De Laura Colombo. ¡Me costó tanto escribir 100 palabras para hablar de mi patria de mar, la que elijo, la del cabello tornasol, la sonrisa plena y el movimiento eterno, la que se desplaza como una nube incomprensible y bella! No. Es que el corazón no da para discursos. Cuando se trata de mi patria, la dominicana, aún con todas sus contradicciones políticas, con sus anacronismos dolorosos, con su tráfico inimaginable, con todo lo que a México también le duele. Aún con su torre Eiffel – ¡Dios mío! – y con todo: cuando pienso en su gente, mis hermanos, el corazón y la palabra solo dan para una inevitable y contundente esperanza.