La primera dama de Guatemala Sandra Torres de Colom ha declarado recientemente su intención de divorciarse de su marido, el Presidente Alvaro Colom, lo que ha calificado como "un sacrificio" en aras de que no hayan dudas sobre su derecho a presentar su candidatura a la presidencia, dada la prohibición constitucional existente en dicho país para parientes u afines del Presidente.
Esta es una muestra más del desenfado con que se interpretan las Constituciones en algunos países de nuestra región, en los que los gobernantes están dispuestos a violar su letra y espíritu casi siempre bajo el designio de permanecer en el poder.
La misma señora Torres alega que el amor entre ella y su hasta ahora marido no necesita de un papel, y en un acto de total relajo constitucional decide divorciarse, aunque seguir unida para poder optar por la candidatura presidencial; lo que a todas luces es un subterfugio para burlar el espíritu de la Constitución de dicho país.
Si hubiera un mínimo de respeto por las Constituciones, la señora Torres debió optar por someter a examen del Tribunal Constitucional la disposición que le prohíbe presentar su candidatura, pero sucede que no tiene el control de dicha Corte y recela de una batalla legal. Pero la prisa es mala consejera, y la proximidad de las elecciones a ser celebradas en septiembre próximo, la llevaron a esta acción desesperada.
En nuestro país, a pesar de la clara prohibición a la reelección consecutiva establecida por la reciente Constitución promovida por el Presidente Fernández, el frente reeleccionista sigue adelante con sus planes de inscribir su candidatura; fortalecidos en sus intenciones luego de que el Presidente acudiera al lastimoso acto de proclamación de firmas de respaldo a su reelección.
Todo indica que lo dispuesto en la Constitución no cuenta para aquellos que quieren perpetuarse en el poder, no solo a costa de socavar nuestra institucionalidad y abusar de los recursos del Estado para ser usados en costosísimos eventos que rinden culto a una imagen faraónica del Presidente, como el del domingo pasado; sino también de propiciar un ambiente de desconfianza y confrontación en el país que podría ser muy peligroso.
Parecería que no hemos avanzado nada desde aquella lapidaria frase de "Horacio o que entre el mar", acuñada un siglo atrás, ni que hemos dejado atrás el servilismo, la adulonería y el culto a la personalidad del jefe, que no solo pueden ser considerados repugnantes frente a un tirano sino frente a todo gobernante.
Los que valoramos la democracia y entendemos la necesidad de fortalecer institucionalmente nuestro país, no podemos permitir que aquellos que solo están velando por sus intereses continúen atropellando nuestras instituciones a cualquier precio.