La educación dominicana tiene varias décadas como foco de atención de la sociedad, de las agencias internacionales y de los medios de comunicación. Cuando un aspecto de la vida nacional concita tanto interés, se puede interpretar que es significativo para el desarrollo humano, social y económico. Por ello se impone avanzar del análisis permanente y de la confrontación sistemática a un plan de acción duradero y consistente que produzca las transformaciones socioeducativas y económicas que requiere la nación. Los acuerdos que generan estos tipos de cambios son aquellos con los que las partes se comprometen dejando a un lado toda posición inflexible; y dándole el carácter de un compromiso de Estado. De ser así, no fluctuarán según el color del partido de turno en el poder; ni tampoco según la fuerza que tenga la tendencia gobernante de la organización con la que se establezca el pacto. Los acuerdos que se asumen desde esta perspectiva no alardean, sino que impactan la realidad para la cual se establecen.  En este marco, hemos observado que los acuerdos establecidos entre el Ministerio de Educación de la República Dominicana y la Asociación Dominicana de Profesores deberían asumirse, por ambas partes, como compromiso de Estado.

De ser así, los ámbitos beneficiarios de forma prioritaria serán la calidad de los aprendizajes de los estudiantes y el desarrollo curricular; la formación en contexto de los docentes y la revitalización de los centros educativos. El Ministerio de Educación y la Asociación Dominicana de Profesores nos tienen acostumbrados a fotos agradabilísimas por la paz y confraternidad que reflejan; además, nos invitan con frecuencia a celebrar y a disfrutar de acuerdos tan útiles como efímeros. Pero, en esta ocasión, además de la cantidad y diversidad de aspectos acordados, hemos de creer firmemente que se cumplirán y que la sociedad aportará lo mejor de sí para apoyar la ejecución de cada uno, de tal modo que superen los escollos posibles y se ejecuten con la mayor efectividad y articulación interinstitucionales. Llegar a este nivel de trabajo conjunto marcará un antes y un después en la historia de la concertación MINERD-ADP; aporta una experiencia que expresa capacidad y voluntad política para construir desde las diferencias.

Esta modalidad de construcción de los acuerdos indica, a su vez, que la educación se ha de entender como un hecho político-social que no es privativo de ninguna de las partes. Su construcción es plural y compleja; sus resultados, multidimensionales; su horizonte, la articulación integral del ser-hacer de los sujetos. En este marco es necesario advertir que, si es importante identificar el qué de los acuerdos, tan cardinal es especificar y validar conjuntamente los procedimientos para el aterrizaje de cada uno. Además, la claridad compartida sobre cómo movilizar su ejecución es un aspecto nodal. Lo contrario puede retrasar procesos, decisiones y hasta generar nuevas discrepancias capaces de romper los lazos y propósitos establecidos.

Aunque la historia de los acuerdos MINERD-ADP evidencia sinuosidades de todas las dimensiones; y a pesar del desgaste del diálogo entre ambas entidades, el conjunto de acuerdos que han establecido ahora nos encantan. Sí, nos hechizan porque de ellos brota esperanza educativa y corresponsabilidad ética de las instituciones implicadas en los acuerdos.

Para que la sociedad pueda colaborar con más certidumbre y confianza en otra ocasión, le han de compartir los mecanismos que utilizarán para darle seguimiento a estos compromisos; asimismo, los dispositivos que posibilitarán la evaluación continua de estos. No basta con publicar titulares y enunciados parcelados; ya es tiempo de implicar a la sociedad con una información más integral, capaz de moverla a una acción educativa sostenida y responsable. En esta misma dirección, es necesario que los docentes, no solo la dirigencia, cuenten con información situada y completa, que los aleje de una participación simulada; y los implique a fondo en los procesos   que se desarrollarán en la ejecución de los acuerdos; y en la obtención de resultados educativos y sociales con significados para el sector educación y para el país. Es un imperativo, también, que del encanto pasemos a un apoyo consciente y sostenible.