Cada año nuevo trae desafíos conocidos y desconocidos. Para la República Dominicana, los principales desafíos conocidos son la criminalidad y la vulnerabilidad de la relativa estabilidad macroeconómica.
La criminalidad tiene tres componentes: la corrupción gubernamental, el crimen organizado y la delincuencia callejera. La criminalidad es un problema multicausal y de consecuencias devastadoras.
La corrupción gubernamental desvía recursos de manera espuria; recursos que pudieran utilizarse para mejorar los servicios públicos. Además, promueve una cultura de la deshonestidad.
El crimen organizado está asociado al narcotráfico, al sicariato y a los grandes robos comerciales. Este tipo de acciones, para producirse, tiene que contar con el apoyo de sectores militares.
La delincuencia callejera es producto de la falta de oportunidades para la movilidad social en sectores de ingresos bajos.
El aumento en la criminalidad, sea en forma de corrupción gubernamental, crimen organizado o delincuencia callejera, obstaculiza el desarrollo económico y social, y socaba la legitimidad del sistema político.
De no enfrentarse con determinación en sus diversas manifestaciones, la República Dominicana transitará el año 2017 con un fuerte deterioro de la confianza ciudadana. El asesinato de un presunto criminal este fin de año, por aparatoso que fuera, no es muestra de una estrategia efectiva, ni del compromiso gubernamental para enfrentar la criminalidad en su magnitud.
La relativa estabilidad macroeconómica que ha exhibido el país y que ha sido rentable para obtener préstamos, es vulnerable. Tomar prestado es positivo para el desarrollo si el dinero se invierte en obras que generen ganancias para pagar el préstamo. Pero endeudarse para subsidiar consumo y pagar deudas es suicida.
El modelo de crecimiento económico dominicano durante los gobiernos del PLD ha dependido demasiado del endeudamiento.
Mientras el país ha sido atractivo para los prestamistas por el crecimiento y la relativa estabilidad macroeconómica, el modelo ha exhibido cierto éxito. Pero ya se avizoran mayores tasas de interés en los países desarrollados, y eso trastornará la fiesta de gastos y consumos en la República Dominicana.
Romper la adicción del gobierno dominicano al dinero prestado es un gran desafío este año. De lo contrario, la crisis futura será peor.
A nivel internacional, los principales problemas que podrían afectar la República Dominicana son, además del aumento en las tasas de interés, el incremento ya evidente en los precios del petróleo, y una guerra que afecte los países emisores de turistas y remesas del capitalismo central.
Diversos factores convergen para aumentar la probabilidad de una guerra mayor: el triunfo de Donald Trump y su anunciada política armamentista, el fortalecimiento de movimientos y partidos de ultra-derecha xenófoba en Europa, los planes expansionistas de Rusia, el aumento del poderío chino y el temor que genera en sus vecinos (Japón, Taiwán, Corea del Sur), la expansión y recrudecimiento del radicalismo islámico.
Un evento específico que detone una guerra mayor es lo que falta, porque las condiciones políticas y económicas están dadas. Hay desencanto ciudadano con los políticos a nivel mundial, y hasta con derechos que la misma democracia ha impulsado.
En tiempos de crisis económica, la limitación de recursos aumenta la competencia social por asegurar el bienestar. Los derechos de unos se consideran el sacrificio de otros. Y en ese contexto, los más poderosos se benefician al explotar los recelos entre los de abajo.
La inmensa concentración de riqueza en el mundo actual y el declive del Estado de Bienestar son expresión clara de cómo la clase dominante se ha beneficiado de los recelos sociales de clase, raciales y étnicos en las últimas décadas.
Ojalá me equivoque, pero el 2017 no pinta bonito.