Desde el lunes pasado pensábamos que habíamos superado una gran prueba, un obstáculo mayúsculo en nuestra búsqueda, como sociedad, de un ordenamiento de respeto social. Al parecer no ha sido así. Nos encontramos en medio de una tremenda rebatiña que aflora lo peor de las pasiones animales en búsqueda de concretar un lugar en lo que, en principio, debería ser patrimonio ciudadano de todos.

No es sorprendente esta conducta en los sectores vinculados a las organizaciones políticas reconocidas. Lo lamentable es ver la realidad que se observa en los sectores de la sociedad, aunque no sean organizados en la llamada sociedad civil y su forma de abordaje de las circunstancias.

Si bien es cierto que la sociedad está organizada según un ordenamiento especifico, en grupos con lugar y función determinados, no menos cierto es que las funciones de dichos grupos se han desbordado de sus límites. Un ejemplo de ello lo puede ser la inmensa deuda pública acumulada por la presente administración, lo pueden ser los índices de crecimiento económico publicados por el Banco Central, así como los exiguos datos de disminución del hambre publicado por la FAO.

Hemos comprobado por experiencias que las formas de intervención que llevan a cabo los ciudadanos para influir sobre el curso de políticas o situaciones que les atañen directa o indirectamente, no siempre se bastan con sus propios esfuerzos. Deben recibir siempre “un empujoncito” desde afuera. Ya lo hemos visto con la influencia que tuvo la llamada del señor Mike Pompeo para que se definiera la modificación de la Constitución que permitiría la reelección o no del presidente, para lo cual no valieron las manifestaciones propias de la sociedad, sino que el resultado conforme a la voluntad del pueblo debe verse ensombrecida con la necesidad de CIERTOS NIVELES DE ESTABILIDAD SOCIAL convenientes a otro país, que es quien, lamentablemente, define lo que pasa o no, cuando de envergadura social se trata.

Y visto el caso de que ya se ha convertido en fenómeno regional, la inestabilidad social y política en el Caribe, me llama la atención el avance que tienen los procesos políticos en el país, dada la situación de saturación motivados por los profundos casos de corrupción que han ido in crecsendo y que tienen como válvula de escape el nombrado Odebrecht. No parece aprender la lección la sociedad, sino que sólo resignada a que, ya que el orden social hay que guardarlo, la supuesta representatividad o legitimidad de un gobierno “elegido” por la minoría de la población, puesto que la abstención no se considera como una opinión al ordenamiento en cuestión, pues ahora que no hay reelección, debemos buscar a otra persona, con igual o semejante pedigree, para que sustituya al partido en el gobierno, y que cambien solo las caras de los incumbentes, pero que sus ejecutorias no modifiquen en nada el sistema improductivo que se pretende remover.

No hace falta remitirse a concepciones filosóficas de los sistemas de ordenamientos sociales que ha heredado Europa, puesto que contamos con condicionamientos históricos específicos que nos divorcian completamente de una identificación filosófica del viejo mundo. Ni el rentismo, ni el liberalismo o el racionalismos analítico, sin tomar en cuenta nuestra situación de colonialidad, de dependencia, de una fuerte influencia del paternalismo heredada de la pertenencia del esclavo al colonizador europeo que llego a explotar, no a trabajar, pueden darnos luz sobre lo que debemos abordar para terminar de raíz con el círculo vicioso de los 4 años y el deseo de modificar la Constitución para 4 años más. Pero seguimos buscando un nuevo jefe para que durante cuatro años más nos ponga en la misma situación de los 4 años anteriores.

Nos encontramos en tiempos de crisis. Tenemos las crisis económicas por la competencia en supremacía entre China, Rusia y EEUU. Tenemos la crisis ambiental que se refleja en los cambios críticos de temperaturas provocados por el cambio climático que ha conllevado a una movilización sin precedentes de la juventud europea para que se atiendan los enromes desequilibrios provocados por la industrialización a gran escala.

La sociedad dominicana no está exenta de esas crisis, sin embargo no avanza, sigue rotando en el mismo circulo vicioso de gobiernos corruptos que se reinstalan una y otra vez mientras se agudizan las nefastas consecuencias sociales, pero no avanzamos. Solo caminamos a paso de tortugas. Qué hace falta para que la crisis nos provoque movilización? Busquemos hasta encontrar las respuestas. Trabajemos por ello.