La era del cibermundo ofrece una inigualable oportunidad de hurgar en el conocimiento científico, del pasado y del presente, a través del uso de la Tecnología del Aprendizaje y del Conocimiento (TAC); acceso al conocimiento como nunca antes con el cual puede ser posible producir hallazgos lingüísticos pertinentes, más allá de la repetición tergiversada sobre la lengua y sus aspectos.

Pero con frecuencia un gran puñado de nuestros intelectuales hace causa común con pensadores, cuyas reflexiones coinciden con las primeras transmisiones televisivas de la BBC Londres del año 1927. Eso explica, en parte, las razones por las que algunos no han sido capaces de entender la realidad cibercognitiva del presente. Ven las redes sociales como un medio en el que los indoctos se expresan, en lugar de concebirlas como un contexto riquísimo para el estudio de usos lingüísticos expresados, a través de inúmeras cantidades de textos multimodales (videos, notas de voz, textos escritos, memes).

Lo cierto es que el cibermundo no debe ser limitado a las TICS. Las TAC permiten al investigador acceder, más allá de a saberes, a conocimientos lingüísticos, a través de buscadores electrónicos especializados. Los bancos de datos de revistas internacionales sobre lingüística se encuentran en esta dimensión profunda del ciberespacio, por lo que conviene a investigadores, pasar de la repetición de los a prioris a la elaboración de saberes.

Recuerdo cómo, a finales de la década de los noventa, obtuve acceso por primera vez al libro, Curso de Lingüística general de Ferdinand de Saussure. Se trató de una copia de copias que me proporcionó uno de los profesores más destacados de este campo del conocimiento, en Santo Domingo. Había estudiado en España, en Francia y en Rumanía bajo la sombra de Eugenio Coseriu y de André Martinet. Por eso, conservaba sus libros de los cuales se sentía muy orgulloso de ser el único, o por lo menos de los pocos privilegiados.

En la actualidad ya no es igual. Basta con pronunciar el nombre de un lingüista o de cualquier otro científico, o filósofo, frente a un ordenador para que aparezcan en formato PDF los textos completos pronunciados, unas veces totalmente libres, mientras otras sujetos a un pago mínimo de descarga o de encargo.

La posmodernidad presenta un conjunto amplio de oportunidades para apropiarse de los conocimientos lingüísticos, así como de los saberes sobre los usos que no existían en otros tiempos. El buen uso que hagamos de ellos nos permitirá acceder a una adecuada formación científica en nuestra área que facilite la adquisición de mayores ventajas, no sólo para la descripción de la estructura del sistema lingüístico, manifiesta en los hablares posmodernos del presente.

De modo que, más allá del dominio de los a prioris, el campo de acción del lingüista presenta hoy, más que en cualquier otro tiempo, la oportunidad de realizar estudios en campos tales como la dialectología y sociología ciberespaciales, la lingüística cognitiva, el análisis del discurso, etc; pero no para repetir lo que es obvio, sino para emprender verdaderos procesos de investigación que propicien la interacción entre los saberes populares y el conocimiento científico, en nuestro caso, sobre la lengua y sus hablares.