La despedida de un año no es un hecho fortuito, pues generalmente supone un proceso de reflexión y evaluación de lo que hemos hecho para identificar desde dónde lo hemos realizado, por qué y para qué desarrollamos determinadas acciones; qué impacto han tenido y cómo nos han afectado estas acciones, personal y socialmente. Ningún año pasa por encima de nosotros sin dejarnos alguna marca, algún recuerdo que se vuelve para cada persona un sello definidor de lo que esa etapa supuso en su desarrollo humano y en su participación social. El 2019 es un año que finaliza; por tanto, muchos ciudadanos estamos pasando balance de las vivencias felices, de las frustraciones y de las tareas irresueltas de este año que llega a su punto final. Con los resultados de este proceso evaluativo, nos abrimos a un nuevo año, 2020. Este período que se avecina no viene adornado de ingenuidad, tampoco trae un sabor a gloria, por llevar la carga de unas elecciones que llegan signadas por las sospechas de múltiples colores e intensidades. Asimismo, se introducen en el año contando con la intervención de partidos y sujetos variopintos: unos parecen bien intencionados y pretenden que la sociedad recorra un camino menos traumático y más esperanzador; otros, interesados en reeditar prácticas y manías enmohecidas que han deshilachado a la sociedad.Hay quienes pretenden ensayar fórmulas para exprimir el erario público con más garbo; también los hay que no tienen claro lo que buscan, ni cómo han llegado hasta la puerta de la Junta Central Electoral de la República Dominicana. Lo que todo esto nos dice es que la inauguración de un año nuevo es un proceso complejo, matizado por factores muy diversos. Su complejidad no exime a nadie de un compromiso personal y colectivo, para hilvanar nuevos planes y proyectos, forjadores de una sociedad diferente y de un entorno más humanizante; y de avance para todos los dominicanos.
Desde esta premisa, planteamos la necesidad de crear propuestas de pensamiento y de acción que posibiliten un 2020 orientado al bienestar de todos, al desarrollo óptimo de la colectividad. Fuera de 2020 toda acción que acentúe la degradación humana y social que hemos alentado, ya sea por acción directa o por inercia programada o inconsciente. En este problema, todos hemos intervenido; aunque el gobierno de los 16 años lleve el estandarte en la erosión social, humana y política de la sociedad dominicana. Los que formamos parte de la sociedad civil tendremos que preguntarnos qué hemos hecho de forma articulada para desactivar y reorientar tal erosión. El año 2020 nos invita a tomar en peso esta última pregunta y nos urge a darle respuesta para que, más que lamentar, podamos aportar de forma significativa al cambio que requiere la situación actual. Busquemos alternativas distintas para planear propuestas innovadoras en los diferentes ámbitos de la vida nacional. Pongamos en acción la creatividad que demanda el momento y construyamos ideas, programas y proyectos que conviertan el 2020 en un laboratorio de experiencias transformadoras del país. Hagamos todo lo posible para que la diversidad de talentos aflore, no sólo en el ámbito artístico y deportivo, sino en otros campos del saber y de la acción humana. El 2020 presenta una nueva oportunidad para tejer relaciones que fortalezcan los movimientos sociales; y la responsabilidad social de las empresas y de las instituciones de Educación Superior. De igual modo, el año que comienza nos convoca a una evaluación crítica de las instituciones internacionales que, en nombre de una colaboración con el país, apoyan y sostienen prácticas políticas y sociales enajenantes para la sociedad dominicana, al no evaluar y reglamentar desde el punto de vista ético el destino de sus apoyos económicos y políticos.
Es tiempo propicio, además, para elaborar una macro estrategia que permita seguimiento crítico, propositivo y sistemático a la actuación de los que dirigen la República Dominicana y a los funcionarios de los gobiernos. La gestión de dicha estrategia ha de ser independiente y comprometida cabalmente con el bien colectivo. Constituye un imperativo que el año 2020 se caracterice por una preocupación real por las personas en todas sus dimensiones; además, ha de ser un período más decidido a garantizar el bien general y cada vez menos particular. De igual modo, necesitamos un 2020 más productivo en todos los contextos y ámbitos. La sociedad civil, las iglesias y los sujetos no organizados están llamados a definir y adoptar posiciones claras y verdaderas a favor de un conglomerado más justo e igualitario. Este nuevo año nos reta a producir un acercamiento cada vez mayor entre la palabra y la acción para la mejora cualitativa de la vida de los dominicanos.
Aprovechemos espacios para hilvanar planes que reconstruyan la vida y alejen el desaliento y la depresión individual y comunitaria. Hagamos del 2020 una experiencia de innovación constante. Emprendamos nuevas formas de convivir que propicien una vida abundante para todos; innovación para recrear el espíritu de la sociedad y de las personas; para ser y superar el afán de parecer. En síntesis, hagamos del 2020 un año en el que se priorice la humanidad, la justicia y la equidad.