SAO PAULO, Brasil.-Antes de condenar a Lula a casi diez años de cárcel, el juez Sérgio Moro detalla en la sentencia, didáctica y minuciosamente, los episodios de todas las fases del proceso y enumera todos los elementos fácticos, testimoniales e indiciarios que formaron su convicción para la imputación de la pena, como describe el editorial* del diario brasileño Estadão, traducido para esta edición.

La sentencia firmada por el juez Sérgio Fernando Moro, de la 13.ª Vara Federal de Curitiba, que condenó al expresidente Luis Ignacio Lula da Silva a nueve años y seis meses de prisión por los delitos de corrupción pasiva y lavado de dinero, además de una pena accesoria de siete años de inhabilitación para el ejercicio de cargos públicos, constituye un importante documento del proceso de consolidación de la democracia en el país.

Lo inédito de la pieza condenatoria −la primera pronunciada contra un expresidente de la República por la práctica de delitos comunes− ya sería, por sí sola, razón suficiente para atribuirle la debida adjetivación de histórica.

Se trata de un marco indiscutible del primado de la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley, uno de los pilares democráticos consagrados por nuestra Constitución.

Sabedor de la repercusión que su sentencia tiene en el presente y tendrá en el futuro, Sergio Moro se rodeó de prudencias que dicen mucho sobre su sentido de responsabilidad. Todos los puntos de la sentencia, del informe del largo proceso hasta la fijación de las penas, fueron minuciosamente descritos y motivados, para eliminar dudas de cualquiera que lea la pieza.

A lo largo de las 238 páginas de la sentencia, no fueron pocas las actitudes del reo −y no sólo de él, sino también de sus representantes legales y de sus partidarios− que fueron clasificadas por Moro como lo suficientemente graves para dar lugar a la ordenación de su detención preventiva en el curso de la acción penal.

Hubo allí orientaciones para la destrucción de pruebas, amenaza o coacción de testimonios, y movilización de la militancia del Partido de los Trabajadores (PT) y de los así llamados “movimientos sociales” para la práctica de actos públicos con el único objetivo de entorpecer la buena marcha del proceso.

Sin embargo, Sergio Moro, acertadamente, decidió con prudencia y, en cierta ocasión, optó por la conducción coercitiva de Lula da Silva, una medida severa, sin duda restrictiva de la libertad, pero lejos de privar al reo de esa misma libertad.

“La tan propalada 'ausencia de pruebas’ queda reducida a un mero discurso político, un subterfugio ante la fragilidad de la defensa jurídica del expresidente. "Sérgio Moro reserva decenas de páginas para desmenuzar las artimañas usadas para ocultar la transferencia de la propiedad del inmueble, incluyendo el análisis de plenas pruebas documentales y periciales presentadas por el MPF."En el futuro, cuando se enfríen las pasiones, la sentencia del juez Sérgio Moro habrá de ser leída como un registro de la vitalidad del Estado Democrático de Derecho en un período particularmente conturbado de la historia de Brasil”.

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