Muchos son los estudios y opiniones que se baten en torno a la tercera sinfonía de Ludwig Van Beethoven. La Sinfonía “Eroica” en italiano, Heroica en español, marca un antes y un después en el arte de escribir en música. Grande desde cualquier perspectiva que se analice, en su orquestación, en su duración, en su concepción, dicha sinfonía rompe con todo el formalismo y equilibrio del clasicismo y es la entrada de la música al romanticismo.

Pero lo interesante de ésta, es que no se limita sólo en sí por ser una de las grandes joyas del arte universal, sino el porqué de su creación, cuál fue la inspiración del genio y posteriormente la desilusión vivida.

Pese a que Beethoven se codeaba con la nobleza, las ideas revolucionarias que protagonizó la Francia de final del siglo XIII y que dieron origen a la Revolución Francesa, sedujeron al compositor germano. Nunca ocultó su inclinación y simpatía republicana, sobre todo su admiración a Napoleón Bonaparte, a quien, según Ferndinand Ries, alumno y amigo del compositor, lo comparaba con los grandes cónsules del Imperio Romano.

La decepción y frustración llegó a Beethoven el día en que Napoleón se declaró emperador. Ries cuenta que muy disgustado exclamó:  “¡Así que no es más que un común mortal! Ahora también pisoteará los derechos del hombre y se abandonará únicamente a su ambición. ¡Se ensalzará a sí mismo sobre los demás, convirtiéndose en un tirano!”  Cuenta que Beethoven se dirigió a la mesa en donde se encontraba la obra, arrancó la portada, la rompió y la tiró al suelo.

La desilusión de Beethoven, que comulgaba con el pensamiento liberal de la época, fue más que clara. El hombre que algún día admiró por sus ideales y valentía, cayó tendido y embriagado por el poder obtenido, alimentando su ego proclamándose emperador. Pero a pesar de lo sucedido y del sinsabor que le dejó a Beethoven, esta sinfonía es un canto a la libertad y triunfo del Tercer Estado, el rompimiento del Absolutismo que se vivió en ese entonces y la coronación del mismo compositor con esta obra revolucionaria, convirtiéndolo -siendo justos- en el verdadero protagonista de la sinfonía.

La página fue copiada de nuevo y conocida como “Heroica” y dedicada al príncipe Joseph Franz Von Lobkowitz, quien patrocinó el estreno de la obra en 1805.