*Dedicado a mi primo José María Joubert Rojas in  memoriam.

Una noche de julio de 1971 sentado en las sillas exteriores de una las cafeterías existentes en la magnífica Gran Place de Bruselas en Bélgica, un vecino de castellana expresión al explicarle a su acompañante su presencia en tan hermoso espacio público le dijo esto: en este lugar la arquitectura y la escultura están a punto de convertirse en Música.

Creo oportuno señalar que en verdad este metropolitano enclave es uno de los más bellos de Europa y del mundo y que el elegante barroquismo que adorna la fachada de la mayoría de las edificaciones que la bordean, por las delicadas filigranas y primores prevalecientes exigirían para su fiel descripción la orfebrería preciosista de la pluma de Rubén Darío o Amado Nervo.

No incurro en ninguna exageración al advertir, que en cierta medida la especie de encajes, de redecillas (no olvidar que los más finos encajes y mantillas del mundo se fabrican en Bélgica) que recubren los inmuebles perimetrales, tienen la inexpresable vaguedad de la Música, pero nadie podría garantizar la inminente transformación de un arco, una estatuilla en Música.

Desde aquel entonces -1971- he intentado interpretar correctamente el sentido tan artística observación, y aunque retorné varias veces al mismo sitio y a otras plazas de singular atractivo como la Piazza del Campo en Siena, la de San Marcos en Venecia, la plaza de la ciudad vieja de Praga y la Plaza Rynex en Cracovia entre otras, era incapaz de apreciar la pronta conversión de un estilo arquitectónico, escultórico en notas musicales.

Me imagino que es imprescindible la posesión de una determinada aptitud estética para poder captar tan extraordinaria metamorfosis, razón por la cual me convencí de estar totalmente despojado de la misma conformándome entonces con disfrutar de una manera independiente, particular cada una de las bellas artes, renunciando a observar su apremiante transmutación como escuché en la capital belga.

Estos párrafos introductorios serán de utilidad para los lectores que tengan la paciencia de leer hasta el final este trabajo, pues facilitarán la comprensión de lo que más adelante les confiará el autor resultado de una indagación personal donde pude convencerme de la existencia de las mutaciones entre las artes, la transformación de una en otra pero no de forma espontánea sino gracias a la intervención humana.

Pocos meses después del fallecimiento de mi primo José María Joubert Rojas visité Puerto Plata para ver la viuda siendo mi expreso deseo  contemplar de nuevo un cuadro datado en 1948 que de soltero él había pintado. Estaba colgado en su casa maternal y desde niño me arrebataba mirarlo, no solo por su composición, sino también por la pericia pictórica que como aficionado revelaba mi pariente.

Screen Shot 2014-09-18 at 10.41.59La pintura que como ilustración aparece en este artículo, era copia del logotipo con que la empresa española Dana identificaba y promovía su perfume denominado: ₺Tabú₺, y por el hecho de representar un violinista besando con éxtasis a la pianista con quien hace dúo, cuando preguntaba por su nombre siempre me decían: ₺El arrebato de Tabú₺.

Sonata a Kreutzer de René Xavier Prinet-de 1901

Mediante el internet y otros medios de documentación puede saber que su nombre verdadero es ₺Sonata a Kreutzer ₺ cuyo original es obra del pintor francés René Xavier Prinet-de 1901- consistente en un óleo sobre lienzo  que en la actualidad está ubicado (no tengo confirmación alguna) en un museo de una ciudad en el Mediodía de Francia.

Por qué se denominaba así? Por qué se le dio el nombre de una pieza musical a una pintura al óleo? La respuesta es que la fuente de inspiración del pintor fue la composición estrenada por Beethoven en mayo de 1803 dedicada al violinista alemán Rodolphe Kreutzer que nunca llegó a tocarla por considerarla ininteligible  por su modernidad.

Ahora bien, cómo una composición musical de 1803 fue también la motivación de una novela escrita por el ruso León Tolstoi publicada en 1889 la que tituló de igual manera? Lo que viene a continuación trata de explicar el tránsito de un arte a otro, las circunstancias mediante las cuales la música puede convertirse en literatura o en pintura.

