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- Poesía (Primera parte)
A. Génesis de la bibliografía poética dominicana
Del primer dominicano en publicar un libro de poesía.1 El poemario Miscelánea poética está considerado el primer libro de poesía publicado por un escritor dominicano. Su autor, Esteban Pichardo y Tapia, lo dio a luz pública en 1823, en la ciudad de La Habana (Cuba). Tiene 301 páginas. Desconocemos la existencia de alguna reedición de esa obra pionera.
Transcribimos un fragmento del poema «La creación del mundo y del hombre», contenido en el volumen:
Un sinnúmero de Islas cual lunares
Salen en varias partes de los mares,
La Haytí famosa como desgraciada
Que de oro y caobas es preñada…
Pichardo y Tapia nació en la ciudad de Santiago de los Caballeros el 26 de diciembre de 1799, pero vio transcurrir casi toda su vida en la isla de Cuba, hacia donde tuvieron que emigrar sus padres Luchas Pichardo y Rosa Tapia en 1801 a consecuencia de la cesión a Francia de la parte oriental de la isla mediante el Tratado de Basilea (1875). Era poseedor de una cultura enciclopédica: novelista, poeta, lexicógrafo, cartógrafo, geógrafo, abogado, filólogo, músico, pintor, matemático, etc.
La influencia del poeta pionero en la vida cultural e intelectual de Cuba fue profunda. Sus estudios geográficos sobre la mayor de las Antillas constituyeron aportes significativos que le permitieron ser considerado por los cubanos como su primer geógrafo.
Trabajador y viajero incansable, murió, ciego y pobre, el 26 de julio de 1879 en la ciudad de La Habana.
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De la primera dominicana en publicar un libro de poesía. Si Sor Leonor de Ovando es, según Marcelino Menéndez y Pelayo, «la primera poetisa de que hay noticia en la historia literaria de América»,2 Salomé Ureña de Henríquez (1850-1897) es la primera autora dominicana que publica un libro de poesía. No conocemos ninguna poeta nativa de República Dominicana que haya publicado un libro, dentro del género poético, anterior al de ella: Poesías de Salomé Ureña de Henríquez (Santo Domingo: Sociedad Literaria Amigos del País, 1880, XV-214 p.). Tiene prólogo de Mons. Fernando Arturo de Meriño y una biografía de la autora escrita por José Lamarche.
Ese hecho convierte a la madre del más prominente humanista dominicano de todos los tiempos, Pedro Henríquez Ureña, en una pionera desde el punto de vista histórico-bibliográfico, y específicamente en el ámbito de la creación literaria. La obra poética de Salomé ha sido re-editada varias veces, aunque excluyéndose de una edición poemas que luego son incluidos en otra.
La segunda edición, realizada en Madrid en 1920, estuvo bajo la responsabilidad editorial de su Pedro, quien escribe la introducción y las notas. De los 34 textos contenidos en la primera edición son omitidos diez ―incluyendo la leyenda en verso Anacaona―, pero se agregan a la colección veintidós nuevos poemas.
En la reseña bioliteraria escrita por Henríquez Ureña sobre Salomé para esa segunda edición leemos:
«Nunca escribió mucho. Comenzó a componer versos a los quince años; a los diez y siete comenzó a publicarlos bajo el seudónimo de Herminia: desde 1875 los publica siempre con su firma. Ya para entonces llamaban la atención en Santo Domingo, y aun en países vecinos, las composiciones patrióticas en que predicaba paz y progreso. […] La preocupación patriótica llegó a sobreponerse a toda otra idea en el espíritu de la joven poetisa: la literatura fue para ella consideración secundaria junto al deseo de hacer llegar su prédica a la conciencia de la nación. Servir fue para ella, como para el poeta griego, la aspiración única».
Hasta 1880 los libros de poesía más importantes publicados por autores dominicanos son: Miscelánea poética, ya mencionado; Ensayos poéticos (Cuba, 1843), de Francisco Xavier Angulo Guridi; El triunfo liberal (Caracas, 1849, II-51 p.), de Alejandro Angulo Guridi; Fantasías indígenas (Santo Domingo, 1877, 253 p.), de José Joaquín Pérez; y Poesías (Madrid, 1880, 197 p.), de Francisco Muñoz del Monte.
