El 11 de noviembre de 1918, los plenipotenciarios aliados y alemanes acordaban en un vagón de tren en Compiègne, Francia, el silencio de las armas tras 1,560 días de lo que fue la Primera Guerra Mundial, la peor que había visto el mundo.

La Alemania derrotada suscribió el tratado de Versailles, que contenía en su seno los gérmenes de la guerra que habría de estallar en 1939. Entre éstos, condiciones leoninas que imponían a Berlín el pago de fortísimas indemnizaciones de guerra y un mapa político y territorial de Europa sustancialmente modificado.

El centenario de este armisticio, que puso fin al primer conflicto mundial, viene a recordarnos los estragos de una guerra que costó la vida a 18 millones de personas entre civiles y militares. Se calcula que murieron cerca de un millón 400 mil franceses y unos dos millones de alemanes. Tanto en Francia como en Alemania hubo más de cuatro millones de heridos.

Este centenario ha sido celebrado en Francia con la presencia de unos 70 presidentes extranjeros que participaron en la ceremonia oficial de recordación y luego en el Fórum por la Paz.

Este foro se constituyó en un espacio de reflexión al más alto nivel, creado en un momento decisivo. Justamente, cuando que se expresan muchos temores en el mundo a raíz de la puesta en entredicho de importantes tratados entre las grandes potencias. El desconocimiento de estos acuerdos amenaza el futuro de las relaciones internacionales y el orden establecido después de la Segunda Guerra Mundial.

En toda Francia se ha realizado un homenaje a los poilus, o peludos, como se llamaba a los soldados franceses, frente a los 30,000 monumentos dedicados a los muertos de esta guerra en las más diversas ciudades y pueblos.

Este alto número de monumentos es revelador del drama humano que el grave conflicto bélico generó en las entrañas del pueblo francés y de los otros pueblos involucrados, si se toma en cuenta que la mayor parte de los países europeos perdió prácticamente una generación de hombres jóvenes.

En la República Dominicana el embajador de Francia, Didier Lopinot, y su esposa invitaron los miembros de la comunidad francesa a una emotiva ceremonia del recuerdo en la que participaron embajadores europeos y de Canadá, así como alumnos de Liceo Francés y de la Saint George School, que leyeron cartas escritas por los soldados que no regresaron a sus hogares.

Estas conmemoraciones son propicias para valorar la importancia de la construcción europea y las virtudes del entendimiento, que le han permitido al viejo continente gozar de 73 años de paz después de la Segunda Guerra Mundial.

Sin embargo, este centenario se realiza en un contexto cargado de muchas preocupaciones, por el resurgimiento preocupante del nacionalismo cultural y económico, del populismo de derecha y de otros ismos, de la xenofobia, de una marcada polarización social asentada en la exclusión.

Cuando el temor se apodera de las sociedades, y ya no se puede confiar en la seguridad de las instituciones establecidas, se abren las puertas al surgimiento de líderes carismáticos y erráticos cuyas decisiones se dirigen a alimentar un populismo autoritario y excluyente.

Señales preocupantes resurgen en Europa;  en Hungría, Polonia. Holanda, Austria, Italia , Suecia y Francia, los argumentos de los ultranacionalistas han calado en una parte de la sociedad, también entre los votantes de otros partidos que quizá no los apoyen hoy electoralmente, pero reconocen que los partidos tradicionales no han sabido gestionar los problemas económicos derivados de la globalización ni integrar adecuadamente la elevada cifra de inmigrantes que han ido llegando al país en estos últimos años.

Como bien lo afirmó Angela Merkel en su discurso en la inauguración del Foro de Paris ante mandatarios y decenas de representantes de organizaciones no gubernamentales: “la paz está lejos de ser una evidencia”, precisando que el proyecto de paz de Europa está amenazado en la actualidad.

Por su lado, Antonio Guterres, secretario general de la ONU, se atrevió a decir que "muchos elementos de hoy me parece que toman la misma dirección que a principios del siglo XX y que en los años treinta, y dejan entrever un engranaje invisible".