Las religiones nunca se dan por satisfechas con la sola dirección de la “vida espiritual” de sus fieles, sino que también ambicionan dominar la vida pública, mediante legislaciones, privilegios y normativas acordes con sus interés particulares y grupales. Por su parte, los políticos nunca se dan por satisfechos con la simple administración de la “cosa pública”, sino que siempre procuran incidir e influir “religiosamente” sobre el ámbito íntimo de la conciencia de los individuos para administrarla y dominarla.

En nuestro país, para bien y para mal, tornándose en “religiones políticas”, las iglesias vienen manifestando un protagonismo inusual de cara a los eventos electorales de este año. Pero esta posición, muy parecida al activismo político desbordado, resulta contraria los postulados de la democracia y a los mismos principios benevolentes de un Dios que acoge a todos.

Frente a la difícil tarea de saber conciliar la política con la fe, la experiencia y testimonio del Presidente Obama allanan el camino y aportan lecciones vivas para el justo equilibrio de tan importantes dimensiones de los individuos y de los pueblos. En su libro “La Audacia de la Esperanza”, dedica todo un capítulo al tema de la Fe. Bien les vendría a los que en el país “desenvainan la espada” en contra de los que no piensan como ellos, el reflexionar sobre los conceptos prácticos y actualizados sobre la religión y la política que propone el presidente Obama.

Obama es un presidente que ora y que cree en Dios. Testimonia que la fe tiene un espacio en la plaza pública y que la religión no se limita a los lugares de culto. Considera que nos equivocaríamos si no reconociéramos el poder que tiene la fe en la vida de los ciudadanos.  Sin embargo, considera que basar la vida en los compromisos inflexibles de la religión puede ser algo sublime, pero que basar la política en esos compromisos sería algo muy peligroso. Cualquier reconciliación entre la fe y el pluralismo democrático demanda de un sentido de la proporción.

Confiesa que al comprender que el compromiso religioso no exigía que dejara de pensar en forma crítica ni que se desentendiera de la batalla por la ajusticia social y económica, “pudo caminar por el pasillo central de la Trinity United Church of Christ para ser bautizado”. Llama la atención la forma en que habla de otras religiones. Piensa que la fe “es un camino compartido por millones de estadounidenses: evangélicos, católicos, protestantes, judíos y musulmanes por igual”.

De su iglesia aprendió que la fe no quiere decir que no tengas dudas ni que te apartes del mundo. El típico sermón de esa misma iglesia le hizo comprender que todos los cristianos (también los pastores) podían experimentar la misma avaricia, resentimiento, lujuria e ira que experimentan todos los demás y que los pecados de los que va a la iglesia no eran muy distintos de aquellos de los que no van.

En el 2004, su oponente republicano Alan Keyes, propagó un argumento nuevo para atraer votantes en los últimos días de la campaña: “Cristo no votaría por Barack Obama porque ha votado de una forma que Cristo hubiera considerado inconcebible”. Algún tiempo después Keyes se vio obligado a retirarse debido a algunos asuntos embarazosos de su divorcio. A los múltiples e incisivos ataques de Keyes, Obama respondía con la respuesta liberal tradicional: “vivimos en una sociedad plural y no puedo imponer mis ideas religiosas a otros”.

El Obama cristiano recomienda iniciar un debate serio sobre cómo conciliar la fe con la moderna democracia plural. Manifiesta su rechazo a las falsas expresiones de los políticos que se acercan a las iglesias sólo cuando llegan las elecciones, que salpican con una cuantas citas Bíblicas un discurso políticamente seco y que utilizan cínicamente la religión para justificar sus objetivos partidarios. Destaca que en los debates sobre cuestiones religiosas -como en todo discurso democrático- debemos resistir la tentación de suponer que los que no están de acuerdo con nosotros actúan de mala fe.

Obama destaca que la religión organizada no tiene el monopolio de la virtud, y que no hace falta ser religioso para defender principios morales ni para apelar al bien común. La democracia deliberativa y plural requiere que los que están motivados por la religión lleven sus preocupaciones a unos valores universales en lugar de específicos de cada religión, Se requiere de sus propuestas no sean impuestas, sino que esté abiertas a debate y sean permeables a la razón, evitando que sea el brazo coercitivo del Estado quien obligue a cumplirlos, dejando más bien la cuestión en manos de la conciencia

En su escrito sobre la Fe, Obama deja establecido que “no está dispuesto a que el Estado niegue a los ciudadanos la posibilidad de una unión civil porque la persona que aman sea del mismo sexo”. Tampoco está dispuesto “a aceptar una interpretación de la Biblia que considera que un oscuro versículo de la Epístola a los Romanos es más importante y define más lo que es el cristianismo que el Sermón de la Montaña”.

Obama declara que su fe le sirve de ancla en su vida.  Gracias a la Fe hay algunas cosas de las que está completamente seguro: La Regla de Oro (el Mandamiento Nuevo), la necesidad de luchar contra la crueldad en todas sus formas, el valor del amor y de la caridad, de la humildad y de la amabilidad.

Cuando lee la Biblia -dirá Obama- “lo hace con el convencimiento de que no es un texto estático, sino la Palabra Viva y que debe estar completamente abierto a nuevas revelaciones, vengan de una lesbiana o de un doctor que se opone al aborto”. ¡Valioso mensaje. Que llama a la tolerancia y a la reconciliación en la fe a Mitrados, clérigos, pastores y políticos dominicanos!