Las elites de la sociedad dominicana no cuentan con un think thank (centro de pensamiento) que les permita dibujar la misma, marcar rutas, reflejar espacios, construir tendencias, proyectando cifras. Todo el tejido social se caracteriza por la inmediatez a través de sus actores estratégicos. Oteamos el futuro como si éste no existiera y todo el presente se expresa en el simple manto de la oquedad.

Los protagonistas del sistema no se dan cuentan que la estructura interna de una sociedad se mide por la distribución del poder, de cómo están eslabonados los ejes de dominación, cómo se alcanzan los privilegios, cómo se expresa la desigualdad y el control. Todas las relaciones de poder la plagian, como si en medio de la fosilización no brotaran luces que auguran nuevos horizontes de futuro. Vale decir, esta sociedad, lleva en su seno múltiples variables de contradicciones, de factores estructurales en su cuerpo que solo han encontrado diagnósticos, sin decisiones ciertas y de raíz.

En Dominicana hay muy poco Capital Institucional, entendido en esta oportunidad como la suma de conocimiento creado y sinergizado, visualizando el futuro. Si ello se diera, ahora mismo estarían reunidos con los datos que arroja la Encuesta Gallup/Hoy del lunes 14 de marzo: el 81% de los ciudadanos del país tiene la convicción de que la República Dominicana necesita un cambio social y político, y destaca que un 34.8% nos dice que se amerita de un cambio muy grande, tal vez hasta la revolución. Solo un 18% considera que nuestra democracia funciona bien y apenas un 16.6% percibe que no se necesita cambio o acaso muy poco.

Si la política es el arte de gobernar los espacios públicos que compartimos y la democracia pluralista o poliárquica es aquella en la que no existe un solo núcleo de poder, sino una multiplicidad de ellos, en permanencia concurrente entre sí, la elite empresarial, cuya fortuna han sido heredada y desarrollada por más de 3 a 5 generaciones, no puede seguir permitiendo las terribles disfunciones en el Sistema. Dicho de otra manera, esa parte de la burguesía que heredó y ha desarrollado el capital de la familia ha de tener más conciencia para sí que la nueva elite empresarial autogenerada, más ligada a los resortes del poder político, para su crecimiento vertiginoso.

Nos encontramos aquí con una taxonomia, de cuatro segmentos de la burguesía: la burguesía con más de 40, 50 60, 100 años (heredada y desarrollada); la burguesía heredada y desarrollada con menos de 2 generaciones; la burguesía autogenerada, con 20, 30 años, en el emprendimiento más audaz, creativo; y, la burguesía burocratizada, ligada al Estado, para su acumulación a través de la corrupción más rampante, institucional. Esta caracterización irrumpió, eclosionó a partir del 2004. Una parte de la neoburguesía empresarial, sobre todo, del área de servicios, se ha incorporado-combinado para hacer negocios con la elite política en el poder.

El éxito es que hasta ahora ha habido como una especie de cohabitación entre los distintos sectores, como un alineamiento sin definición. Es como un consenso táctico, empero, sin visión. Leonel Fernández y Danilo Medina han podido construir una “autonomía” desde el Estado, atrayendo y neutralizando a determinados miembros de la burguesía formada hace 60 y 100 años, al tiempo que creaban su grupo económico desde el Estado y con el Estado.

¿Cuándo se producirá la primera crisis del poder político y los sectores fácticos? ¿Qué tendrá que pasar para que se produzca? ¿Qué parte de esa burguesía comenzará la ruptura? ¿Hasta qué punto están todos cómodos en un status quo muy anquilosado para la inmensa mayoría? ¿Tiene la burguesía más tradicional, más sensibilidad que la neo-burguesía empresarial y burocrática? ¿Cómo empujar el carro de la historia sin que esto signifique una descomposición, un desgarramiento del Sistema? ¿Es que la burguesía tradicional tiene todavía el síndrome de Trujillo y por ello se acomoda en vez de coadyuvar a institucionalizar la sociedad?

Los Estudios tales como Barómetro de Las Américas, Latinobarómetro, el Banco Mundial, las Encuestas de Gallup/Hoy, vienen retratando de manera diáfana y cristalina, los problemas más acuciantes de la sociedad. De cómo hay un pésimo receso democrático y de cómo las necesidades básicas, vitales de la población no son cubiertas con los salarios que devengan. Una sociedad donde la desigualdad se expresa de manera draconiana y la pobreza y la vulnerabilidad penden, sumergiendo las espaldas al 78% de la población total.

Los problemas estructurales, uno solo, no ha sido resuelto en los últimos 20 años. A esos esenciales conflictos se le añaden toda la problemática de la corrupción, del imperio de la ley, de la falta de regulación desde el Estado, de la efectividad gubernamental en los servicios públicos, del crimen organizado, la delincuencia, la violencia. Gallup/Hoy del 15 de marzo nos dice que el 75.1% de los entrevistados perciben la delincuencia como su principal problema. Greenberg/Diario Libre la sitúa en un 85%. El desempleo, según Gallup/Hoy, representa un 44.8%, el alto costo de la vida un 48.7% y los apagones con un 19.7%. Con apenas un mes de diferencia en el tiempo, la delincuencia creció en la percepción un 20%, al pasar de 55.6% al 75.1%. El 61% percibe que la economía no anda bien.

Ese es el panorama social de la sociedad dominicana donde muy pocos de los indicadores sociales han mejorado significativamente, a no ser las cifras de las burbujas, manipulaciones y el engaño, repetidas hasta el hartazgo más inverosímil para retener el poder por el poder mismo, en las olas y las brisas del rentismo y el patrimonialismo más atroz de la historia política dominicana desde la muerte de Trujillo.

En esta hegemonía cultural, de dominación y unificación de criterios, las críticas no reflotan como antesala del arreglo, antes que de manera pavorosa se produzca la crisis que se avizora. Las universidades cuasi no existen como centro de reflexión, como organizaciones que se valen del termómetro, microscopio y estetoscopio para estudiar de manera proactiva el cuerpo social, para no seguir con el escarnio de tener una sociedad que crece económicamente y no genera mayor calidad de vida y mejor bienestar en el desarrollo humano.

Soy de los que aspira a la transformación de la política dentro del sistema institucional, a una mayor redistribución del poder y a una clara vocación y sensibilidad por entender que para que unos pocos tengan tanto, no tiene que haber tantos con tan poco. No empujo ese primer ángulo, pero llamo a los que tienen algo que perder, a esas elites: dirigentes políticas, económicas y mediáticas, a que miren la sociedad del presente en una perspectiva conjugada, cargada de un futuro más halagüeño. Se requiere de una ergonomía social que trascienda esta escarpada que nos aterra.