(Conferencia durante el Congreso Música, Cultura e Identidad del Caribe, 2015, Centro León)
En los albores del 1973 surge en la Parroquia Santa Ana el Grupo Lodo, orientado por el sacerdote español Manuel Madruga. Era, entonces, un grupo musical con influencias del movimiento andino de la Nueva Canción y destacando, sobretodo, la combinación vocal. Suerte de desprendimiento del coro de la iglesia, como ha sucedido en muchas partes del mundo. Es luego de 7 Días con el Pueblo, y como parte de una investigación sociológica de quien sería su nuevo director, cuando se liga a la Central General de Trabajadores y asume el Son y el Merengue como sus ritmos base para la difusión de sus mensajes de protestas contra la situación política imperante en esos años. Habiendo constatado que era la música más emblemática entre los obreros y habitantes de barrios del país.
En esta ponencia, César Namnúm, su director por muchos años, mostrará con graficas y temas musicales, amén de teorías, la singular importancia que tuvo este grupo en los barrios, pueblos y sindicatos del ancho territorio nacional, en su largo devenir como grupo musical oficial de la Central General de Trabajadores. Sus similitudes y diferencias con el Movimiento de Canción de Autor (Lodo componía, colectivamente, sus temas) Nueva Canción, Canción Protesta y etc. y de su estelar participación en los denominados JUEVES DE LA CULTURA de la CGT. Lugar de encuentro de artistas y teóricos de la cultura nacional, sin dejar de mencionar los muchos extranjeros que participaron en este centro de actividad obrero-sindical inmediatamente después de los míticos 7 Días con el Pueblo.
El Grupo Lodo, se convierte, luego de aparentemente superados los asuntos que le dan origen, en el Grupo Maniel, de orientación similar y que se mantiene vivo y activo.
A través de mis ojos
En Más de una ocasión en que he pretendido sentarme a terminar esta ponencia, me he encontrado con la imposibilidad de desligarlo de lo personal. Así que pediré permiso de ustedes para que, a través del conteo de mis personales experiencias (activista y co participe de los más de cuarenta años de la hechura cultural que narro) analizar a la vez los enunciados del título de esta conferencia.
En 1973 retorno al país luego de un indeseado exilio newyorkino y me encuentro con la efervescencia cultural y política propia de esos años. Un poco antes, o un poco después de Siete Días con el Pueblo, la memoria no es siempre buena aliada, y trabajando como profesor de idiomas en el Liceo Ramón Emilio Jiménez del populoso barrio de Los Mina (donde además residía) configuro el primer grupo barrial de canción protesta en donde participo: Generación Espontánea. Cuyas características barriales le permitieron difundir sus mensajes en el amplio pero limitado, entorno de la zona Este de la ciudad de Santo Domingo. Se basaba en combinaciones vocales muy influenciadas por la de los coros y rondallas que también estaban de moda en esos días y de cuales procedía mi anterior experiencia como miembro del Coro de la Escuela de Bellas Artes de San Juan de la Maguana. Guitarras y flauta, bajo y algunos instrumentos de percusión lo configuraban. Aunque duró varios años (posiblemente la misma cantidad de años en los que fui maestro de idiomas) su influencia no pasó de ser local.
Para esos mismos años ya había iniciado mis estudios universitarios en la Universidad Autónoma (UASD) y fui requerido para dirigir la parte musical del Movimiento Cultural Universitario (MCU-CANTA) Ahora bien, si es cierto que hubo en esos años y hasta bien entrado los noventa del siglo pasado, un poderoso movimiento cultural popular y barrial, buena parte de ello se debió a la enorme labor cultural de la más vieja universidad del continente, a través de su departamento de Extensión Cultural. Otras patas de ese mismo desarrollo pertenecían a los clubes deportivos y culturales diseminados por todo el país y a la llamada Iglesia Popular, quienes gobernaban, sin discusión ni oposición, el mundo espiritual y ritual de la mayoría de los barrios de la ciudad Capital y de la gran mayoría de los pueblos del interior. Naturalmente (o por lo menos lo era entonces) existía otra “pata”, aparentemente oculta, que eran las organizaciones políticas de izquierda y progresistas. Eran años de mucha lucha y represión pero también de una envidiable organización popular que permitía no solo la difusión de limpios mensajes culturales, también la protección a quienes se “atrevían”. Ejemplos de ello son incontables, aunque también y por desgracia, las muertes.
Esa “pata política” estaba consensuada, ya sea por claros acuerdos o mero “dejar hacer”, con las actividades de los sectores populares de la iglesia católica y demás.
Volviendo a la música, en MCU-CANTA (Erique Feliz, Ana Celia Lantigua, Antonio, Leo, Bernardo y yo…y uno que otro que se me pasa) sí tenía una difusión nacional por el hecho de estar ligado a la principal universidad del país. Trabajaba en base a composiciones de sus miembros sobre realidades actuales o históricas del devenir nacional. Es siendo su director cuando empiezo a invertir un poco el concepto musical e instrumental utilizado. A saber, la mayoría de los grupos nacionales de la llamada Nueva Canción o de Protesta, respondían en instrumentación y características musicales a modelos foráneos aunque cercanos. O imitaban a los cubanos o tenían influencias andinas. Creía y creo, que cualquier fenómeno, musical o político, no debía descartar ciertas influencias bienhechoras pero debía basarse en los prolegómenos locales. Si ello resulta un poco difuso e irrealizable en lo político, en la música no. Pero eso nos lleva a LODO.
GRUPO LODO
En la música el pueblo dominicano es muy rico y, mucho antes de la época que narro, ya había elaborado y preferido sus géneros. Solo bastó una pequeña investigación de quien escribe para constatar cuales ritmos musicales eran preferidos por los obreros y campesinos nacionales. Lodo, de haber sido un grupo barrial y de influencia andina, deviene en el mayor representante no solo de la canción para obreros y sindicatos si no como ejemplo de canción protesta con signo nacional. En vez de interpretar cuitas, candombes, milongas, trovas (cubana), se hace experto en sones, merengues, boleros y trova (local). El cambio parece insignificante, sin embargo no lo es. Es común entre los pequeño-burgueses (de cuyo sector de clases se desprendía la membresía de la mayoría de los grupos de protesta o nueva canción de entonces) pretender “elevar” el nivel “cultural” de los sectores populares a quienes se intenta “representar”, sin tomar en cuenta que esos sectores han desarrollado hace tiempo su propia cultura. Lodo hizo exactamente lo contrario, beber de esa fuente y aprender. En sus muchos años de existencia (1973 a 1989 cuando se convierte en el Grupo Maniel y hasta la actualidad) Lodo logró darle la vuelta varias veces al país, apoyado no solo en la poderosa organización sindical que fue la CGT, también en los clubes barriales, las iglesias y las organizaciones políticas progresistas y fue pilar musical de una de las juntas culturales más importante de esos años Los Jueves de la Cultura de la CGT.