Una de las bondades de las vacaciones, es que permiten a las personas reafirmar que nadie es indispensable y que las cosas pueden seguir funcionando sin su presencia y que probablemente podrán realizar un mejor desempeño luego del merecido descanso. Pero también son una oportunidad de evaluar lo sucedido durante la ausencia.
Generalmente se piensa que las mismas nunca caen en tiempo oportuno por la trascendencia de las cosas que podrían suceder durante la ausencia programada, pero sorpresivamente a veces sucede que aquello que se suponía urgente y necesario, simplemente no avanzó nada.
Es precisamente la impresión que tenemos luego de los últimos 30 días en que parecería que el tiempo se detuvo, al menos para avanzar en asuntos que las propias autoridades habían anunciado que estarían siendo conocidos y que sabemos que tienen mucho tiempo de atraso como es el caso del pacto por la reforma del sector eléctrico y el diálogo tripartito con miras a la reforma del mercado laboral.
El hecho más relevante que podría decirse que ocurrió en ese lapso, no fueron los tan esperados cambios de funcionarios gubernamentales, por escasos y poco representativos de una nueva visión, sino quizás las alocuciones del Presidente en foros internacionales en las que expuso sus optimistas cifras sobre la reducción de la pobreza lograda por sus ya memorables visitas dominicales sorpresa por toda la geografía nacional.
Y paradójicamente la eficacia de dichas visitas precisamente retrata la ineficiencia de nuestra costosa administración, la cual para resolver la más mínima acción requiere de la intervención directa del presidente de la República como si no existieran ministros, viceministros, directores y cientos más de funcionarios para cada una de las áreas.
Una de las diferencias fundamentales entre el sector público y el privado es el sentido del tiempo, el primero muchas veces actúa como si no transcurriera y el segundo es esclavo del mismo; pero sin importar cómo se actúe lo que es ineludible es que el tiempo siempre pasará a su ritmo invariable.
El Presidente señaló que “en los primeros 18 meses de Gobierno, en la República Dominicana la pobreza se redujo seis puntos porcentuales”, cifras que independientemente de que estemos de acuerdo o no con el cálculo de las mismas deben servir de evidencia de que para generar cambios que logren reducir la pobreza lo fundamental es la voluntad política, como el mismo presidente admitió en su discurso ante la FAO: "no es cuestión de comprometer recursos, sino de tomar decisiones – incluso pequeñas cantidades de dinero, bien dirigidas, pueden tener un impacto".
Esta afirmación debería generar una profunda reflexión, pues precisamente la lista de cosas que históricamente no han sido resueltas en este país, no por falta de recursos sino por falta de voluntad política o simplemente por falta de cumplir con su misión por parte de los funcionarios o instituciones es penosamente interminable.
Pero como lo que siempre terminará es el período de mandato, es imperativo que las autoridades se decidan a emplear de forma eficiente el escaso tiempo que tienen por delante para lograr al menos la consecución de algunas acciones fundamentales. De lo contrario, hagan lo que hagan, las cosas simplemente seguirán igual.