La Sonata a Kreutzer para violín y piano escrita en La mayor es la más célebre de las diez que escribió el llamado ₺genio de Bonn₺ la exigiendo su correcta interpretación que los dos ejecutantes sean virtuosos porque ninguno de los dos debe jugar el rol de acompañante. Ambos instrumentos deben competir en habilidad técnica.

Otra particularidad de esta pieza es que su inspiración no fue el resultado de una historia, un argumento pensando previamente por el compositor, o sea, que no tenía una fuente, un fundamento extramusical sino que era música pura donde las armonías, los acordes y otros elementos no traducían por ejemplo la belleza de un atardecer, las angustias de una heroína o el júbilo de un amor correspondido.

 

Si acaso un lector decide escucharla, sin ser un melómano, descubrirá que el violín y el piano parecen luchar cuerpo a cuerpo, parecen irreconciliables (existe una soberbia grabación con Kalina Macuta violín y Daniel Blanch piano) y luego de rebasada una episódica intimidad se llega a un final donde se vislumbra una especie de conformidad, de paz propias a toda reconciliación.

Luego de transcurridos casi 90 años de su estreno musical, Tolstoi publica su novela Sonata a Kreutzer una breve obra maestra (les recomiendo la versión de la Editora Acantilado 2003) donde en su depurado estilo literario describe la tortuosa psicología del hombre celoso, que modernos historiadores han identificado con el mismo Tolstoi.

La pregunta que debemos hacernos a seguidas es ¿cómo, por qué una obra musical sin ser motivada por un asunto pensado con anterioridad por el compositor, da lugar a que la imaginación de un oyente genial-como Tolstoi-elabore una historia humana en base a lo escuchado? y luego ésta otra, qué efecto puede provocar la música en la mente de sus oyentes?

Las respuestas avanzadas hasta el momento pertenecen casi siempre al incierto mundo de la espiritualidad careciendo de la rigurosidad científica deseada, pero lo cierto, lo concreto es lo siguiente: una obra artística de naturaleza musical fue convertida en otra pero de carácter literario gracias a la intervención de una psique excepcional como la del autor de ₺  Ana Karenina₺.

Tuvo el escritor ruso el tacto de  titular su libro de la misma forma que la sonata inspiradora creada por Beethoven, y su lectura provoca los mismos altibajos emocionales, sentimentales, que sienten los que escuchan los enfrentamientos, el combate y el sosiego terminal protagonizados por el violín y el piano en la composición musical.

Casi un siglo después de estrenada la pieza beethoviana y quizás entusiasmado por sus sublimes acordes, el pintor René Prinet hizo en 1901 su célebre lienzo Sonata a Kreutzer cuya denominación deja bien a las claras su procedencia musical, y emulando al literato ruso resolvió designarlo de igual  manera como artístico homenaje al compositor de ₺Claro de Luna₺.

Como podrán observar los lectores, el pintor reproduce la imagen galante donde un violinista tomando con su mano izquierda el arco y la caja armónica y sosteniendo con su brazo derecho la cintura de la pianista, levanta a ésta de su butaca con la sensual finalidad de endosarle o robarle un beso que por oferente actitud de ella parece ser de su completo agrado.

Para mi criterio estético solamente el famoso ₺Beso₺ del escultor Augusto Rodin supera artísticamente la pintura de Prinet, y aunque en ambas piezas cualquier asomo de obscenidad está por completo desterrado, la castidad tampoco se encuentra presente teniendo el acto de besar, tanto en la escultura como en la pintura, una belleza que no ofende el pudor ni alienta en absoluto el erotismo.

Hay quienes estiman que se trata de un rapto pasional, de un arrebato sexual por parte del violinista, lo cual podría ser verdad si no lo desmintiera la indolente postura de la pianista, su disposición de entrega y en especial, el hecho de ofertar sus labios inclinando su cabeza hacia atrás posición de sometimiento jamás adoptada en el caso de haber sido forzada a hacerlo.

