones favorables para que los estudiantes escuchen, hablen, lean y escriban conforme a la norma del habla escolar y académica. En el próximo artículo de esta serie veremos la forma en que la norma general de una lengua resulta espuria en sus propios hablares.