Europa anda mal, es un comentario que escuché varias veces durante el asueto de Semana Santa. Pero días después, la noticia de la matanza de Lahore, en Pakistán, vino a recordarnos que no sólo Europa anda mal. Siria se desangra y países como Nigeria, Malí, Somalia y otros tantos sufren las embestidas del terrorismo mientras estamos en las playas o dilucidando nuestro propio karma electoral.

Por eso no podemos olvidar que la mayor parte de las víctimas del ISIS y de otras facciones terroristas son musulmanes y que los millones de desplazados, de los cuales tanto se habla en Europa, son en su gran mayoría de la misma religión de los que pretenden haber emprendido una guerra santa contra los que consideran blasfemos.

Los patrones terroristas aplicados nos dejan perplejos y horrorizados, ya que no se dispone de una interpretación adecuada de estos fenómenos de reivindicación político-religiosa vía el sacrificio individual para lograr un fin que no acabamos de entender con claridad. Las explicaciones invocadas, siempre a partir de las ideologías de quienes las ofrecen, aportan argumentos de peso; sin embargo, todavía no contamos con respuestas convincentes acerca de cómo se opera la conversión de personas que podríamos llamar “normales”, en los ejecutores de sangrientas matanzas.

¿Es posible adentrarse en el cerebro de personas decididas a inmolarse por una fe recién adquirida y entender los procesos mentales que conducen a tal decisión? ¿Cómo explicar que a veces son jóvenes franceses o suecos de pura cepa sin lazos con el mundo musulmán, y en otras son personas con un perfil diferente, como son los jóvenes de religión musulmana franceses, belgas o marroquíes convictos por delitos de drogas, o robos a mano armada, que asumen la Jihad y el martirio y que se hacen explotar convirtiéndose en los nuevos asesinos de masa que marcan la segunda década del siglo XXI?

Algunos especialistas dicen que estamos ante situaciones de lavado de cerebro, mientras otros expresan que no se trata de eso. En todo caso, ¿basta con analizar este fenómeno al nivel de la psique individual de los jóvenes europeos convertidos a un Islam violento bajo la influencia de tales o cuales orientadores? ¿No sería preciso interrogarse acerca de las condiciones sociales que, en la Europa de nuestros días, provocan formas de rebeldía inusitadas?

Es evidente que resulta difícil explicar este comportamiento anómalo considerando la multiplicidad de causas, así como la complejidad y diversidad de parámetros y situaciones. Si algo es seguro es que estos nuevos terroristas contradicen la esencia de todas las religiones y seguramente del mismo Corán que supuestamente pretenden hacer valer.

Hay quienes sostienen que el Corán es un libro violento, que predica la guerra santa y la muerte de los infieles; otros, por el contrario, plantean que la religión musulmana, como toda religión, enseña el amor y la paz. No se debe perder de vista que el nacimiento de todas las religiones ha sido influenciado por el momento histórico de su surgimiento y por los pueblos y culturas en que se han desarrollado. No es casual que los preceptos, tabúes y prohibiciones de las distintas religiones sean el reflejo y respondan a las realidades de las sociedades antiguas o arcaicas en que surgieron.

Para afincar su poder el catolicismo fue durante muchos siglos bélico e intolerante, practicó la inquisición y la guerra contra los heréticos. Sin embargo, la Iglesia Católica se ha visto precisada a modificar sus prédicas y prácticas en acuerdo con la evolución de las sociedades occidentales, que constituyen su centro de gravitación fundamental. Para mantener su feligresía, tanto el catolicismo como las iglesias evangélicas más tradicionales han debido evolucionar.

Los cambios de la sociedad, así como la mundialización impuesta por el Occidente “cristiano”, han provocado sacudidas y malestares sociales que han sido subestimados a nivel planetario. No es solo Europa que anda mal, es el mundo entero. Frente al traumatismo provocado por una mundialización que se caracteriza por la concentración del poder y de las riquezas, junto al desamparo de quienes no han podido aprovechar las supuestas bonanzas de la nueva situación, han florecido grupos que se adhieren a movimientos fundamentalistas en búsqueda de gurús y de algún tipo de respuestas frente al descrédito de los políticos, la corrupción y los cambios culturales. Estos movimientos se basan muchas veces en la interpretación literal de textos religiosos surgidos en contextos pasados, ofreciendo una lectura de la realidad que se coloca a contra corriente del reciente concepto de sociedades basadas en derechos.

“Indiferencia y crimen son lo mismo », así terminaba sus memorias, Marek Edelman. un sobreviviente del gueto de Varsovia.