Como sucede con otras obras de arte bien logradas en la Sonata a Kreutzer de Prinet  algunos críticos les gusta en particular el drapeado y brillo del vestido de la pianista; a otros la mortecina luz del quinqué;  no pocos el brazo izquierdo del violinista sustentando su instrumento; a muchos la dejadez, el abandono del brazo derecho de la pianista apoyando con su mano el teclado y a mi hermano José Horacio, el desamparo de la banqueta donde se sienta esta última.

Por mi parte me hubiera gustado conocer la clara y nítida composición del cuadro que apenas se insinúa sobre el arco del violinista, y ante su imposibilidad debo admitir que en su totalidad este óleo me fascina, me embelesa desde que apenas un niño visitaba a mis tíos y primos residentes en la nostálgica ciudad de Puerto Plata.

Reconozco que su atractivo lo potenciaba además la circunstancia de que su contemplación a diario coincidía con mis vacaciones estudiantiles, época caracterizada no solamente por el alejamiento de la férrea tutela parental y de la rutina escolar sino también, por el júbilo, el entusiasmo de comer otra comida, conocer gente desconocida, respirar aire marino y visitar playas donde uno había sido feliz.

Durante la vida de soltero de José María y por estar el cuadro en cuestión rodeado por reproducciones menos valiosas en las paredes de la casa de sus padres, el mismo daba la impresión de ser un empaste de oro en una boca llena de caries situación que cambió radicalmente en su residencia de casado al ocupar en ella la posición de principalía, de distinción en la sala de recibo, justo al ingresar a la vivienda.

El embrujo, el hechizo que la audición de la sonata de Beethoven suscitó en el novelista Tolstoi y en el pintor Prinet no fue una excepción. Debemos citar que el pintor francés Luis. L. Boilly hizo un cuadro cuyo tema es idéntico al de Prinet. El compositor checo Leos Janacek designó como Sonata a Kreutzer su primer cuarteto de cuerdas a principios del siglo pasado.

No conforme con ello el músico Dimitri Shostakovich en el año 1960 denominó con igual nombre al quinto poema de su obra ₺Sátiras₺ y acabo de leer en un suplemento del New York Times de finales de agosto, que el profesor Michael R. Katz en este 2014 viene de publicar Las variaciones de la Sonata a Kreutzer donde entre otras cosas Sofía, la esposa de Tolstoi, narra sus contrariedades cuando su marido publicó su novela en 1889.

En terrenos del arte parece ser frecuente que la obra de un artista sobresaliente excite, estimule la inspiración de otro de naturaleza egregia, recordando de momento el caso de Friedrich Schiller que en 1785 escribió su poesía lírica Oda a la Alegría la cual en 1824 musicalizó Beethoven constituyendo el cuarto movimiento de su mundialmente famosa ₺Novena Sinfonía ₺ conocida también como ₺Coral₺.

No debo omitir en este trabajo sobre polinización cruzada, de fecundación entre artistas insignes lo que a la hora actual está ocurriendo con la restauración de algunas obras de arte en Italia, pues ante la escasez de recursos gubernamentales para financiar la renovación, ésta ha sido emprendida con fondos aportados por Gucci, Armani, Lagerfeld y otros artistas de la alta costura y la moda.

Al ser entrevistados por la prensa, los modistas expresaron lo siguiente: ₺No estamos  donando nada. Estamos devolviendo al pueblo lo que les pertenece. Nosotros crecimos viendo estas obras maestras-Trevi, Coliseo, les Uffizi etc- éstas cosas bellas, y ser testigos de su belleza nos permitió adquirir el buen gusto responsable de la creación de hermosos trajes y delicados perfumes cuya venta nos ha hecho ricos₺. Fue una respuesta de artistas.

En vista de que esta sonata para violín y piano de Beethoven ha sido fuente  de inspiración al ser oída por otros artistas, sería de gran utilidad para los dominicanos del género, sean establecidos o estén en barbecho, escucharla con cierta frecuencia para que su audición excite su reordenamiento espiritual, y el arte que cultivan pueda metamorfosearse en otro de inesperadas connotaciones.