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DEL PRIMER FOLLETO POéTICO PUBLICADO. Fue el fabulista y patriota José Núñez de Cáceres (1772-1846) quien primero publicó un folleto poético: A los vencedores de Palo-hincado en la acción del 7 de Noviembre de 1808, impreso en 1820 en la imprenta del gobierno. Tiene 8 páginas. Vendría a ser realmente la primera publicación poética de la historia bibliográfica dominicana.
Es un extenso poema de 112 versos, distribuidos en catorce estrofas de ocho versos cada una. En ese texto se «revela el entusiasmo de su autor por la libertad y anuncia, de cuerpo entero, al prócer de la primera independencia dominicana».3 A continuación, leamos un fragmento:
Yo envidio el laborioso
afán de tanta abeja artificiosa,
sin poder competir con su desvelo;
mas de zángano ocioso
por evitar la nota indecorosa,
pediré a Clío con ardiente anhelo,
que, embocando su trompa, los campeones
cante de Palo Hincado, y sus acciones.
Rogaréla se quite
la corona marcial de su cabeza,
y entretejida de olorosas flores
venga, y la deposite
por premio del valor y fortaleza
en la de estos heroicos vencedores,
que de extranjero yugo redimieron
la patria, y dulce libertad le dieron.4
A Núñez de Cáceres le dedicamos un capítulo en nuestro libro En torno a la literatura dominicana (Apuntes literarios, bibliográficos y culturales), publicado en 2013 bajo el auspicio del Banco Central de la Rep. Dom.: «4.2 José Núñez de Cáceres, uno de los primeros fabulistas de Hispanoamérica» (pp. 125-141). Es una reflexión histórico-literaria cuyo objetivo es justipreciar su carácter pionero como fabulista, tanto en la literatura dominicana como en la literatura de la América hispánica.
B. De la selección de las obras poéticas
Durante el proceso de selección de las obras poéticas a recomendar hubimos de enfrentarnos a una realidad: poetas con renombre en la sociedad dominicana —y en algunos casos también fuera del país—, pero con una obra poética que no está a la altura, en términos de calidad literaria, de ese prestigio social y/o literario, por lo que no aparecen en la lista de obras recomendadas, lo cual podrá resultar sorprendente para aquellos lectores no dados a leer con sentido crítico o que son víctimas de la influencia de factores extra literarios ajenos al valor en sí de la obra literaria.
Existen poetas con uno u otro poema que podríamos considerar —como solía decirnos el maestro Antonio Fernández Spencer— acierto poético, pero un poema, no un libro ni una obra poética total. Ahora bien, si ese único poema considerado acierto poético constituye el libro en sí —como Compadre Mon, de Manuel del Cabral; o Yelidá, de Tomás Hernández Franco— entonces el asunto es distinto. Y casos como esos, el de poemas de largo aliento con elevado nivel de calidad estética, no abundan en la literatura dominicana.
Ahora bien, existen en las letras dominicanas poetas que han incursionado con mejor suerte en el género del ensayo literario o en la narrativa y por eso aparecen recomendados dentro de esos géneros literarios.
NOTAS:
1 Miguel Collado. Apuntes bibliográficos sobre la literatura dominicana. Santo Domingo, Rep. Dom.: Biblioteca Nacional de Rep. Dom., 1993. Vol. I. Pp. 31-32. (Colección Orfeo-Segunda Etapa). [Premio Casa del Escritor Dominicano en 1993].
2 Marcelino Meléndez y Pelayo. Historia de la poesía hispano-americana. Madrid, España: Real Academia Española, 1911-1913. Tomo I: p. 291.
3 Joaquín Balaguer. Historia de la literatura dominicana. 10.a edición. Santo Domingo, Rep. Dom.: Editora Corripio, 1997. P. 87.
4 En: Vicente Llorens. Antología de la poesía dominicana 1844-1944. 2.a edición. Santo Domingo, Rep. Dom.: Sociedad Dominicana de Bibliófilos, 1981. Pp. 6-7.