En esta serie de tres artículos nos referimos a una clase particular de a prioris, los del conocimiento lingüístico. Conviene destacar el uso discreto, y casi imperceptible, del término “conocimiento” distinto a “saber”. En nuestra versión, se entiende por conocimiento, el conjunto de informaciones demostrables de una ciencia, que ha sido el resultado de un proceso riguroso de investigación. Los saberes, en cambio, constituyen conjunto de informaciones especulativas, que pudieran coincidir parcialmente con el conocimiento, pero que no han sido el resultado de una investigación científica.

Los a prioris, entonces, son conocimientos previamente compartidos en una ciencia, y que, por tanto, no necesitan ser investigados. Se llega a ellos, gracias al razonamiento deductivo durante el proceso de observación. Algunos ejemplos de este concepto son los siguientes: “la tierra tiene forma esférica”; “el sol es caliente”; “el invierno es frío”; “el verano es cálido”, etc. Todas estas proposiciones ya no entran en cuestión, por lo que han pasado, de ser saberes populares y especulativos, a constituirse en conocimiento que nadie objeta.

La lingüística, en tanto es la principal ciencia del lenguaje, contiene sus a prioris. La cuestión es que una parte de los exponentes de esta dimensión del conocimiento, los repiten como novedad, tratando de confundir el conocimiento científico con especulaciones infundadas que posiblemente nunca alcancen la categoría de saberes.  Dentro de los principales a prioris del conocimiento lingüístico destacan los siguientes:

  • La lengua es social: No es necesario decirlo. No solo la lengua es social. El hombre es un ente social, por lo que el sistema lingüístico, al que Saussure llamó lengua, es una construcción intersubjetiva (entre sujetos) gracias a la cual se construye la norma de uso, en cada dialecto. Cuando visitamos un país, cuya lengua no conocemos, se nos hace imposible socializar con sus habitantes. Por ello, lengua, sujeto, sociedad y pensamiento son conceptos inseparables.
  • La lengua es un sistema de comunicación: Un idioma es un sistema, conjunto de signos solidarios que operan de acuerdo al principio de oposición, construyendo relaciones paradigmáticas que se materializan en sintagmas en la cadena hablada.
  • La lengua es doblemente articulada: desde que el lingüista francés, André Martinet así lo estableció, se sabe que en el sistema operan combinaciones de fonemas que constituyen morfemas y palabras para producir significados. Se materializan en el habla a través de la combinación de los fonos y los morfos.
  • La lengua es un diasistema: un idioma es un conjunto de dialectos, entendidos como variaciones de usos. Ningún dialecto es superior a otro. Todos hablamos dialectos.
  • El signo lingüístico es una entidad psíquica de doble cara: Significado y significante componen el signo lingüístico o palabra. Significante es la secuencia de fonemas que integra la palabra, mientras su significado es el concepto al que refiere. Toda explicación que exceda de esto resulta estéril e innecesaria.
  • Los tres aspectos que conforman una lengua son: fónico, formal y sémico: El aspecto fónico es estudiado por la fonética y por la fonología. La primera lo hace desde un punto de vista descriptivo, material (casa: k/a/s/); mientras la fonología estudia la función del fonema y sus diversas manifestaciones incidentes en el cambio de significado de una palabra (/kasa/tasa/pasa/masa/basa/lasa/nasa/gasa/ jasa/asa/rasa/). El signo se estudia, igualmente, atendiendo a la estructura gramatical y a sus relaciones y funciones sintácticas de las palabras en el discurso. Finalmente, la semántica es la rama de la lingüística que estudia los procesos de significación de las palabras de una lengua en el discurso.

Estos y otros conocimientos no deberían ser objeto de discusión, entre los lingüistas actuales, puesto que constituyen cuestiones ya vistas desde la gramática griega de Dionisio de Tracia, desde el Renacimiento español –en versión de Juan Luis Vives– desde el método histórico-comparado de los siglos XVIII y XIX, hasta llegar a la tercera mitad del siglo XX con las corrientes estructuralistas saussureanas y chomskianas; así como con la aparición de las teorías del análisis del texto y la pragmática. Compete a los noveles estudiantes apropiarse de tales conocimientos, no como saberes populares porque, precisamente, han sido el resultado de muchos años de aplicación del método.

Sin embargo, en la actualidad se repiten en nuestros medios docentes numeras especulaciones que a nuestro juicio aportan poco al desarrollo de una ciencia tan prestigiosa, como lo es la lingüística, en el amplio campo de las ciencias del lenguaje. En un país en el que la comprensión lectora es tan baja, los esfuerzos deberían estar orientados a la creación de estrategias para desarrollar las destrezas del pensamiento implicadas en el desarrollo de competencias comunicativas, socioculturales, lingüísticas y literarias, etc. En el próximo artículo nos referiremos a este asunto.