Lo hijos, los hermanos, los nietos, los sobrinos, los amigos, los seguidores, los indiferentes, los que buscan en ese pasado, se están reuniendo en el ingenio Consuelo de San Pedro para recobrar los ritos de los Cocolos.
Nadal Walcot junto con mucha otra gente, está detrás de este asunto. Me tocó ir por Consuelo, gracias al “soplo” de mi amigo Ramón Perdomo, a ver los ensayos en la glorieta del parque central. El sólo espectáculo de la larga figura de Nadal bailando frente a los músicos es razón suficiente para el viaje. ¿Ha visto usted el baile de los Guloyas? Es una danza de guerra, es teatro bien actuado, es una escenificación cotidiana del bíblico enfrentamiento de David y Goliat, es parte de un entarimado mayor llamado Momise con monótonos aires musicales que interpretan músicos, jóvenes todos, que conocen las distintas melodías porque les fueron pasadas desde sus padres y abuelos, de mano en mano, de oreja a oreja, de corazón a corazón.
Un bombo hecho con barril y cuero de chivo, un redoblante, un triángulo y una flauta muy artesanal hecha de cualquier metal hueco, que marca los cambios y un contingente de bailadores y escenificantes de ambos géneros y edades disímiles, donde asumen sus viejas raíces, su canto, su baile, su alma.
Otra cosa llama la atención y mucha, a uno que ha visto otros bailes, otros ritos, otro folklore, y es el detalle de lo impoluto del baile de las nuevas generaciones cocolas. He visto bailadores de gagá y palo echao, he visto grupos folklóricos donde la impronta de la modernidad es evidente en sus practicantes. El movimiento de los cuerpos, que interpretando viejas danzas (el pri-prí, los palos del espíritu santo, la salve, la mangulina) está más acorde al baile del perrito o al devaneo eléctrico y morboso de los frentes de combos. Los que tocan los instrumentos también, desgraciadamente. Pero no en estos muchachos y muchachas que bailan en el Momise, no en estos músicos. Eso sólo, tiene un gran valor.
Consuelo no es, digamos, un lugar de donde salen los mejores peloteros. Es también el micromundo de estos Cocolos, estos negros raros que saben leer y escribir y hablan en su bróker english, que vinieron a trabajar en los quehaceres de la industria de la caña y se adueñaron del medio y de la vida y nos impregnaron con su arte, su música y su baile, sus vivencias, para siempre.
O eso creíamos. Nadal está preocupado. Walcot nos ha dado en sus dibujos y sus grabados, toda esta rica vida de los negros de las islas. Es la que él tuvo de niño, es la que ahora pretende revivir para no perder su fuente de inspiración, para retomar el camino del orgullo, para que nunca perezca. Ellos han visto como no sólo el ingenio languidece, también todas sus viejas costumbres, sus bailes, sus ritos, sus comidas, su idioma.
Por eso esta parafernalia que tiene mucha gente detrás apoyándola. Desde hoy me sumo y le sugiero a usted que haga lo mismo. Es ir cuando todo arranque, es aparecerse cualquiera de estos días por el ingenio Consuelo, en el parque central, para que ensaye junto con ellos, ponga a punto la vista y el gusto y se prepare para el Gran Festival Cocolo, como en los viejos tiempos. No dejemos solos a Nadal, ni a Cherokee, personaje de historias y vivencias que hay que conocer: músico, ñáñigo, trotamundo.
Todos somos Cocolos, porque cocolo significa negro en idioma portugués, y no creo que a estas alturas del juego estemos todavía negando el oscuro detrás de las orejas.