Acordeón, güira y tambora hacen un Perico Ripiao. Las raíces cardinales de nuestra identidad cultural pueden ser simbolizadas, a través, de los instrumentos musicales del Merengue Típico, comúnmente denominado Perico Ripiao. Sigamos la metáfora: la güira o guayo representa el componente indígena; con la tambora, retumba la percusión de ancestros africanos; y el acordeón simboliza, claramente, el aporte europeo, en esta indisoluble entremezcla musical, sazonada con las salpicaduras del salero del Mar Caribe. Así se visualizan, entretejidas en el devenir socio-histórico, las raíces principales de la cultura dominicana.
Ha llegado siempre un conglomerado de aportes culturales de muy diversos lares desde la Conquista y Colonización y, a través de las diferentes etapas de la historia dominicana, se fueron agregando nuevos condimentos. Todos han aportado ingredientes al Sancocho cultural dominicano. Unos elementos recién llegados, fuertes, pues se imponían sobre otros de poco arraigo, a veces hasta convivían sin oposición; a su vez, los nuevos pobladores asimilaban rasgos culturales ya asentados en esta tierra antes de que ellos llegaran. Aporte indígena, español y afro, devienen componentes base.
Los franceses -a fuerza de sangre y dolor- aportaron sazones culturales imposibles de desestimar. Importante en la sociedad dominicana ha sido la contribución de los libaneses, sirios y palestinos. Y así, al paso, fueron cociéndose en el gran Sancocho cultural que somos, todos los ingredientes culturales. Lo descrito anteriormente ha sido un proceso antiquísimo al que el antropólogo Fernando Ortiz denominó transculturación y que otros le han querido adicionar términos derivados, pero que refiere a los mismos pasos y etapas de entremezcla multiétnica.
La transculturación no es estática, como la cultura no lo es. La transculturación es, por naturaleza, de un dinamismo renovador, está en constante cambio, unos elementos salen, otros se afianzan. En este siglo XXI, a ese proceso base se le adicionan otros elementos, mucho más veloces y disímiles, como el uso y abuso de la Internet y las Redes Sociales, que han modificado las relaciones humanas, acelerado vertiginosamente los intercambios culturales y cambiado la dinámica de la difusión y comercialización del arte y la cultura. No por esto hemos de considerarlo un proceso negativo contra el que hay que luchar, enfrentándolo.
La globalización de la cultura es una Nueva Era en la que se nos indica que debemos afianzar nuestros valores culturales locales, proteger, conservar, revitalizar nuestros bienes y valores patrimoniales tangibles e intangibles, favorecer climas de creación artística en cada rincón del país, para que no se nos pierdan en el anonimato talentos que no tienen acceso a una educación artística por falta de oportunidades que el sistema social y político les escatima.
Por eso, prefiero cientos de Escuelas de Perico Ripiao por todas las zonas rurales, a un millonario Carnaval de medio día. Prefiero verdaderas Escuelas Libres, que funcionen como espacios de Creación Artística y Animación Sociocultural para descubrir y encauzar niños y jóvenes con talento y vocación artística que no pueden acceder a las Escuelas Nacionales de Arte, que de nacionales solo tienen el nombre pues no tienen ni Residencias Estudiantiles ni presupuesto para albergar a talentosos niños de toda la República.
Iniciativas como la de Ramón Martínez, con su rudimentaria Escuela de Perico Ripiao, no solo deben recibir el apoyo institucional, sino que deberian ser una experiencia generalizada. Se necesitan Escuelas de Merengue Típico por todo el país. Y qué importaria la invasión de ritmos exógenos si nosotros afianzamos los nuestros?
Espero, Rosa Gómez, – alumna de Comunicación Social de la PUCMM (Pontifica Universidad Católica Madre y Maestra) – haber respondido a la mayoría de tus preguntas. No hay que “salvar” la música dominicana de la transculturación/transculturalización, o como quieran llamarle: ¡No! Hay que salvarla de nosotros mismos, que la estamos dejando perder en sus más auténticas esencias, pues no sembramos la continuidad, y si no siembras no cosechas, y te haces vulnerable a la entrada de todo lo que venga, bueno y malo, por aquel complejo de Guacanagarix de que por ser de “afuera” es bueno, aunque sea una basura. La cultura se salva fomentando la cultura popular y la enseñanza artística desde cada pueblo y provincia, desde cada rinconcito de este país que amamos y por el que padecemos. Y al que nos toca transformar – porque si nos toca! – en defensa de nuestra cultura nacional.
Escuela de Música Perico Ripiao: https://www.youtube.com/watch?v=IWMzqSnJvTI